Las deficiencias del sistema educativo en su comunidad los impulsó a crear un espacio donde esperan poder recibir la educación de calidad.
Las deficiencias del sistema educativo en su comunidad los impulsó a crear un espacio donde esperan poder recibir la educación de calidad.
Comunal es un taller de arquitectura fundado por Mariana Ordoñez y Jesica Amescua, el cual se ha convertido en el principal apoyo de un grupo de estudiantes en la población de la Sierra Norte de Puebla en México, una zona con una alta presencia indígena donde los modelos educativos propuestos por las instancias públicas han sido ineficientes no sólo por la falta de recursos, sino por el conflicto que genera un modelo “occidental” en un contexto indígena. Según se explica en un reportaje de Vice, a pesar de los esfuerzos, los alumnos no se sienten satisfechos y sienten que las propuestas pedagógicas a las que pueden acceder, no responden a sus inquietudes como estudiantes. Bajo esa problemática, Comunal se ha convertido para ellos en una alternativa importante. Allí han podido recibir capacitaciones técnicas-constructivas y de diseño lo que les ha permitido iniciar la construcción de la Escuela Rural Productiva, un espacio académico diseñado a partir de las aficiones, gustos y necesidades de los alumnos.
Según cuentan las fundadoras de Comuna en Vice, fueron ellos quienes solicitaron su presencia y fueron ellos quienes hicieron toda la gestión para hacer que el proyecto fuera viable. Esto incluyó la creación de un comité educativo, un comité de construcción y un equipo de padres.
“A partir de esta solicitud realizamos cinco talleres de diseño participativo donde los alumnos plasmaron, a través de planos y maquetas, las ideas que tenían acerca de su escuela. Durante los talleres nos hablaron, por ejemplo, de la necesidad que existe en su comunidad de aprender oficios, rescatar prácticas tradicionales de cultivo y herbolaria, así como la valorización de la lengua náhuatl”, cuentan las fundadoras en Vice.
Y lo mejor… está resultando. En febrero de 2018, la primera etapa que incluye un aula y baños, estaba por concluir gracias al apoyo del Fondo Canadá para Iniciativas Locales. En paralelo se han buscado fondos para para la segunda etapa (dos aulas). El objetivo es que para la etapa escolar de agosto-diciembre de 2018, los estudiantes ya puedan estar en su nueva escuela, una escuela que se diferenciaría del sistema actual: el Bachillerato Rural Digital, un modelo educativo que se ha venido implementando en la comunidad y que ha sido algo cuestionado por los estudiantes que están impulsando la construcción de este nuevo establecimiento.
A diferencia de la Escuela Rural Productiva, el Bachillerato Rural Digital es una modalidad para zonas alejadas en comunidades indígenas que busca combatir el aislamiento educativo que existe y aunque es una buena iniciativa, tiene muchas deficiencias. Lo principal es que al estar diseñado en formato digital, los alumnos no pueden acceder al material descargable debido a las falencias en la cobertura de internet. Además no tienen los equipos necesarios (computadores o tablets) y hacen falta espacios, pues se comparten aulas entre niveles, lo cual, para ellos, no es óptimo por la diversidad de necesidades educativas de todos los estudiantes.
Dentro del plan de diseño de la escuela, los alumnos idearon un programa educativo que incluye un taller de oficios y un laboratorio/cocina donde puedan producir productos como miel, jarabes, ungüentos, medicina tradicional y naturales. Además, pensaron en espacios para la convivencia de la comunidad escolar.
Algo importante de toda esta planeación es que las familias también han participado de forma activa en el proceso. Con ellas, por ejemplo, se acordó que la escuela podría funcionar en las tardes como un Centro de Capacitación Comunitaria. Además de las familias, la comunidad entera ha participado de diversas formas, como en el aporte de materiales.
“Específicamente en zonas rurales identificamos que la educación se encuentra descontextualizada de las localidades, la gente, la cultura y las aspiraciones de los jóvenes. En la comunidad de Tepetzintan, ubicada en la Sierra Nororiental de Puebla, el bachillerato está planteado para que los alumnos asistan a la universidad una vez que se han terminado los estudios de nivel medio superior. A pesar de ser la aspiración de muchos, deja fuera la realidad económica de otros que tienen que salir de la comunidad para aprender oficios en las ciudades y obtener un empleo, trayendo problemas de migración y ruptura social”. Esta reflexión de las creadoras de Comuna, sintetiza muy bien la problemática que acoge a la comunidad y las razones por las cuales un grupo de estudiantes con grandes sueños decidió ser gestor de un cambio que les permitirá aprender lo que quieren y sobre todo, lo que necesitan. El proyecto aún no concluye, pero desde ya, los alumnos involucrados han demostrado sus capacidades, sus ganas y el talento que podrán potenciar aún más en una escuela y un modelo pedagógico que al estar pensado 100% en ellos –y por ellos–, responde a sus necesidades, intereses y prácticas culturales.
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