“No me va a dar un premio, ni me va llegar más sueldo, ni voy a tener una estrellita a fin de mes, pero yo creo que esto es hacer las cosas diferente”.
En la Escuela Alejandro Gorostiaga en la comuna de Renca, en Santiago (Chile), un profesor llama la atención; su nombre es Camilo Torreblanca, tiene dreadlocks (rastas) casi hasta el piso y aunque es profesor de matemática y computación, dedica su tarde después de clases a dictar un taller de música muy particular. En su taller no hay partituras, tampoco voces, batería, caja o bongó; los instrumentos principales de esta actividad extracurricular son las piernas, los brazos y las manos de los estudiantes. A esto se suman algunos elementos cotidianos como botellas plásticas, contenedores de basura o las escobas de la escuela.
Elige Educar
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Inspirado en Mayumana, una agrupación de Israel cuyo espectáculo se centra en la danza y la percusión creada con elementos reutilizados, Camilo decidió crear este taller donde los niños exploran la música haciendo sonidos con sus manos, con sus pies y con aquellos objetos que reemplazan los instrumentos de percusión convencionales. “Lo ideal sería que yo le dijera a los niños que trajeran algo; una guitarra, una flauta, pero estamos en una realidad en la que no es posible, complicada, donde los niños tienen grandes necesidades”, explica Camilo en una entrevista con Elige Educar. Por esta razón y también para ofrecerle a los niños un espacio que los saque de su realidad y de las asignaturas tradicionales, el profesor quiso hacer algo distinto, un taller donde el cuerpo y otros materiales se convierten en ritmo.
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Taller de percusión corporal, así se llama la iniciativa diseñada por este profesor que decidió salirse de las fórmulas para cautivar a niños entre los 7 y los 13 años.
“Todas las asignaturas tienen objetivos transversales”, explica Cams”. Por esa, Camilo no pensó que fuera descabellado salirse de su rol de profesor de matemática y computación para hacer música en el patio. El taller funciona de 4:30 pm a 6:00 pm. La actividad empieza con una selfie de asistencia. Después empiezan a preparar ritmos y danzas. Mientras algunos alumnos hacen sonidos con los botes de basura, otros aplauden… luego cambian posiciones y de esta forma, todos tienen la posibilidad de cumplir un rol diferente en la preparación de un número que esperan presentar al frente de toda la escuela con trajes que ellos mismo escogerán. Al final de cada sesión, hacen un video que les permite poder mejorar clase a clase. Después del taller, los niños siguen practicando, comparten la experiencia con otros alumnos y entre pasillos, le cuentan a su profesor lo mucho que han avanzado en la preparación de la rutina que están trabajando en el taller.
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Hay mucha energía y a Camilo le encanta.
Le encanta porque cree que en este espacio los niños pueden liberarse a través de algo entretenido. Pueden correr, pueden bailar, pueden explorar su creatividad, sus habilidades y sobre todo, pueden compartir con sus compañeros de una forma diferente. Por esto, él está convencido de que el Taller de percusión corporal es mucho más que música. En el grupo hay estudiantes chilenos, pero también hay niños que llegaron de Haití con sus padres para compartir su cultura, sus tradiciones, sus talentos. Y sin duda lo hacen a través de la música. Esto convierte a la actividad en una oportunidad para trabajar la interculturalidad, el respeto, el trabajo en equipo y otros valores que muchas veces, según explica Camilo, no están presentes en sus hogares. “Yo espero enseñarles lo mejor de matemática, lo mejor de computación, pero también lo mejor en valores, aquellos que no siempre vienen de la casa”, cuenta el profesor. El objetivo, al final es que se lleven algo diferente, que guarden algo que va más allá de lo académico y que aprendan, a través del patio y la música, cosas que pueden ser realmente valiosas y significativas.
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“Acá hay dos opciones: una es cumplir e irme para la casa. La otra es cumplir e incorporarme un poco más”.
Camilo optó por la segunda opción cuando decidió crear un taller a través del cual está llevando su rol mucho más allá de la sala de clase. “No me va a dar un premio, ni me va llegar más sueldo, ni voy a tener una estrellita a fin de mes, pero yo creo que esto es hacer las cosas diferente. Yo prefiero estar aquí; en el patio entregar todo de mi y en la sala entregar mi mejor clase. Yo creo que esa es la forma de llegar a ellos”. El mayor desafío de Camilo como docente ha sido intentar que sus estudiantes se lleven, todos los días, algo nuevo y entretenido a sus casas, y con este taller lo está logrando. Con las palmas, con los pies y con los botes de basura, los niños que a las 4:30 se reúnen con su profesor para hacer música con el cuerpo, se liberan, se complementan, se desahogan e invierten una hora y media de su tarde en sacar toda su energía para aprender de una forma
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