Con una metodología inclusiva y llena de entusiasmo, Estela Bellomio, convierte cada clase de música en un espacio donde todos los niños –sin importar sus diferentes discapacidades– pueden explorar y expresar su creatividad, asegurando que cada voz sea escuchada.
Estela María Bellomio, con 43 años, es un ejemplo destacado de cómo la música puede ser una herramienta poderosa para la inclusión y el desarrollo integral en la educación preescolar. Desde su labor en el Colegio Campanario en Alto Jahuel, Buin, Región Metropolitana, Estela ha demostrado que no existen roles secundarios en su aula: todos participan, aprenden y disfrutan por igual.
La docente fue formada en la Universidad Nacional de Cuyo y el Conservatorio de Música de Tucumán en Argentina, lugar donde nació, y luego continuó con estudios en la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde ha enfrentado el reto de integrar a estudiantes de contextos diversos. "Mi motivación para dedicarme a la docencia radica en mi amor por la música y en el deseo de transmitir este entusiasmo a los niños, al mismo tiempo que aprendo de ellos", explica Bellomio.
El arte de la inclusión
En sus clases de música para preescolar, desde pre-jardín, pre-kínder y kínder, Estela ha desarrollado un plan educativo que abarca desde actividades dinámicas hasta la atención a discapacidades sin adecuaciones. La inclusión es el eje de su metodología: hace clases para niños con síndrome de Down, parálisis varias, autismo severo, entre otros, que están inmersos en un grupo curso con más estudiantes, a los que enseña de manera simultánea.
“En la música no existen ganadores ni perdedores. Podemos sentir y opinar sin miedo al error, porque todas estas respuestas son válidas en la propia construcción del ser”, enfatizó Estela sobre la clave de su enfoque pedagógico.
Estela utiliza métodos que van más allá de la teoría musical tradicional, incorporando dinámicas del ritmo y la proporcionalidad, junto con principios de Dalcroze (movimiento rítmico, solfeo e improvisación) y Kodály (lecto-escritura, sílabas rítmicas, fononimia y discriminación auditiva). Además, promueve la expresión emocional a través de actividades como el canto y el movimiento, integrando conceptos de neurociencia para estimular el desarrollo cognitivo y emocional de los niños.
Sus clases son un viaje dinámico que abarca desde la expresión corporal hasta la relajación, con un método minimalista que utiliza recursos simples y objetos que estén en la cotidianeidad para hacer música. La colaboración y el respeto mutuo son fundamentales en su aula, donde no hay lugar para la competencia, sino para el trabajo conjunto y el autocontrol.
El impacto de su trabajo es evidente: los alumnos muestran una alta autoimagen y un aumento en la asistencia y participación. La conexión emocional que Estela ha creado con sus estudiantes se traduce en una actitud positiva hacia el aprendizaje y en una integración efectiva de la música con otras disciplinas.
Estela María Bellomio continúa demostrando que la música no solo educa, sino que también une y enriquece, ayudando a los estudiantes a desarrollar habilidades esenciales para su crecimiento integral y emocional.
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