Una buena parte de la obra del uruguayo Joaquín Torres García implicó que el artista reconociera y se adentrara en el fascinante mundo de los niños y la forma como ellos aprenden.
En 1917, cuando vivía en Barcelona, el artista uruguayo Joaquín Torres García se sumergió en el mundo de la infancia; lo hizo a través del diseño y la construcción de juguetes de madera. Desde entonces, estas piezas configuraron una parte importante de un proceso artístico a través del cual priorizó la infancia como concepto filosófico. En ese momento, el nexo entre el arte y los niños fue particularmente intenso y multifacético en la vida y obra de este pintor. Particularmente en los años 20, los juguetes didácticos a gran escala pasaron a ser un motivo de alegría para él, quien fascinado por la temática se dedicó a formar a sus hijos y a dar clases de arte a niños una buena parte de su vida.
“Lo que hacen los niños me interesa más que nada. Voy a meter toda mi pintura en los juguetes”, escribió Torres García en ese entonces.
Su trabajo, además de centrarse en esa metamorfosis de sus pinturas, representó también un discurso entorno a la pedagogía y la forma como los niños ven y entienden el mundo. Torres García realmente consideró que los niños están en un plano de creación y conocimiento que todo artista debería buscar mediante un esfuerzo consciente, y por lo mismo nunca dejó de afirmar la importancia de imitarlos y jugar como ellos. El artista estaba tan comprometido con el tema, que incluso participó de un proceso pionero de renovación pedagógica española fundado en las ideas más avanzadas de su tiempo.
En el año 1922, después de haber vivido dos años en la ciudad de Nueva York, Torres y su familia viajan a Italia.
En la dificultad de enfrentarse una vez más al proceso de adaptación en otro país, el artista crea otro recurso pedagógico fantástico: El Teatrito, un producto diseñado para sus hijos, que tenía una función didáctica y de entretención. Al igual que sus juguetes de madera, esquemáticos, desarmables y adaptables, El Teatrito buscaba estimular la creatividad de niños y niñas. Una de las prioridades de Torres, además de fabricar y exportar muchos de los juguetes que creó, fue establecer un diálogo entre el arte y la infancia a través de las formas, las líneas, los colores, el movimiento, y por supuesto, crear productos que fueran útiles para desarrollar la creatividad y la motricidad de los niños.
Ser padre y docente la mayor parte de su vida, le permitió ser un visionario a través del arte, adelantándose incluso a muchas de las teorías pedagógicas que destacan la importancia del juego en la primera infancia.
Torres se acercó y participó del mundo de los niños, tal como lo hacen los educadores infantiles, y en ese proceso apostó por la intuición, la libertad creativa, los colores, las formas y el descubrimiento como elementos claves en el aprendizaje. Por su aporte creativo a la enseñanza de los niños, destacamos sus piezas de madera, sus teatritos, toda su obra… una obra que incluso en la era digital, no pierde vigencia y evidencia la más pura esencia de los niños y cómo ellos aprenden.
Fuentes:El País/ Torres García
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