Diego Agurto cuenta aquí los pequeños y grandes triunfos que ha logrado trabajando las emociones de sus estudiantes desde el teatro, en el colegio hospitalario Con Todo el Corazón del Hospital Luis Calvo Mackenna de Santiago de Chile
Colectividad. Una palabra que Diego Agurto, actor y profesor hospitalario, utiliza siempre que habla sobre su trabajo. “Conjunto de personas reunidas o concertadas para un fin”, es la definición que se encuentra en la RAE, y para Diego, es de lo que más ha aprendido en los cuatro años que suma trabajando en el colegio hospitalario Con Todo el Corazón del Hospital Luis Calvo Mackenna de Santiago de Chile, donde hace clases de teatro.
Al colegio llegó después de realizar talleres en algunos centros culturales y establecimientos educacionales y aunque su formación es en Teatro, empezó a desarrollar curiosidad por ser profesor, estudió un diplomado en pedagogía teatral y acción social, inició su trabajo en Con Todo el Corazón y entonces, decidió hacer hacer un diplomado de pedagogía hospitalaria en la Universidad de Navarra (España). Ahora su meta diaria es lograr hacer confluir la pedagogía teatral con la hospitalaria, mientras saca adelante una compañía llamada Colectivo de Artes Escénicas La Comuna.
“Recuerdo que al principio fue muy complejo, porque yo estaba muy acostumbrado a trabajar en colegios más tradicionales, donde puedes planificar el mes completo y vas clase a clase haciendo lo que te propones, cumpliendo los objetivos y cumpliendo las actividades. Pero aquí me pasaba que los objetivos y las actividades asociadas no podían llevarse a cabo, muchas veces por las condiciones físicas de los estudiantes (…) y muchas veces el teatro exige movimiento físico. Entonces aquí es importante estar claro con los objetivos y las actividades, y ser capaz de modificar según las capacidades físicas de los estudiantes, además de estar consciente de sus distintos tratamientos. Eso fue lo complicado al principio, pero he visto resultados interesantes en los estudiantes, gracias al teatro y gracias al trabajo en colectividad”, cuenta.
En su empeño por la colectividad, las clases de Diego son siempre en equipo.
Empiezan con ejercicios de calentamiento; junto a él, los estudiantes hacen rondas de gritos, sonidos y movimientos. Después, cada actividad se trabaja en grupos de tres personas o más. Por ejemplo, en un curso con un ciclo de media trabaja temas como lugares o valores a través de mímicas o situaciones que deben invitar a que los demás adivinen de qué se trata.
“Eso es un asalto. No no, ¿es un lugar? ¡No! Es una feria, tío”, se escucha entre gritos mientras varios tratan de adivinar una escena que representa a un vendedor con dos compradores de frutas y verduras.uchos de los estudiantes que intervienen, gritan, se divierten y son parte de esta actividad, hace algunos meses no se atrevían ni a decir su nombre ante la clase.
“El teatro realmente tiene mucho que ver con el desarrollo de la personalidad, las habilidades blandas y el autoconocimiento. Porque finalmente el teatro permite esa posibilidad de autorepresentarse y también es interesante exponerse a hacer algo que no soy yo, no soy yo mismo”, explica Diego.
Ir observando la evolución de sus alumnos y trabajar en función de cada necesidad, es una de las cosas más importante en la pedagogía hospitalaria, según Diego. “En lo personal, los objetivos que me he ido poniendo son súper a largo plazo, pero es satisfactorio ver cómo ahora están poniendo de su parte, se exponen, conocen su cuerpo y para esto, ha sido importante el apoyo de mis colegas. No se trata de improvisar y hacer cualquier cosa, se trata de improvisar pensando claramente en los objetivos. Se trata de moldear las actividades, según las necesidades de tus estudiantes”, dice.
“Este es un trabajo súper complejo, porque además de la situación de los niños, generas una relación con los papás, con la familia, que va más allá de lo solamente pedagógico”.
El trabajo de forma horizontal, sin jerarquías, sentir siempre el constante apoyo de sus colegas y directoras ha sido clave para Diego en estos cuatro años trabajando en un colegio hospitalario. Especialmente por la muerte, una constante que se vive en estos establecimientos donde hay niños y niñas atravesando situaciones de salud complejas.
“Nuestra cultura no convive con la muerte, pero nosotros siempre convivimos con las muerte. Y eso es algo que trabajamos mucho entre colegas, nos protegemos mucho, tratamos de generar espacios entre nosotros, salimos a comer juntos. También hacemos otras actividades con los estudiantes, con las familias. Hay que trabajar por generar espacios de alegría colectiva”, cuenta el profesor.
También explica que han generado ritos alrededor de la muerte.
Enterrar mensajes en un árbol, vestirlo con piezas tejidas o telas, crear un altar esporádico en una sala que llenan con mensajes y dibujos. Esas son algunas actividades que han trabajado después de la partida de un estudiante para trabajar las emociones y permitirles que se expresen como colectivo, que vivan el proceso de la muerte de una forma personal y al mismo tiempo grupal.
“La primera vez que me tocó enfrentar la muerte fue al mes de llegar acá. Y pasaba que era una muerte a secas. Pero ya en mi segundo, todo el curso era más cercano y ya para ese momento no era la muerte a secas lo que dolía, sino que era la muerte de alguien con quien habíamos compartido un proceso de aprendizaje y con su familia. Entonces el proceso de enfrentar la muerte, para mí fue más fuerte en el segundo año. Recuerdo que un lapso de dos semanas fallecieron cuatro estudiantes que llevaban muchos años en el colegio. Fue bien duro, porque ellos también habían sido muy importantes en mi proceso de aprendizaje, porque aquí siempre estoy aprendiendo de ellos (…) Por eso, tratamos de colectivizar las emociones, la pena y también colectivizar la alegría. Darles voz, dejar que se expresen (…) porque el trabajo en comunidad sana, no solo a los niños, a los papás, a los profesores, a los directivos, a los doctores, a los payasos de hospital. A todos”, cuenta.
Esa forma de trabajar desde las emociones, es algo que Diego ha llevado hasta su trabajo en el teatro, espacio en el que ha dirigido algunas obras que se han presentado en espacios como Teatro El Puente y Teatro ICTUS.
Pero más que la pedagogía, para Diego es muy especial la pedagogía hospitalaria, pues en este espacio le tocó aprender a crear más allá de su área de experiencia. “Tuve que ir creando metodologías de a poco, porque si bien existe el teatro aplicado no existen manuales de cómo llevar la pedagogía teatral al hospital. Por eso la metodología que fui creando es una muy personal y me ha servido para dar clases en el colegio y en el hospital mismo. Ha sido un aprendizaje constante, en el que nuestro objetivo principal es que todos los niños y niñas se vayan a colegios tradicionales, o sus casas. Por eso, aquí las emociones son raras. Nos ponemos tristes cuando algún estudiante se va del colegio, pero es una tristeza feliz, porque sanó y así los queremos, sanos”.
La colectividad de Diego se ha expandido de tal forma que en cada obra que ha dirigido o producido con su grupo de teatro, también busca hablar desde las emociones y siempre trabajarlas. Porque las emociones, para él, son la esencia de la educación.
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