El docente de religión, Álvaro Medina, cuenta cómo –pese a la pandemia– se reforzaron los cimientos de solidaridad y colaboración en la primera escuela 100% sustentable y pública de Chile: Escuela Lo Zárate.
Álvaro Medina Riquelme se desempeña como docente de religión y como encargado de convivencia escolar en dos de las tres escuelas rurales de la comuna de Cartagena, región de Valparaíso de Chile. Estas escuelas son San Francisco y la Escuela Lo Zárate, ambas ubicadas en la localidad de Turco. Esta última escuela, Escuela lo Zárate, es la primera escuela sustentable y pública de Chile; ahí es donde Álvaro desarrolla el taller de huerto y granja psicoeducativa.
El enfoque de esta escuela 100% autosustentable está en trabajar día a día para tener un ambiente de protección y resguardo, en donde niñas y niños puedan desarrollar todo su potencial académico, habilidades y sueños.
“Veo lo público como lo comunitario. Es una comunidad donde todos y todas tienen un espacio”, señaló el profesor Álvaro.
El enfoque sustentable viene a complementar este primer aspecto. La sustentabilidad es vista desde la cooperación, sincronía y servicio hacia el otro; entendiendo a todos/as como sujetos válidos y dignos. Este enfoque les ha permitido beneficiar a sus estudiantes, permitiéndoles beneficiarse con el entorno –de recursos naturales y desechos– y la comunidad civil. De este modo, la sustentabilidad viene a complementar los valores de esta escuela: protección y búsqueda del bien común.
Desde el punto de vista de Álvaro, la sustentabilidad es una muy buena herramienta para avanzar en los desafíos. No solo por la pandemia, sino por la crisis medioambiental y para todos los cambios que experimentamos a lo largo de la vida.
La sustentabilidad, vista de ese modo, nos posiciona en una lógica solidaria; donde no se puede avanzar sin el ambiente y la comunidad. “La sustentabilidad hoy es un sustento de salvataje y regeneración”, indicó Álvaro.
Pero, ¿cómo era la vida de esta comunidad antes de la pandemia?
“Hermosa”, señaló Álvaro al responder esta pregunta. La dinámica diaria era distinta a las escuelas comunes, la vida de campo y, por lo tanto, la vida educativa rural tiene un ritmo más empático y contemplativo que en la ciudad.
Todo era muy comunitario –y lo sigue siendo–, según las palabras del profesor Álvaro. Los estudiantes compartían en una dinámica multigrado y los profesores siempre han trabajado de forma colaborativa.
¿Qué pasó durante la pandemia?
Actualmente, Álvaro junto a su equipo, han visto e intervenido sistemáticamente en la necesidad de igualar las condiciones –y las oportunidades– contextuales de los/as niños/as.
Con el contexto de la pandemia, quedó claro que para aprender no solo se requiere de lo académico, sino que es fundamental resguardar las condiciones básicas en la familia. Se debe priorizar la alimentación, los insumos básicos y equipos fundamentales para que un/a estudiante pueda sentarse frente a una plataforma o equipo tecnológico y aprender.
“Estoy más que convencido que la escuela debe ser un factor colaborador y protector en los contextos que hoy abrazan a niños y niñas, es decir, en las necesidades de las familias”, enfatizó Álvaro.
La enseñanza de la escuela se trabaja sistemáticamente, basada en la priorización curricular y, junto a ello, se mantienen aspectos de formación identitarios de la escuela, como el sello medioambiental y la identidad rural.
Gran parte de las gestiones que se requieren suponen Internet, por ello han tenido que adaptar su estructura de trabajo.
La planificación se ha basado en los recursos que las familias informan que tienen. Debido a eso, han trabajado con las redes sociales gratuitas, que no suponen el consumo de datos. “Cabe mencionar que hoy corroboramos que este insumo no debe ser una opción, sino un derecho para hablar de igualdad en educación”, indicó el profesor de religión.
Además, han buscado otras formas de conectividad como la radio.
En esta línea, el rol que cumplen los apoderados en este contexto es fundamental. Más que nunca son garantes del acceso a la educación de sus hijos/as. Esto dado que los/ alumnos/as son pequeños, por lo que no pueden pedirles redes sociales. Así que, deben trabajar de manera periférica por medio de las redes sociales de las madres, padres o cuidadores.
“Reconozco y agradezco el enorme esfuerzo que han hecho las familias, han asumido un rol protagónico pese a pasar por dificultades. Han sido fundamentales para llegar a los/ alumnos/as”, recalcó Álvaro.
Los docentes de esta escuela están al servicio de sus alumnos/as y dispuestos a ampliar sus horizontes. Los docentes son vitrinas para que sus estudiantes puedan conocer realidades, experiencias, ideas, oficios y, con ello, puedan realizar todo lo que se propongan. Esta es la base de la vocación de los/as docentes que trabajan en la primera escuela 100% sustentable de Chile.
“Me inspira ser testigo de cómo nuestros/as estudiantes logran encontrar vínculos sanos y nutritivos, relaciones basadas en la dignidad y en la validación de sí mismos/as. Me sostengo en mi compañero o compañera, en el ambiente, en el contexto, en todo”, explicó Álvaro. Esa es la base de su modelo educativo sustentable y sostenible.
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