Conoce cómo los estudiantes de la Escuela Lo Zárate aprenden sobre responsabilidad, empatía y paciencia con animales y un huerto.
La Escuela Lo Zárate es una de las tres escuelas rurales de la comuna de Cartagena, en la región de Valparaíso de Chile. Esta escuela es la primera institución educacional sustentable y pública del país; y es ahí donde tres profesionales desarrollan el proyecto de granja psicoeducativa, un lugar en donde los/as estudiantes pueden aprender en contacto con el entorno.
Álvaro Medina, docente de religión, es el responsable del taller de la granja psicoeducativa, junto a Carla Bahamondes, trabajadora social y Jacqueline Salazar, psicóloga y coordinadora de convivencia escolar comunal. Este es un proyecto que se gestó a partir del buen clima escolar. El profesor de religión, Álvaro, lo materializó, lo pensó, y le dio vida; incluso hoy, bajo el contexto de pandemia.
Desde un inicio, la construcción de esta granja psicoeducativa fue un desafío.
Esta granja fue construida desde una acción de autogestión de docentes y estudiantes. Pese a no tener dinero, materiales ni constructores, pidieron ayuda a otra escuela rural del sector, la Escuela San Francisco, desde ahí se donaron materiales de construcción.
Con el apoyo del director de la escuela, Juan Rojas Silva, toda la comunidad ayudó a crear la granja, pero los/as estudiantes fueron los/as protagonistas. Todos/as aprendieron cómo armar un techo, una reja, una puerta y mucho más.
“Es una experiencia que marcó la definición de escuela como comunidad”, señaló el docente Álvaro.
Con constancia y en comunidad, el 6 de agosto del 2018 inauguraron la granja, cortando un listón conmemorativo y dando la bienvenida a las primeras 4 gallinas. Luego, en el año 2019 y con ayuda del maestro constructor de la escuela, midieron, cuadraron y construyeron un ovejero. Posteriormente, un conejero en el que –nuevamente– la autogestión fue el motor de la iniciativa.
Como escuela, empezaron a darse cuenta de la potencialidad de los animales en el espacio educativo
“Descubrimos que los animales, además de desarrollar el sentido de responsabilidad con otros, contribuyen a fomentar una cultura de buen trato y a ponerse en el lugar de los otros”, señaló la Trabajadora Social de la escuela, Carla Bahamondes.
Fue allí cuando investigaron las ventajas de tener animales y cómo estos pueden apoyar el proceso de aprendizaje de los/as niños/as. Por eso, les interesó concretar este espacio, como un lugar donde se potencien comportamientos prosociales que, en un futuro, ayuden a los/as estudiantes.
Con esta granja los/las estudiantes aprenden de responsabilidad y de empatía
Además de vincularse con el sentido de la responsabilidad al cuidar al animal para que esté sano, también desarrollan la capacidad de ponerse en el lugar del otro. “Los niños de nuestra escuela empatizan con los animales y los tratan con cuidado, entonces cuando hacemos el ejercicio de pensar cómo se sentiría el conejo podemos intervenir en distintas situaciones”, explicó Carla Bahamones, la trabajadora social.
El hecho de tener animales también hace que los/as alumnos/as se reúnan alrededor de estos, observen y toquen. Esto, potencia la capacidad de socialización de los/as niños/as y la paciencia. “En un principio los animales no se dejaban tocar por miedo, entonces la paciencia fue fundamental, así como el control de la ansiedad”, comentó Carla.
En esa instancia también hay habilidades relacionadas con el trabajo rural, como el cuidado del huerto, la mantención de la granja, la alimentación y cuidado de los animales. “En la granja hemos querido hacer un fuerte trabajo de rescate de la realidad rural. Algo que viene de sus familias, aprendido de sus abuelos y sus padres”, dijo Álvaro.
Producto de la pandemia se tuvo que reubicar a los animales, dado que necesitan estar vigilados. Por lo tanto, la comunidad que colaboró con la construcción de la escuela sustentable –que residen muy cerca de la escuela– están con ellos en una parcela.
La granja, este año, ha llegado a los/as niños/as a través de fotos de los animales. Sin embargo, el proyecto en general ha sufrido a raíz de la pandemia porque está pensado como un espacio de contención y de aprender conviviendo físicamente con otros, así que no han podido reestructurarlo al 100%.
“La comunidad me colabora alimentándolos, y yo voy en la medida que los cordones sanitarios me lo permiten, para dejarles alfalfa y alimento. Además, para estar con ellos, porque les extraño mucho”, contó Álvaro.
Con esta granja, los docentes buscan que los/las estudiantes entiendan la importancia del trabajo en equipo
Un gran ejemplo, el ver el trabajo que realizan las lombrices que abonan y nutren la huerta que los alimenta, junto con sus aves y animales que, a su vez, se relacionan desde el buen trato. “Me produce una esperanza tremenda y gratitud de saber que soy parte de esta reciprocidad”, dijo el profesor Álvaro.
Por ello, con la experiencia de la granja psicoeducativa, han acuñado el concepto de reciprocidad sistemática. “Con este concepto entendemos que la comunidad escolar es un sistema de servicio en pro del bien común y la granja lo refleja”, señaló el alma del proyecto, Álvaro Medina.
Este proyecto también incorpora valores asociados a la inclusión.
Los animales conviven todos en un mismo lugar, es decir, tienen sus propias estructuras para dormir y tienen un espacio común donde pasan gran parte del tiempo. A pesar de las diferencias de estos animales, ellos pueden convivir. “Eso los niños lo ven muy bien, incluso los niños entran en la granja, donde las ovejas y las gallinas andan ahí, todas juntas, como si nada”, comentó Carla.
Gracias a todos los beneficios que estaba entregando la granja, desde el año pasado el proyecto es parte de integración con contenidos de Matemática, Ciencias, Historia y Lenguaje. Además, el foco de la escuela es que el aprendizaje no se centre solo en el aula, sino que lleven el concepto de aula a la experiencia.“
“Todo es aula y, por tanto, todos somos un poco maestros y estudiantes. Así se expande la concepción unilateral del estudiante mirando fijo una pizarra, porque la pizarra es la tierra, el huerto, los animales, las gallinas y la naturaleza”, aseguró Álvaro. Así lo reflejan estos espacios en la Escuela Lo Zárate.
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