Mana Hashimoto, una coreógrafa y bailarina profesional no vidente, dicta un taller de danza en Nueva York que permite a sus estudiantes con discapacidad visual, vivir y experimentar este medio artístico de una forma única.
La Escuela de Música Filomen M. D’Agostino Greenberg, es una institución comunitaria para no videntes y personas con discapacidad visual en Nueva York. Allí trabaja Mana Hashimoto, una coreógrafa y bailarina profesional que a través del tacto y el movimiento corporal, ha encontrado la manera de que sus alumnos se acerquen a la danza, un medio artístico con un fuerte y atractivo componente visual.
Hashimoto nació en Japón y su capacidad visual era absoluta.
Según The New York Times, en su adolescencia, decidió estudiar ballet clásico para convertirse en bailarina profesional. En esa etapa de su vida su vista comenzó a deteriorarse debido a una atrofia en el nervio óptico. Los médicos le aseguraron que no perdería la visión por completo y entonces, decidió viajar a la ciudad de Nueva York para continuar sus estudios. Sin embargo, a los 12 meses, Hashimoto perdió la vista y con ella, su seguridad. Ser bailarina sería prácticamente imposible y de hecho pensó en renunciar a su pasión. No estaba segura cómo podría ver a sus instructores, cómo podría memorizar los pasos, ver las posiciones de los otros bailarines o incluso evaluar sus propios movimientos frente al espejo.
Entonces, una amiga le sugirió que tomaran una clase juntas. De esta forma, a través del tacto y de las instrucciones verbales, Hashimoto podría memorizar y refinar sus movimientos.
La profesora de ambas alumnas se conmovió hasta las lágrimas al verlas y entonces, Hashimoto entendió que aunque no podía ver, sí tenía algo más que ofrecerle a este tipo de arte. Desde entonces, no sólo baila sola en los escenarios, también transfiere su propia experiencia y sus aprendizajes a todos los alumnos que hacen parte de sus talleres.
¿Cómo lo logra? Esta profesora conecta el tacto, el sonido e incluso el aroma con la interpretación de la danza y los movimientos que nacen de dicha interpretación. “Creo momentos de quietud y oscuridad para comenzar a ser conscientes del resto de los sentidos que tenemos”, dice la profesora al mismo medio. El tacto es especialmente importante pues a través de éste, muchos de sus alumnos logran imitar los movimientos que sienten a través del cuerpo de la profesora. Madeline Mau, es uno de esos casos. Esta alumna, de sólo 11 años, tiene una visión limitada que sólo le permite percibir la luz, la sombra y los colores brillantes. Ella según explica en The New York Times, se siente agradecida con Hashimoto, pues le ha permitido traducir la danza en algo que comprende y en algo que es mucho más un medio visual.
A través del movimiento corporal, Hashimoto permite que sus estudiantes vean la danza con otros sentidos.
Ellos siguen sus movimientos con sus manos, recorren sus brazos para captar sus posiciones y ella los invita a que sean parte de una experiencia que es totalmente auténtica, natural e inclusiva. No sólo porque participan personas con discapacidad visual, sino porque esta profesora incluso ha creado espacios, como su taller “Bailar sin ver”, para brindar una nueva experiencia a los espectadores que sí pueden ver. A este taller, ella invita a las personas que pueden ver y a las que tienen una discapacidad visual. Los participantes que pueden ver cierran sus ojos con una venda y exploran el espacio de danza de Hashimoto, descubren cómo vibra el espacio, sienten texturas y las disposición del espacio. De esta forma, viven también la experiencia del otro.
La historia de esta bailarina es muy potente, no sólo porque a pesar de su limitación visual decidió seguir bailando, sino porque además encontró la manera de transformar su pasión en una herramienta para incluir a otras personas y potenciar sus habilidades. De su propia experiencia, nace un proyecto que integra a través del arte y le da a los niños y los jóvenes los instrumentos que necesitan para confiar en ellos mismos y en quienes los rodean. Bien dijo Ken Robinson que la danza “es la expresión física a través del movimiento y el ritmo de las relaciones, los sentimientos y las ideas” y esta profesora está logrando justamente eso: que sus alumnos además de aprender danza, desarrollen habilidades para la vida a través del sonido, del tacto, de las ideas, de las relaciones de confianza y de aquel movimiento que no ven, pero sí sienten.
¿Cómo enseñarle danza a quienes no ven?, The New York Times.
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