“Los niños que se dedican al activismo aprenden habilidades sociales de la vida real, como el trabajo en equipo, la planificación, la estrategia y la comunicación. Escuchan argumentos éticos y forman los suyos”.
Cuando la escritora Carolina Paul era una niña, le aterraba la “lluvia ácida”. Se hacía muchas preguntas con respecto al tema, creía que era algo que podía comerse la cara de las personas y que por culpa de esto, los animales salvajes no podrían sobrevivir. Entonces, decidió mandarle una carta al presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon. Quería respuestas y no las obtuvo… recibió de vuelta una carta, pero ésta simplemente mencionaba algunos puntos sobre la importancia de los niños que se preocupan y lo peor, la carta tenía una firma que en realidad no era una firma… era sólo un sello. Con tan solo 9 años, Caroline se dio cuenta, no sabía qué más hacer para obtener respuestas, (tampoco sus padres) y sintió una gran decepción.
Mirando hacia atrás, cuenta la autora en un artículo en blog de TED Ed, le hubiera encantado saber algunas “tácticas” de activismo, pues de haberlas tenido, probablemente su lucha se hubiera extendido.
“Ojalá me hubieran enseñado conceptos como el privilegio, el prejuicio y la interseccionalidad a esa tierna edad, y no torpemente hasta la adultez temprana, cuando era ignorante acerca de las fuerzas sociales primordiales”, afirma Caroline quien está convencida de que los niños, desde muy pequeños, también pueden aprender a ser activistas.
En su más reciente libro, You Are Mighty: A Guide to Changing the World, Carolines ofrece tácticas de protesta para niños pequeños. Por esto, ha recibido muchas críticas –incluso de amigos–, en sus redes sociales, donde algunas personas han dicho que los niños sólo deberían ser niños y son sus padres quienes deben tomar las riendas del activismo. Enseñar a los niños a ser activistas, decían algunos amigos críticos de su obra, significa enseñarles a asumir responsabilidades de adultos y robarles otras cosas propias de los niños como la risa o el espíritu despreocupado.
Caroline entiende por qué es criticada, pero también considera que hay algo en este discurso que no es coherente.
Evitar que un niño aprenda sobre activismo, no lo aísla de la injusticia y de otras cosas que suceden en el mundo. Los niños ven miseria, saben que hay inundaciones, incendios forestales, terremotos, huracanes y otros problemas asociados al cambio climático. Algunos incluso han sido víctimas de bullying o racismo, y yendo más lejos, en las escuelas de Estados Unidos, los estudiantes incluso tiene que someterse a simulacros que les permitan protegerse de posibles disparos. Pero incluso si un adulto piensa que ha logrado mantener a un niño separado de estas realidades, existe otro elemento que puede destruir esa barrera protectora: internet. “El hijo de 10 años de un amigo recientemente regresó del colegio con esta pregunta: “Mamá, ¿qué es una amante?”, cuenta Caroline en su artículo.
¿Qué quiere decir ella con todo esto? Que si bien es fuerte oírlo, alejar a los niños del activismo no es una protección.
Contrario a esto, puede ser una forma de NO prepararlos para el mundo real. “Este es el gran secreto no tan secreto: los niños saben lo que está pasando”, dice la autora y además, también tiene la capacidad de entenderlo y molestarse por ello. Los niños son muy conscientes; los estudios incluso dicen que aquellos que tienen tan sólo 15 meses entienden algo acerca de los tratos equitativos. Esto quiere decir que de alguna manera, ellos entienden problemas relacionados que son mucho más complejos, como el racismo, el sexismo y el clasismo. Lo importante es entender que debajo de éstos también hay conceptos más simples con los que los niños pueden identificarse. Y “como ya perciben las desigualdades, los adultos necesitamos ayudar a los niños a entenderlos”, afirma Caroline.
Esta es la apuesta de la escritora, que los adultos (sean padres o profesores), no le enseñen a los niños a ignorar un problema social, sino que lo expliquen y aún más importante, que enseñen a responder a éstos con tácticas indicadas. ¿Por ejemplo? Desde un voluntariado y una recaudación de fondos, hasta una marcha. Estos compromisos cívicos no sólo fortalecen, sino que también pueden fomentar ese espíritu despreocupado que mencionaba algún amigo de Carolien. También hay muchos otros beneficios, explica Caroline.
“Los niños que se dedican al activismo aprenden habilidades sociales de la vida real, como el trabajo en equipo, la planificación, la estrategia y la comunicación. Escuchan argumentos éticos y forman los suyos”.
Además, dice la escritora, si bien algunas acciones se pueden dar en las redes sociales, algo propio del activismo es que pone a los seres humanos frente a frente y esta interacción es vital… es vital en un tiempo donde los niños están pasando demasiadas horas al día frente a las pantallas.
Las conversaciones sobre justicia social u otros temas relevantes, pueden ser desafiantes, sin embargo, lo más clave es no ignorar el tema, pues como menciona la autora, los niños encontrarán la información sin apoyo… encontrarán información a medias. En ese sentido, ser un guía, es fundamental no sólo para que ellos tengan el acceso que merecen, sino también para garantizar el futuro de la igualdad, de la democracia y otros factores sociales de los cuales los niños también serán parte.
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