Rahmatullah Arman tuvo un sueño, ofrecer educación de calidad a todos los niños y niñas de un país azotado por la violencia. Así lo está logrando.
Cuando el profesional Rahmatullah Arman decidió volver a Afganistán después de haber estudiado y trabajado como docente en escuelas necesitadas de India, fue testigo de algo: su país seguía siendo un territorio con 3.6 millones de niños que no iban a la escuela, un país donde los profesores no estaban calificados, donde un 75% de los estudiantes dejaban la escuela a los 15 años y donde el analfabetizmo adulto rondaba el 60%. Además, un país donde a menudo (para sorpresa de él), las escuelas no tenían sillas, pupitres y profesores, pero a pesar de eso estaban llenas.
“Vi familias que llevaban a sus hijos a la escuela, incluso cuando podía haber una explosión en cualquier momento, con todos los problemas de seguridad de los que todos somos conscientes, y sin embargo todavía hay nueve millones de niños en la escuela. Vi la esperanza que tenían las personas, el espíritu de no rendirse. Han perdido sus futuros, pero sus hijos quizás tengan uno”.
Educación de calidad para todos
Inspirado por esta compleja realidad, Arman se convenció de que podía darle a todos esos niños, no sólo educación, sino una educación afgana de calidad. Así, en 2013 empezó a crear, junto a la organización global Teach for All, un proyecto llamado Teach for Afghanistan a través del cual se buscaron profesionales y líderes dispuestos a cambiar la vida de todos estos niños. Algo increíble ocurrió con esta iniciativa: se recibieron 3.000 aplicaciones de personas que venían de universidades afganas y cumplían con los requisitos necesarios para educar. De esos 3.000, sólo se necesitaban 80. Hoy, esos 80 profesionales afganos están educando a 23.000 niñas y niños en 21 colegios diferentes de la provincia de Nangarhar. Además de recibir capacitaciones y entrenamiento en liderazgo.
Cambio de mentalidad
La 80 personas que hoy educan a miles de niños, no sólo están cumpliendo un importante papel: educar, están intentando también generar un cambio en la mentalidad (a largo plazo) de ciertas tradiciones afganas que sugieren que las mujeres por ejemplo, están lo suficientemente educadas cuando simplemente aprenden a leer y a escribir. El objetivo es justamente romper con esa idea para demostrar principalmente a las niñas, que educarse bien y conseguir un buen trabajo, no significa dejar de lado sus tradiciones. Porque una mujer, si así lo quiere, está capacitada para lograr todo lo que se propone y mucho más.
Hay una historia: una profesora llamada Manzoora escuchó que unos padres iban a sacar a sus dos hijas (de 14 y 15 años) de la clase. Ella les rogó que no lo hiciera y que fueran a observar las lecciones. La madre lo hizo, estuvo presente, habló con Manzoora y después de pensarlo bien, decidió que sus hijas siguieran estudiando.
A pesar de la violencia
A pesar de las manifestaciones de violencia a la que se enfrenta la comunidad afgana, este proyecto ha logrado relaciones muy positivas con los líderes religiosos y no religiosos de la comunidad demostrando que sí vale la pena. Desde que empezaron, dice Arman, no han presenciado ningún ataque hacia los estudiantes o los líderes profesionales que hacen parte de esto. Además, quienes son realmente profesores han aprendido a aceptar a estas personas como colegas. Lo cual resulta fundamental si se está trabajando en pro de la educación en un país sumergido en un mar de violencia.
De hecho Arman está convencido de que la educación es la forma más efectiva de hacer frente al extremismo y terrorismo, y cita una de las frases más célebres de la activista Malala Yousufzai: “No quiero matar a los terroristas, quiero educar a los hijos de los terroristas”. Ahora, con la ayuda de la Fundación Malala, el proyecto liderado por Arman ha encontrado a 30 profesionales más (hombres y mujeres) que están dando clases en escuelas de la provincia de Parwan. ¿El objetivos? “Invadir” 34 provincias con más profesores y profesionales con vocación de docentes para minimizar el impacto de la guerra y demostrar que todos los niños, sin importar su contexto, pueden aprender.
Leave a Reply