Tres profesoras chilenas compartieron con nosotros historias que los han marcado y que reflejan la importancia de creer en los estudiantes, para que ellos puedan creer en sí mismos. Por estas y muchas otras razones, ¡hay que creer!
Los expertos han dicho que el aprendizaje de un niño puede llegar a estar determinado de forma positiva o negativa según el tipo de educación que recibe. Específicamente, si un estudiante es educado bajo las creencias de padres o profesores de mentalidad fija, es decir aquellos que piensan que la inteligencia y las habilidades no se pueden desarrollar a través del aprendizaje, éste se posicionará frente a los procesos de aprendizaje desde una lógica de “tener la capacidad o no tener la capacidad”. ¿Qué significa esto? Que la posibilidad que tiene un estudiante de aprender algo nuevo y mejorar, se anula por completo. Entonces, a un niño que desde muy chico le dicen que no es bueno para las matemáticas, se convencerá de eso, lo que impactará más adelante en sus resultados académicos y en su vida.
Esto quiere decir que aquello que padres y profesores creen sobre sus hijos o estudiantes, impacta directamente en lo que ellos creen de sus propias habilidades. Dicho esto, los estudiantes necesitarían entonces, educadores y guías con una mentalidad opuesta a la fija (mentalidad en crecimiento), una mentalidad a través de la cual se asumen los defectos, se persevera y se cree en la mejora y el desarrollo de habilidades a partir del aprendizaje. En palabras simples, se trata de creer que todos los niños tienen capacidades que se pueden potenciar a través de herramientas que, desde sus habilidades, les permitan cumplir objetivos dentro y fuera de la sala de clase.
Estas 3 profesoras están de acuerdo con esto y para demostrar el poder de creer, compartieron con nosotros algunas historias que cambiaron sus vidas y las de sus estudiantes:
1. La historia de Teresita Echenique, profesora de Educación Básica en el Colegio Santa Úrsula
“El año pasado, a principio de año les pasé a las alumnas de cuarto básico una hoja a cada una en donde les preguntaba por sus intereses personales y sobre lo que les gustaría aprender en la asignatura de Ciencias Naturales. La mayoría de las alumnas me llenaron la hoja, pero hubo una alumna que me sorprendió puesto que con letras muy grandes escribió en toda la hoja: “NADA”. Preocupada me acerqué a conversar con ella y me explicó que no le gustaba el colegio y no le interesaba aprender nada. Yo insistí en la pregunta hasta que me contó que lo único que le gustaba eran sus clases de gimnasia artística que las hacía en otra institución en las tardes y que se quería dedicar sólo a eso. Le dije que me parecía maravilloso su interés y la motivé para que me fuera contando durante el año cómo le iba en su entrenamiento. Pareció un poco sorprendida de que yo no le insistiera en que le debía gustar el colegio.
Efectivamente la alumna no parecía motivada por nada de lo que pasamos en la unidad y sus notas eran muy bajas; yo trataba de motivarla en clases, pero no hacía las tareas ni estudiaba para los controles y pruebas. En la segunda unidad empezamos a ver el Sistema Locomotor y se me ocurrió recomendarle después de la clase que nos hiciera una presentación de gimnasia artística que tuviera que ver con los huesos y músculos al frente de la clase. Al fin pude ver un brillo en sus ojos cuando le dí la idea y me fui feliz pensando que se había motivado con algo. Honestamente esperé una presentación de gimnasia común más que una presentación académica, pero estaba profundamente equivocaba…
El día de la presentación, la alumna no sólo nos hizo movimientos de gimnasia llenos de gracia y proeza, lo más increíble fue que nombró todos los huesos y músculos involucrados en sus piruetas; y nos explicó cómo y para qué servían todos los tipos de elongaciones. Sus compañeras quedaron muy sorprendidas pues era una alumna que participaba muy poco, por lo que la reforzaron con elogios y un gran aplauso. Después de la clase me acerqué a ella y le agradecí lo mucho que aprendí con su presentación; le dije que había sido extraordinaria y que estaba segura que le iba a ir muy bien en las evaluaciones de esa unidad.
Después de esa experiencia su comportamiento dio un vuelco. Participó activamente de las clases y aportó con muchos otros datos importantes sobre el Sistema Locomotor. Habían cosas de la unidad que no entendía muy bien, pero por primera vez la vi interesada en aprender, mejorar y estudiar. Lo que más me sorprendió es que sus compañeras le empezaron a preguntar lo que no entendían y ella las ayudaba muy entusiasmada. Finalmente, en la prueba de unidad obtuvo nada menos que un 7.0, pero lejos lo mejor de la experiencia fue que después de entregarle su nota me comentó: “ahora no sólo me gusta la gimnasia artística, también me gusta Ciencias Naturales”. Fue uno de los momentos más gratificantes de mi carrera”.
2. La historia de Catalina Padilla, profesora de historia del Liceo N°1 Javiera Carrera
“Conocí a Paulina en segundo medio. Era una estudiante participativa en clases de Historia con comentarios críticos y opiniones fundamentadas, pero, aún más maravillosos eran sus dibujos. Segundo medio es un año complicado en este colegio, porque los estudiantes deben “definir” si son humanistas o científicos. Entonces ¿dónde encajaría su talento artístico? Malas decisiones, presiones y prejuicios, hicieron que Paulina tuviese un tercero medio al punto del colapso al elegir electivo matemático… ¿Matemático? Sí, y fui testigo de sus angustias, preocupaciones, desvelos y frustraciones. Pero siempre estuve ahí, siempre creí en ella su hermoso talento artístico: dibujos que también plasmaban su angustia. En cuarto medio, Paulina optó por electivo humanista, un espacio en el cual se sentía más cómoda, sin embargo, no completa… Como profesora de Historia, insistía en que ese era su espacio y que una vez saliendo podría cumplir a cabalidad sus sueños, sin embargo, ¿por qué esperar? Paulina no sólo me enseñó la importancia de creer, también me enseñó a no esperar, a seguir sueños y romper los esquemas establecidos. “Profesora me quiero ir del liceo”, esas fueron las dolorosas palabras que me dijo, pero comprendí que sus sueños estaban afuera y la apoyé en su decisón. Paulina fue aceptada para trabajar en una revista mexicana de Manga Latino, hecho que demostraba que su talento era único y necesitaba todo el apoyo del mundo para seguir creciendo. Hoy Paulina estudia diseño digital, es portada de la revista mexicana, dibuja, disfruta, sonríe y me sigue enseñando que en la vida hay que seguir los sueños y más… Siempre creí en ella, y estoy segura que seguirá creciendo más y más”.
3. La historia de Ana Karina Tapia, profesora de Educación Básica en el Colegio Sao Paulo
“En el año 2015 di clase de Lenguaje y Comunicación en segundo básico de mi colegio. En ese curso había un niño llamado Elías. Cuando Elías estaba en primero básico (2014) tuvo varias dificultades para aprender por ser muy inquieto y tuvo varios conflictos de conducta. Su apoderado era constantemente citado a entrevistas por lo mismo. Pero ese 2015 la situación para Elías fue muy distinta. Junto a mi amigo y colega Daniel Escobar (profesor de Historia), nos enfocamos en Elías para motivarlo, enseñarle y que la pasara después de un año difícil, bien en clases. El papá de Elías comenzó a notar un cambio en el niño, conversaba con nosotros y nos agradecía nuestro trabajo, pues Elías le contaba todo a sus padres y siempre hablaba de nosotros. Elías comenzó a subir sus notas, a preocuparse por cumplir sus labores en el colegio. El año pasado cuando Elías ya estaba en tercero básico, nuevamente le hicimos clases y el cambio fue muy notorio: excelentes notas, buen comportamiento, muy participativo y buen amigo. Este año, Daniel y yo ya no le hacemos clases a Elías, sin embargo siempre me busca en los recreos, me abraza y me dice que me extraña. Su profesor Daniel trabaja ahora en el extranjero, pero Elías siempre le envía saludos conmigo, hasta le envió un video. Esta historia con Elías es significativa para mí y mi ex colega y amigo Daniel, pues demuestra que sólo hecho de creer en nuestros estudiantes, entregándoles la confianza que necesitan para cumplir sus objetivos , puede marcar un antes y un después en la vida de los niños. Elías hoy es un niño más autónomo, responsable, participativo y amigable, y eso me alegra demasiado”.
Por estas y muchas otras historias que a diario nacen en las salas de clase ¡hay que creer!
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