Un día, mientras recolectaba basura por la ciudad, José Alberto Gutiérrez encontró un libro de León Tolstoy. Desde entonces nunca se detuvo, decidió salvarlos a todos para llevarlos a las comunidades menos favorecidas. Esta es su historia.
Desde hace varios años, José Alberto Gutiérrez se ha dedicado a recolectar basura en las calles de Bogotá, Colombia. Como conductor de camión de basura, le ofrecieron un circuito que incluía zonas del occidente de la ciudad. En aquellas rondas nocturnas de recolección, José Alberto empezó a encontrar algo que cambiaría la vida de muchos niños de escasos recursos: libros desechados. El primer libro que encontró entre la basura fue un ejemplar de Ana Karenina de León Tolstoy, edición Bedout, impreso en 1967, obra que se conviritó en el inicio de una aventura que hoy le permite abarcar varias comunidades del país, entre éstas, su propio barrio (Nueva Gloria) ubicado en una zona marginal de la ciudad. Fue así como este hombre se conviritó en un todo héroe. Un héroe que rescata libros, grandes tesoros de la literatura que de lo contrario, terminarían sepultados junto a cáscaras de fruta y papeles sucios.
“La fuerza de las palabras”.
Hoy, la casa de José Alberto, donde vive con su esposa Luz Mary y sus hijos, se convirtió en una biblioteca de libros abandonados. Un total de aproximadamente 20.000 libros posan agradecidos en esta casa en la que cuelga un pendón con el nombre de la biblioteca: “La fuerza de las palabras”, aquellas palabras que inundan cada rincón de su hogar y brindan posibilidades a los niños de su barrio y de Colombia que tienen un acceso más limitado a los libros. “Nosotros somos un puente entre las personas que tienen libros y los que no tienen nada”, dice José Alberto.
Todos los días, después de las dos de la tarde, llega una ráfaga de niños que revolotea por la casa de este recolector de tesoros que se apilan en cajas por todo el lugar, aquel lugar que con el paso del tiempo se ha ido sumergiendo en una marea de obras literarias de ficción y no ficción, libros de ciencias, matemáticas y todos aquellos libros que las madres de la comunidad necesitaban para apoyar la educación de sus hijos en las escuelas. En cuestión de meses, recolectando de 50 o 60 libros por noche, la casa de esta familia se conviritó en un eje de aprendizaje, su esposa se conviritió en bibliotecaria y sus hijos en cuenteros e incluso titiriteros. José Alberto sigue recorriendo la ciudad de seis de la tarde a las seis de la mañana recolectando libros, su esposa ahora gestiona la apertura de 11 bibliotecas que le han encargado a lo largo de todo Colombia y mientras tantos, hijos y cuñados gestionan talleres lúdicos en Nueva Gloria.
“La lectura es el símbolo de la esperanza”
Este héroe de la comunidad repite una y otra vez esta frase: “la lectura es el símbolo de la esperanza” y no se equivoca. Es la lectura un derecho que todos los niños del mundo deberían tener, una práctica necesaria que no sólo fortalece el desarrollo del lenguaje los niños, sino que también contribuye a acortar brechas sociales y culturales, promueve el acceso a la información, formando así seres humanos críticos, reflexivos y participativos. Pero para formar grandes lectores se necesitan libros, muchos libros que alimenten los procesos de formación que se llevan a cabo en la escuela y en la casa. José Alberto entendió esto y desde su humilde trabajo supo cómo transformar un sólo libro, aquel que encontró por primera vez, en el gran proyecto de lectura que hoy contribuyen a la educación de muchos niños alrededor de su país. José Alberto quiere poner a leer a Colombia y paradójicamente a través de la basura, lo está logrando.
¡Bravo por su trabajo!
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