Trabajar el séptimo arte, como un aliado de los contenidos, puede ser un gran desafío, por eso hay ciertas consideraciones básicas que hay que tener. No se trata de ser solo espectadores.
Muchas veces, en la asignatura de Historia y Ciencias Sociales, los/las docentes tendemos a trabajar con películas que introducen, abordan o profundizan un determinado tema, o que están ambientadas en una determinada época. Si bien pienso que dicha forma de emplear el cine en el aula puede ser muy atractiva, creo que debiéramos apuntar a trabajar las fuentes audiovisuales con mayor profundidad, análisis y considerando otras perspectivas.
El efecto de realidad que genera el cine en nuestros cerebros es tal, que fácilmente comparamos la información de la pantalla con la realidad misma. Por lo tanto, cuando solo apretamos play y dejamos que la película haga su trabajo, fácilmente podemos estar contribuyendo a crear o perpetuar errores históricos, simplificaciones burdas o estereotipos que pueden ser muy dañinos para nuestra comprensión del pasado y/o del presente.
Mirado de otra forma, como docentes nos estamos perdiendo miles de oportunidades para hacer mejor nuestro trabajo en términos de contribuir al desarrollo de mentes más despiertas y creativas.
En esa línea, toda película puede ser analizada productivamente como una fuente histórica
Cualquier género cinematográfico puede abrirnos una puerta para reflexionar sobre alguna dimensión de la realidad.
Es importante entender que detrás de cada filme, hay un punto de vista, hay un equipo realizador con una visión particular de la realidad y que está directa o indirectamente influenciada por el contexto. Incluso aquellos filmes basados en hechos reales o que se pretenden “objetivos” –algo muy común en el género documental– deciden incluir, omitir o magnificar ciertos aspectos de la realidad por sobre otros.
Por otra parte, y en relación con el punto de vista sobre la realidad que hay en cada filme, no podemos olvidar que el cine se vale de un lenguaje específico que permite al emisor transmitir un mensaje por medio de múltiples códigos como: imágenes, textos, música, sonidos, montaje, colores, luces, sombras, etc.
Siendo así, el cine nos insta a nosotros/as como docentes, a ser espectadores/as activos/as, para luego transmitir dicha mirada atenta a nuestros/as estudiantes, y contribuir al desarrollo de un pensamiento crítico.
Además, cuando vamos más allá del contenido y logramos conectar con la dimensión estética de un filme, conectamos también con la idea de que el cine es un arte, una forma creativa y compleja de expresión humana, y no solo un canal de comunicación que empleamos de forma utilitaria para abordar “didácticamente” y “de forma entretenida” tal o cual contenido.
Trabajar con el cine en el aula se vuelve un gran desafío
Hacerlo, implica que nos formemos en dicho lenguaje, pero es un tremendo regalo que podemos dar a nuestros/as estudiantes en pos del desarrollo de su creatividad, su pensamiento estético y su amor por el cine.
Por lo anteriormente expresado, cada vez que trabajamos con obras audiovisuales en clases, debiéramos abordarlas atentamente desde la perspectiva del fondo, como oportunidad para reflexionar sobre algún contenido o tema. También de la forma, como oportunidad para desarrollar el análisis del lenguaje audiovisual, el pensamiento crítico o la creatividad.
Personalmente, intento siempre trabajar con películas de buena factura en términos de forma y fondo. Aunque a veces, y por contraste, una mala película, bien analizada, puede ser una aliada poderosa para llamar la atención sobre los múltiples estímulos que nos golpean a diario, a través de las infinitas pantallas que pasan frente a nuestros ojos.
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