“No he inventado nada”, dice Silvia Díaz, una docente que le dio la vuelta a una antigua metodología para cambiar la forma como los estudiantes se enfrentan a las matemáticas.
Los rincones son espacios que se delimitan en la sala de clase para que los niños trabajen de manera individual o en pequeños grupos de forma simultánea en diferentes actividades de aprendizaje. Esta metodología es ideal pues permite dar cobertura a las diferencias, intereses y ritmos de aprendizaje de cada niño, poniéndolos así en el centro del aprendizaje como sujetos activos y autónomos. Además, favorece la diversidad de opciones de aprendizaje para los alumnos, de modo que se trabajan diversos temas de una forma integral, lúdica y enriquecedora.
El trabajo por rincones es especialmente conocido en el ámbito de la educación inicial y su nacimiento estuvo muy influenciado por grandes personajes que dividieron la historia de la educación inicial en dos. Algunos de ellos fueron: John Dewey, psicólogo y pedagogo norteamericano del siglo XX quien creía que la educación debía cubrir las necesidades actuales y no futuras, y que el alumno debía ser el centro de los proceso de aprendizaje y María Montessori, educadora, médico y científica pedagogía quien ideó un método (el de la pedagogía científica) que aboga por la educación progresista de la infancia.
Los rincones en educación media
Si bien la metodología se ha aplicado por muchos años en la educación inicial, Silvia Díaz, docente de matemáticas, física, química y economía, decidió implementarlo con alumnos de educación media con el fin de ayudarlos a superar su miedo hacia las matemáticas.
¿Cómo lo ha hecho?
Sus clases las divide en cinco rincones: geometría, resolución de problemas, lógica, cálculo y juegos matemáticos. Cada uno de estos rincones está compuesto por 20 juegos o ejercicios (algunos individuales, otros en grupos), y son los estudiantes los que deciden en qué rincón quieren trabajar cada día.
Todos los días ellos llegan a la sala, evalúan en una tabla de registro qué actividades han hecho y cuáles faltan por hacer y seleccionan lo que harán ese día. De esta forma no solo refuerzan los temas, sino que también aprenden a autogestionar su tiempo para llegar al final con todos los ejercicios completados.
Cada una de las actividades tiene la descripción del objetivo matemático que Silvia quiere que ellos trabajen y las instrucciones, de esta forma no invierte tiempo en explicar cada uno de los ejercicios y se dedica a apoyar a el estudiante o los grupos que necesitan más ayuda.
¿Qué ha logrado?
Además de acercarse a su estudiantes, Silvia ha logrado motivarlos a todos con esta metodología… incluyendo a quienes solían estar en guerra con las matemáticas. Los alumnos que antes tenían miedo, ahora incluso proponen nuevas actividades para trabajar por rincones en la sala de clase. Y si bien Silvia no inventó un nueva metodología, y ella lo sabe, su estrategia prueba que no hace falta reinventar la rueda para crear estrategias pedagógicas eficaces, innovadoras y llamativas para todos los estudiantes.
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