“La filosofía es por excelencia la disciplina que plantea las preguntas genéricas que pueden servirnos de introducción a otras disciplinas y prepararnos para pensar en las demás disciplinas”, Matthew Lipman, filósofo y educador estadounidense.
Formalmente, la filosofía se define como un “conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano”. En otras palabras, podría entenderse como la disciplina que enseña a pensar, a cuestionar, a sacar conclusiones, a aplicar respuestas críticas a problemas cotidianos y a vivir de forma reflexiva. Tradicionalmente, se ha considerado también como una materia abstracta y no es muy común que se asocie a la educación de los niños más pequeños. Sin embargo, podría decirse que los niños son filósofos en potencia, son capaces de cuestionar casi todo y encontrar conclusiones sorprendentes a reflexiones trascendentales.
De hecho algunos expertos como Matthew Lipman –filósofo y educador estadounidense–, han defendido los aportes de la filosofía al desarrollo de los más pequeños y por ende al desarrollo del bien común.
Tal como se explica en el periódico El Mundo, en los años 80, Lipman diseñó un programa educativo llamado Philosophy for children (Filosofía para niños). Como profesor de la Universidad de Columbia, el filósofo notaba que sus estudiantes eran capaces de recitar toda la historia de la filosofía de memoria, sin embargo, no eran capaces de lograr lo más importante: filosofar. Este hallazgo lo llevó a concluir que los colegios, debían ser recintos donde los estudiantes pudieran aprender a pensar, a cuestionar y formular juicios de razón. Si esto no ocurre en esta etapa, entonces sería demasiado tarde.
Con base en esto Lipman creó, primero, una serie de cuentos filosóficos para niños entre los 11 y los 12 años de edad. El objetivo era enseñarles, a través de estos, a ser críticos, a formular preguntas e intentar responderlas. Los libros llegaron a escuelas públicas en Montclair, New Jersey y el educador estudió, durante un año, el efecto de aquellas lecturas.
¿Los resultados?
Los beneficios de filosofar a través de estas lecturas se reflejaban en todas las áreas del conocimiento. Por esta razón, Philosophy for children se fue ampliando con nuevos libros para enseñar a los niños a filosofar. Además se diseñaron manuales para los profesores, en éstos se les explicaba cómo poner en práctica el proyecto. En 1986 el Departamento de Educación de Estados Unidos reconoció los beneficios de Philosophy for children, y desde entonces lo financia. Hoy, el proyecto de Lipman está presente en 40 países.
Lipman definitivamente logró probar que la filosofía, incluso en los niños más pequeños, es relevante. Y sigue siéndolo… Autores como Jordi Nomen profesor de Filosofía y autor del libro “El niño filósofo”, concuerda con esto y asegura que enseñar a los niños a filosofar, es vital pues les permite pensar y ser ciudadanos activos, comprometidos y por ende, capacitados para construir un mundo mejor desde el pensamiento y la acción. “Para contribuir al bien común, tenemos que poder pensar de manera lúcida y creativa, filosófica. Y eso es algo que se aprende en edad escolar o no se aprende”, asegura Jordi Nomen en El Mundo.
Pero, ¿cómo se estimula el pensamiento filosófico en niños y niñas?
Según Nomen, no es tan complejo como parece, pues los niños llegan al mundo con una curiosidad que se desborda. En ese sentido, se trata de tomar esa curiosidad y transformarla en una herramienta de pensamiento. Un ejemplo de esto es devolverles las preguntas que usualmente tienen, para que ellos mismo las respondan. Entonces, si un niño pregunta: “¿qué sentido tiene vivir sabiendo que al final todos vamos a morir?”, el adulto debería preguntar: “¿tú por qué crees?”
Además de esto, Nomen resalta tres herramientas esenciales para fomentar el pensamiento filosófico: los cuentos, los juegos y el arte. En su libro, el autor comparte 12 grandes preguntas que a lo largo de la historia, 12 grandes filósofos occidentales se han planteado, incluyendo la respuesta que daban. A partir de estas, el autor comparte un cuento para explorar junto a los niños todas esas cuestiones y las pautas para poder establecer un diálogo con ellos. Además, un juego y una actividad artística relacionada con el tema que se está tratando.
Filosofar con los niños sí es posible y aunque ahora parece no ser una prioridad, es clave no dejar este gran instrumento de lado.
“La filosofía es por excelencia la disciplina que plantea las preguntas genéricas que pueden servirnos de introducción a otras disciplinas y prepararnos para pensar en las demás disciplinas”, dijo Matthew Lipman en los años 80. Por esta razón, no sólo se puede entender como una herramienta práctica y útil en el aprendizaje académico de los estudiantes, sino también como un instrumento que permitirá a los niños, desde temprano, pensar por su propia cuenta, descubrir su realidad y la del mundo que los rodea, reflexionar, cuestionar hechos, ofrecer soluciones y al mismo tiempo, aportar a la construcción de un mundo mejor.
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