¿Qué hacen los padres para relacionarse con sus hijos?, ¿qué representa el padre cuando un niño crece?, ¿cómo impacta la relación padre-madre en la vida de los hijos?; estas son algunas de las preguntas que responde Dante Spetter, profesor de Harvard y experto en desarrollo humano.
Dante Spetter, profesor de la Universidad de Harvard experto en desarrollo humano, compartió en el sitio web de la Escuela de Extensión de la misma universidad, algunos datos sobre el rol del padre en la vida de niños y niñas con el fin de entender cómo ellos contribuyen al aprendizaje. Lo primero que menciona Spetter es que tanto la madre como el padre son muy importantes en los procesos de formación. Generalmente, la crianza de las madres es mucho más explícita; los padres por su parte, tienden a estar más involucrados en el juego, particularmente en el juego físico y “rudo”. Sin embargo, tal como lo explica el experto, esto ha cambiado un poco y los padres ahora se ocupan mucho más de la crianza explícita que incluye cosas como cambiar pañales, levantarse por la noche, llevar a los niños al médico y ayudar a los niños con deberes escolares.
Antes de la década de 1970, la mayoría de las investigaciones sobre los padres comparaban a los niños con padres versus niños cuyos padres habían muerto o habían desertado. A finales de esta década, la investigación sobre la primera infancia finalmente comenzó a centrarse en el papel del padre y no sólo en la “ausencia del padre” como una variable de investigación.
Con un nuevo foco en las investigaciones, se empezaron a evidenciar otras cosas.
En 1980, por ejemplo, Sheila Brachfeld-Child, ahora profesora en Wellesley College, habló del estilo de juego de los padres quienes arrojaban a sus hijos por los aires o rodaban por el piso, en comparación a las madres cuyos juegos se centraban mucho más en actividades de enseñanza, habilidades motrices finas, juegos con los dedos o canto. En datos mucho más recientes sobre la primera infancia, Michael Lamb, profesor del departamento de psicología de la Universidad de Cambridge, explicaba que los niños recurrían a los padres cuando querían jugar y recurrían a las madres cuando estaban estresados o molestos.
Esto indica que uno no reemplaza al otro, sino que al contrario, se complementan.
Pero además de esto, ¿cuál es el impacto de ese rol que asume el padre a medida que los hijos crecen y el juego deja de ser una prioridad? En la segunda parte de la adolescencia, los jóvenes tienden a mirar a sus compañeros en cuanto a lo que deberían ser en ese momento, pero buscan a sus padres para pensar en aquello en lo que se convertirán. Cuando los niños se convierten en padres, buscan a sus propios padres para analizar lo que deberían y no deberían hacer. Para las niñas en particular, sus padres pueden tener un gran impacto en su autoestima y en cómo se convierten en mujeres. Spetter explica que hay mucha variabilidad en las relaciones padre-hijo. Muchos factores influyen en cómo un padre ejerce la crianza, como la edad o el tamaño de la familia. Además con respecto a la crianza en general hay mucha más variabilidad que previsibilidad. Por ejemplo, los padres pueden ser más estrictos con sus hijas en la adolescencia y también pueden jugar un papel formativo en cómo una hija manejará futuras relaciones románticas. Alrededor de la adolescencia, a veces a los hijos les gusta afirmar que pueden ser sus propios hombres, pero eventualmente padres e hijos pueden desarrollar una relación de amistad. Además, la relación entre un padre y su hijo realmente puede variar y no hay un modelo establecido que sea correcto.
Todos estos datos son interesantes, pero Spetter también hace énfasis en la relación del padre con la madre.
Según el experto, todo se centra en lo positivo. Mientras más sana sea la relación entre ellos, más entenderán cómo funciona una relación basada en el trabajo en equipo. Cuando los padres trabajan bien, entonces los niños aprenden a resolver cosas. Pero aunque es normal que las parejas discutan, lo principal, explica él, es garantizar que ambas partes en su rol, modelen una actitud respetuosa durante los desacuerdos, para que sus hijos aprendan a resolver conflictos de manera saludable.
Algunas de las investigaciones sugieren que el “comportamiento de crianza” es el vínculo entre las relaciones entre padres y los resultados de los adolescentes. Los padres que están angustiados, deprimidos o molestos por sus relaciones adultas, llevarán a casa menos “recursos” de crianza. Su comportamiento es menos ideal y esto genera resultados bajos en los adolescentes. Una investigación realizada por Arriaga y Foshee, por ejemplo, examinó los antecedentes de violencia entre parejas adolescentes y demostró que los jóvenes cuyos padres se involucran en violencia doméstica corren el riesgo de tener también relaciones violentas. Contrario a esto, la sólida calidad marital y el apoyo conyugal, generalmente tienen un efecto positivo en el desarrollo del niño. En un estudio holandés de Hakvoort, Bos, Van Balen y Hermanns, los informes de las madres sobre su satisfacción conyugal y sus informes de la relación padre-hijo se relacionaron con mejores resultados psicosociales para los niños.
Los datos que comparte Spetter evidencian que el rol del padre es tan esencial como el de la madre.
Además, dejan claro que cuando los niños son pequeños, el padre fomenta espacios de juego que son esenciales para su desarrollo, complementando así la labor de su contraparte. La figura del padre también es crucial para el futuro de niñas y niños, pues todo lo que hacen o dejan de hacer, repercute en lo que sucede cuando ellos son mayores. Pero quizás lo más relevante es que Spetter recalca la necesidad de que los niños crezcan y se desarrollen en espacios donde ambas partes conforman un equipo, un equipo que tiene un enfoque de crianza saludable, centrado en las necesidades de los niños y eso es lo más importante; entender que el padre, la madre e incluso otros adultos presentes, cumplen un papel determinante en la vida de los niños pues son ellos quienes marcan un camino a través de acciones que particularmente en la primera infancia, determinan la forma como los niños aprenden a lo largo de toda la vida.
Pero si bien la relación de los padres con los hijos sigue vinculándose directamente al juego, sería importante considerar que tal como pasó décadas atrás, este vínculo puede seguir modificándose o en otras palabras, ampliándose. Los padres también pueden desempeñarse de otra manera en los procesos de crianza y las comunidades educativas pueden ayudar en este sentido. En las escuelas, particularmente en los jardínes infantiles, suele utilizarse un lenguaje que margina la labor de los padres y se enfoca directamente a las madres. Sólo cambiando las palabras, los establecimientos educativos pueden abrir espacios donde los padres se involucren, al igual que las madres, más allá del juego. De esta forma, no sólo se sentirán cómodos al interior de las escuelas, sino que podrán desempeñar su labor de una forma íntegra dentro y fuera de casa.
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