“Hablamos mucho del espacio como el tercer profesor porque motiva acciones. El primer educador son los profesores, el segundo son los pares y el tercero es el espacio”.
Entrar al Colegio Ayelén en Rancagua (Chile), es una experiencia sensorial, espacial, física y natural. Muchos elementos se acomodan de manera armónica, cada objeto tiene una razón de ser, cada desnivel tiene un sentido y cada material cumple un propósito. Todas estas cosas se compenetran a la perfección y transforman diversas acciones como caminar, subir, bajar, observar, estar y aprender, en una experiencia dinámica y rica desde muchos puntos de vista. Pero las cosas no siempre fueron así… Donde ahora hay una especie de loma de ladrillo, unas escaleras, unas barras metálicas, árboles y una gran cantidad de mulch (mantillo, acolchado o chip de un material similar a la madera), antes había un espacio vacío y lleno de tierra que no era del todo inclusivo; allí pasaba lo que suele suceder en muchas otras escuelas de latinoamérica: los estudiantes que querían y podían, jugaban con un balón de fútbol. Pero, ¿qué pasaba con todos los demás?, ¿cómo podían los otros estudiantes aprovechar un área que no estaba pensada para todos y todas?, y más importante aún, ¿cómo podía trascender el espacio para convertirse también en un medio de aprendizaje?
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Patio Vivo, una fundación sin ánimo de lucro, encontró una oportunidad en este vacío espacial y decidió transformar el patio escolar del Colegio Ayelén en un “paisaje de aprendizaje”.
Es decir, en un lugar que está articulado con la cultura de la escuela e incluso con la comunidad en sí misma. Según explica Ángela Ibáñez, Arquitecta y Directora Ejecutiva de la fundación, es importante entender los espacios al aire libre en las escuelas como si fueran un tercer profesor. “Hablamos mucho del espacio como el tercer profesor –un concepto del teórico Loris Malaguzzi– porque motiva acciones. El primer profesor son los profesores, el segundo son los pares y el tercero es el espacio”. De esta forma, el espacio deja de ser sólo eso y se transforma en aquel “paisaje” donde ocurren muchas cosas como el aprendizaje a través del juego y las relaciones sociales. Inspirados en esto, el equipo de Patio Vivo ha enfocado sus objetivos en transformar éste y otros espacios escolares de Chile, creando así, proyectos –patios– arquitectónico que cumplen un rol fundamental no sólo en el aprendizaje de los estudiantes, sino también en las estrategias de enseñanza que utilizan los profesores para trabajar con sus alumnos.
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Pero, para que un gran espacio pueda tener ese efecto, debe existir una cultura escolar que sepa darle un uso adecuado.
Justo por eso, Patio Vivo no sólo se encarga de desarrollar y diseñar proyectos impresionantes como el patio del Colegio Ayelén, también capacita a los profesores de las escuelas en el uso del espacio. Para ello, se considera el Proyecto Educativo de cada establecimiento. “Lo más importante es escuchar qué es lo que quieren, necesitan y esperan del patio y eso lo hacemos a través de diagnósticos en los que trabajamos con los profesores, los niños, y los directivos. De este trabajo en conjunto nacen ideas. Es un trabajo práctico, de reflexión”, explica Ángela. Según Marcial Huneeus, profesor Licenciado en Letras, MA en Literatura y Coordinador el Área de Educación y Convivencia de Patio Vivo, es fundamental conversar con la comunidad sobre los distintos usos que puede tener el patio escolar; es muy necesario para imaginar qué es lo que sucederá ahí.
El objetivo de este trabajo que se traduce más adelante en un ambiente tangible, es mejorar la educación y atender específicamente tres focos importantes: la convivencia escolar, los hábitos saludables y el aprendizaje a través de la experiencia. Hábitos saludables porque los niños ocupan su tiempo libre en estar físicamente activos; la convivencia escolar, porque las diferentes estructuras validan los diversos intereses de los estudiantes y el aprendizaje a través de la experiencia, porque el patio se transforma en un juego, en un encuentro entre pares y profesores, en un diálogo, en una experiencia física e incluso en un aula.
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Esta sincronización de elementos arquitectónicos y objetivos pedagógicos se evidencia a simple vista en el Colegio Ayelén.
El establecimiento tiene un enfoque que potencia particularmente las habilidades blandas y los valores. De hecho, los profesores ponen notas de alegría, de fraternidad, de pasión. Además, complementando al patio, está la estructura del colegio en sí misma, la cual fue diseñada por el arquitecto chileno Alejandro Aravena, ganador del Premio Pritzker, –el premio de arquitectura más importantes del mundo–. El diseño es abierto y circular; las salas de clase están llenas de ventanales y las puertas están ubicadas en la parte trasera del aula, hecho que intenciona la política de “puertas abiertas” y la observación de clases. En medio del enfoque pedagógico y las aulas, se impone el patio central del colegio y en otra área, el patio diseñado especialmente para los niños de prebásica. Ambos espacios son utilizados a diarios por muchos profesores del colegio. Entre ellos, Maren Ureta, profesora de Arte y Tecnología quien nos invitó a ser parte de una clase donde sus alumnos, al aire libre, “estaban pensando y jugando”. A través del juego en unas estructuras de acero del patio, Maren espera que sus estudiantes, además de habilidades artísticas, desarrollen un liderazgo y trabajen en equipo. También busca que sus estudiantes puedan crear lazos, desarrollar pasión, manejar su autocontrol, encontrar desafíos, ponerse metas y soñar en grande.
Elige Educar-Maren en clase con sus estudiantes
“Se trabaja el autocontrol porque en un ambiente abierto que no es la sala de clase tienen que escuchar y poner más atención mientras juegan con elementos como el mulch”, dice la profesora. “Y se trabaja la pasión porque la energía que tienen es muy potente y cuando salen del aula ésta se triplica. Además hay otro factor muy relevante para la profesora: el riesgo, un riesgo que tiene que ver con las decisiones que toma el estudiante con respecto a lo que cree que puede hacer, un riesgo que se vincula directamente con el desafío. “Un estudiante que tiene autocontrol puede decir: ‘yo pude llegar a esa altura’, y se empieza a desafiar y una persona que se desafía, se pone metas y una persona que tiene metas, tiene sueños y eso queremos lograr: que los estudiantes sean personas capaces de desafiarse a sí mismos”, añade la profesora.
Maren –al igual que otros docentes del Ayelén– vivió el proceso de transformación del patio y fue capacitada por Patio Vivo para sacarle el mayor provecho.
Además, tuvo la oportunidad de entender el diseño de este patio como una herramienta y como un elemento que incluso se relaciona con el contexto de sus estudiantes, con la historia de sus familias, cómo jugaban ellas en el pasado y con la periferia de la ciudad donde está ubicado el colegio. El patio tiene una loma, tiene planicie, tiene un bosque de almendros y tiene otros elementos inspirados en la geografía y el campo que rodea la ciudad de Rancagua.
“Desarrollamos un paisaje de aprendizaje que promueve el jugar en el campo. Las familias de estos niños lo hacían, así que quisimos promover esta memoria. En el proyecto es muy importante el bajar corriendo, escalar árboles, el poder hundirse en la tierra. No podíamos poner árboles que pudieran escalar 1.000 niños, entonces desarrollamos un juego de barras para que escalaran, creamos una loma por la que corren cerro abajo y reemplazamos el barro por chips de madera donde se pueden hundir y juegan mucho con las manos. La materialidad también es importante pues elementos como el ladrillo, que es básicamente tierra y se transforma a lo largo del tiempo, refleja también elementos del campo”, explica la directora de Patio Vivo.
En espacios como estos, los estudiantes logran expresar corporalmente lo que sienten, logran desplazarse y por supuesto, aprender de otra forma.
Luna Novoa, estudiante de cuarto medio del colegio, asegura que el antes y el después del patio fue totalmente drástico y hoy es un espacio que tanto grandes como chicos aprovechan al máximo. “Nos sirvió mucho a todos porque ahora nos podemos desplazar de otra forma. Cuando salimos de clase a hacer trabajos y tareas al aire libre nos ayuda mucho. Por ejemplo, algunos se ponen en la montaña porque les llega el sol y se calientan, otros se sientan en otras áreas. Se aprovecha muy bien el espacio”, dice la estudiante. “Así, el aprendizaje es mucho más dinámico porque salimos del sistema de estar en la sala, sentados, que nos enseñen en una pizarra… acá nos conectamos mucho más con la naturaleza y nos unimos mucho más como curso”.
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Es evidente entonces, que en el Colegio Ayelén todo comunica, todo educa. Por eso, la disposición de los elementos es importante, la materialidad es esencial, las estructuras son claves y el uso que se le da a todo esto es crucial para que todo tenga sentido. Tal como lo explica Marcial, los desniveles y planos inclinados permiten a estudiantes de todas las edades hacer movimientos que no pueden hacer en plano; a través de las barras desarrollan partes del cuerpo que no podrían trabajar si las barras no estuvieran ahí y a través de elementos como cuerdas, cubos y “piscinas” de mulch, particularmente los niños, desarrollan el lenguaje a través del cual se comunican: el juego. “Los niños aprenden a convivir a través del juego. Hay que crear instancias para que compartan, se respeten, interactúen y se valoren entre ellos”, dice Marcial.
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Más de 1.000 niños y profesores del Colegio Ayelén se encuentran todos los días en un “paisaje de aprendizaje” que les ofrece una oportunidad única.
A los estudiantes, la oportunidad de desarrollar habilidades, de convivir con otros, de aceptar los intereses de los demás, de registrar situaciones que son esenciales en esta etapa escolar y de aprender de una forma única; escalando lomas de ladrillo, trepando barras que simulan árboles, sintiendo la tierra a través del mulch, subiendo y bajando desniveles y tomando el sol en espacios que simulan el paisaje que rodea a su comunidad. A los profesores, la oportunidad de enseñar de otra forma, de generar espacios de aprendizaje donde experimentar sensaciones, explorar el espacio con el cuerpo, respetar al otro y desafiar las capacidades es esencial para soñar en grande.
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