Un director de escuela comparte algunas ideas para manejar el trabajo de forma eficiente y de esta manera lograr que los profesores mantengan la energía y el ánimos arriba hasta el fin de año.
Estudiantes, directores, conserjes, administradores, profesores… todos en una comunidad educativa son susceptibles a sentirse agotados, sin energía. Sin embargo, Matthew Howell, líder en el ámbito educativo (director de una escuela en EE.UU.), asegura que rendirse en este contexto casi nunca es una opción. Esto implica encontrar la manera de eliminar factores estresantes innecesarios de tal forma que se pueda mantener un impulso positivo. ¿Cómo? En esta tarea, los líderes son fundamentales. “Los líderes deben ser expertos en medir su propia resistencia, así como la resistencia de quienes los rodean”, dice Matthew en un artículo de Edutopia. “El ritmo sensato es una de las claves del éxito a largo plazo. Como administrador, puedo reducir la carga del personal al monitorear el tiempo dedicado a trabajar en iniciativas y reuniones. Es importante saber cuándo empujar y cuándo aliviar la carga”, agrega. Matthew comparte algunas estrategias que pueden ser útiles en esta misión:
1. Decir no
Es importante saber cuándo decir que no. No siempre hay recursos suficientes para llevar a cabo grandes ideas. Entonces, es clave tener presente lo que se está haciendo y no agregar a las tareas nada que no sea esencial para la misión de la escuela. “Una vez me pidieron que pilotara un programa de escritura prometedor. Yo veía su valor, pero mientras tanto mis maestros ya estaban administrando muchas otras tareas; tuvimos que dejarlo de lado porque el trabajo no habría sido manejable y, por lo tanto, el programa no habría sido efectivo”, cuenta Matthew.
2. Los tiempos
Es esencial cronometrar los tiempos de las etapas de implementación de proyectos. Esto, dice Matthew, es crucial para el buen progreso. Además de los tiempo, se puede pensar en empezar poco a poco. Este líder educativo cuenta su propia experiencia: “estamos implementando una plataforma de aprendizaje social y emocional, y en lugar de hacerlo de una vez, comenzamos con estudiantes y personal interesados. De esta manera podemos aprender qué funciona y qué no funciona bien, por lo que nuestros recursos se gastan bien cuando lo llevamos a toda la escuela”.
3. Repensar las reuniones
Matthew sugiere que las reuniones sean cortas pero con buen contenido. Además, aclara que no siempre es necesario tener reuniones cara a cara; para reemplazar estas hay herramientas como Google, donde se pueden hacer breves encuestas que permitan recopilar opiniones. Con respecto a los correos, deberían ser eficientes y efectivos. Pero, comenta el director, “el reemplazo más agradable para una reunión es instalarse en el edificio con un bolígrafo y una libreta en la mano y detenerse para ver a los maestros mientras enseñan, celebran reuniones de equipo o toman un descanso. Cuando están enseñando, elijo los momentos en que están realizando trabajo en grupo y enfoco nuestra discusión entorno a la instrucción”, dice.
4. Escuchar al equipo
Para saber cuánta energía queda a nivel colectivo, es importante escuchar. Este proceso de escucha puede ser en conversaciones informales, por ejemplo, caminando por pasillos. La idea es poder comprender qué necesitan los profesores y cuánto les queda por entregar. ¿Qué puedes descubrir? Que hay profesores que necesitan más tiempo para un proyecto, que necesitan apoyo en logística o incluso que hay muchos de ellos enfrentando situaciones personales difíciles. “Cuando esto sucede, hacemos una lluvia de ideas de soluciones, apuntando por ejemplo, al desarrollo profesional. También puedes encontrar miembros del personal que brindan ideas o soluciones a los desafíos actuales dentro de la escuela”, comenta Matthew.
5. Las palabras
“Lo que decimos tiene la capacidad de levantar a otros o bajarles el ánimo”, dice el director. En ese sentido, no sólo escuchar es importante… decir las palabras indicadas también lo es. Esto implica ofrecer palabras de agradecimiento o elogio por los esfuerzos. Esto significa alentar y apoyar en momentos bueno, en momentos difíciles.
6. Compartir el propósito
Compartir el propósito significa incorporarlo en todo lo que se hace a diario. Este propósito puede ser la fuerza del trabajo y a menudo ese propósito son los estudiantes y su aprendizaje. “Nuestras conversaciones siempre nos llevan a los resultados de los estudiantes. Ser conscientes de nuestro propósito significa fortalecer nuestra determinación de hacer grandes cosas para nuestros alumnos: mantiene el viento en nuestras velas, incluso cuando tenemos ganas de rendirnos”, comenta el director.
Estas estrategias y muchas otras implementadas por los líderes de las comunidades educativas, pueden significar una diferencia en el clima laboral y sobre todo en la forma como los estudiantes aprenden. Y ese es el propósito final: estar bien para enseñar bien y en esa misión, el rol de los directores y todos quienes lideran procesos, es determinante.
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