La siguiente columna busca indagar en el Conflicto Cognitivo (CC). El concepto fue propuesto, entre otros autores, por el psicólogo Jean Piaget y se define como la situación contradictoria que se provoca en el estudiante entre sus conocimientos previos y los nuevos aprendizajes que va adquiriendo, contradicción que permite el surgimiento de un conocimiento más amplio e integral. Frente a ello quisiera reconocer al menos tres elementos que surgen como desafíos de esta categoría pedagógica:

En primer lugar, la resistencia ante el CC. Por dicha resistencia entendemos una situación acomodaticia en nuestro propio constructo mental o de conocimientos, en el cual nos sentimos seguros y protegidos. Pero dicha protección puede resultar ser una mera ilusión, pues no estamos dispuestos a abandonar nuestras creencias culturales o sociales previas, por temor a evaluar críticamente dichas situaciones. 

El temor a lo nuevo, propio de esta resistencia, implica el cuestionar otras comprensiones de mundo, pero no dejarnos cuestionar en nuestra propia visión de la realidad. Pareciera ser que es más fácil observar que ser observado, ya que ser observador implica una mirada crítica que puede ser positiva o negativa. Esta primera caracterización puede resultar una suerte de “fundamentalismo”, en cuanto encerrarme en mi propia visión y no dejar que la visión del otro permita que mi horizonte mental se amplíe.

En segundo lugar, el CC puede trastocarse y llegar a convertirse en una legitimación violenta, pues la autonomía cognitiva del otro queda supeditada al conocimiento que el transmisor deposita en él. En otras palabras, significa que obligo al otro a aprender lo que yo quiero que aprenda sin dejar espacio a la libertad del que está aprendiendo. A mi entender, el proceso de enseñanza debe considerar la autonomía del que aprende y entregar herramientas de discernimiento para juzgar entre un conocimiento y otro. El abuso de la conciencia personal del sujeto que aprende, constituye una violación a la naturaleza originaria del Conflicto Cognitivo, que busca una ampliación positiva del conocimiento del ser humano.

Finalmente, la tercera apreciación del CC, aborda sus elementos positivos y fecundos

Jean Piaget en su libro La psicología de la inteligencia (1967), reconoce que la inteligencia posee una naturaleza de carácter adaptativo en cuanto interacción entre el sujeto que aprende y el medio que lo rodea. En razón de ello, si el medio es favorable, la persona puede aprender más y mejor. Es por ello que surge la necesidad de que las familias generen un espacio de aprendizaje constante, de carácter armonioso, presto a la imaginación y a la creatividad, atento al aprendizaje que los otros pueden generar en nosotros, dispuestos al impacto positivo de las distintas formas de comprensión de la realidad.

Ahora bien, para generar un impacto significativo en el aprendizaje es necesaria una formación y capacitación permanente, tanto de un mediador externo como de una autogestión de la formación, lo que representa un estado de madurez cognitiva. Y es una madurez en cuanto es capaz de entender que nos vamos relacionando con otros en un espacio compartido que es esencialmente intercultural y multicultural. El CC trabaja esencialmente con la diferencia, con la apreciación de la belleza de lo distinto, con la ampliación de mi conocimiento inicial en el contacto cordial, solidario y justo con una multitud de experiencias vitales. Sin diferencia no hay educación y por lo tanto, no hay conflicto cognitivo. El ideal es que el nuevo año académico nos permita incorporar nuevos aprendizajes que sean el resultado de un permanente estado de conflicto cognitivo, conocimientos que estén puestos al servicio de la construcción de una sociedad más bella, buena y verdadera.

Juan Pablo Espinosa Arce es Licenciado en Educación y Profesor de Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule. Magíster en Teología Fundamental de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente cursa el Diplomado en Docencia Universitaria en la Universidad Católica de Chile. Es Académico Instructor Adjunto de la Facultad de Teología de la Universidad Católica, y de la Universidad Alberto Hurtado en donde realiza docencia en el Departamento de Teología y en la Facultad de Filosofía y Humanidades.