Una directora explica cómo en su escuela se intenciona el silencio como una oportunidad de aprendizaje.
“¿Cómo pueden los educadores ayudar a los estudiantes a mantenerse enfocados cuando se enfrentan a distracciones constantes? ¿Cómo podemos animar a los alumnos a reflexionar y considerar las palabras y los pensamientos de quienes son diferentes?”, pregunta Dana Weeks, profesora y directora de la escuela Friends School en Filadelfia. El silencio y la contemplación, explica la profesora en Edutopia, juegan un papel crítico y valioso en los entornos educativos. En su escuela, particularmente, se fomentan los silencios reflexivos, lo que promueve, a su vez, la capacidad del pensamiento libre de los estudiantes. Dana comenta que el silencio es un elemento esencial de una práctica pedagógica que apoya el crecimiento continuo, la posibilidad y el cuidado de los estudiantes.
Pero, ¿qué es exactamente el silencio reflexivo?
Es un tiempo contemplativo para pensar en el significado de las clases y las experiencias que van más allá de las salas de clase. Y aunque es difícil sacar un tiempo de silencio, esto puede ayudar a los estudiantes a enfrentar los procesos de aprendizaje de una forma más profunda. “Ofrecer oportunidades para que los estudiantes se sienten sin distracciones les ayuda a absorber el contenido, a recordarlo y a pensar en preguntas adicionales. Pueden procesar los sentimientos e ideas expresados por sus compañeros y considerar la importancia de otras perspectivas”, explica la profesora.
Ella ofrece un buen ejemplo de esto: en una clase de historia hay un sinfín de temas para estudiar, pero si no existe un tiempo para reflexionar sobre lo que se está enseñando, es probable que los estudiantes se enfoquen solo en una calificación y no en el significado y el valor más profundo de la lección. Cuando se destina un tiempo para pensar profundamente, los estudiantes puede considerar cómo los acontecimientos del pasado han dado forma a su vida y a las comunidades de hoy.
Mientras están en clase, los estudiantes deben seguir un ritmo particular siguiendo a un profesor, a sus compañeros de clase y un plan de estudios determinado. El ritmo es acelerado.
Con períodos de tiempo contemplativo y de silencio, se le ofrece a los estudiantes la oportunidad de ponerse al día o relajarse y procesar todo a su propio ritmo. En la escuela de Dana, ofrecen consultas a estudiantes y profesores, seguidos de un tiempo para reflexionar y compartir. Las preguntas que se hacen en estos espacios, pueden ser grandes o pequeñas, y con frecuencia están inspiradas en un estudiante, un evento actual o un diálogo comunitario. Los estudiantes se benefician de un pensamiento profundo y una escucha genuina en estas instancias.
Otro elemento positivo del silencio es que fomenta la disciplina y también la atención.
Esto sucede cuando se invierte un tiempo en que los estudiantes escuchen su propia respiración y los sonidos naturales del aula o el entorno. Esto puede ayudarlos a dejar de lado la conversación para centrarse en pensar. Reflexionar, en lugar de hablar cuando una idea viene a la mente, puede animar a los estudiantes a practicar el enfoque y el autocontrol. El silencio y la reflexión contemplativa pueden aportar, además, a la práctica meditativa de atención plena en el entorno escolar, algo que también se conoce como “mindfulness”.
¿Cómo implementarlo? Los educadores, explica Dana, pueden terminar las clases con un tiempo para que los estudiantes piensen sobre el contenido y se centren en la siguiente actividad. Es clave ofrecer un tiempo de silencio cuando se nota que los estudiantes están particularmente estresados o frustrados.
“Construir una comunidad y una cultura que se sienta cómoda con la reflexión silenciosa requiere práctica, paciencia y tiempo regulares”, agrega la profesora.
No se puede caer en utilizar el silencio como castigo, sino todo lo contrario. El objetivo es hacer un uso positivo de éste y convertirlo en una oportunidad para generar lazos importantes de comunicación. Reflexionar juntos puede fomentar una comprensión más profunda y, por ende, una mayor unidad dentro de las comunidades educativas. Esa reflexión que se centra en el silencio puede también alentar la escucha cuidadosa de todas las voces, opiniones y creencias. En ese sentido, el silencio no sólo puede generar un impacto en los estudiantes, sino en todas las partes que conforman las escuelas.
“Los profesores también pueden disfrutar de los beneficios del silencio todos los días, callando ellos mismos y permitiendo a los estudiantes dirigir discusiones y conversaciones directas. De esta manera, pueden escuchar profunda y cuidadosamente las alegrías, temores y preocupaciones de sus alumnos. El silencio se convierte entonces en una herramienta esencial para la comunicación entre profesores y estudiantes”, explica Dana. De hecho, la profesora explica que en un estudio sobre el uso y el impacto del silencio, se concluyó que abstenerse de hablar o intervenir en el aula puede ayudar en el desarrollo profesional de los maestros.
Los beneficios son muchos y los beneficiados también. Al final, el objetivo es abrir un espacio al silencio, para darle voz a los estudiantes, a los profesores, a todos los miembros de la comunidad educativa.
Leave a Reply