En el sistema educativo se evidencian diferencias en los resultados académicos de niñas y niños. Aquí mencionamos algunos y la importancia de trabajar por cambiarlos.
En las últimas décadas hemos vivido importantes avances en la disminución de la desigualdad de género en términos de acceso a la educación en Chile. Sin embargo, aún estamos muy lejos de tener un sistema educativo que permita que niñas y niños participen de manera igualitaria en el sistema educativo.
Actualmente, Chile es uno de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con una mayor brecha de género en términos de resultados. También existe evidencia de que dicha brecha va aumentando durante las distintas etapas de la educación escolar. Junto a esto, las mujeres tienen una mayor ansiedad frente a matemática, y una menor propensión a elegir carreras asociadas a tecnología y ciencias, carreras que además, ofrecen mejores ingresos futuros (al 2019, solo el 17% de la matrícula de primer año en dichas carreras corresponde a mujeres).
Entonces ¿de dónde vienen estas brechas? Si sabemos que niñas y niños nacen con las mismas capacidades y asisten a establecimientos similares
Como en todo fenómeno social, la respuesta es compleja. Existen muchos factores que influyen en el desempeño de niñas y niños, desde factores culturales, sociales y económicos, hasta estilos de crianza. Dentro de estos factores, destacan fuertemente las expectativas que los adultos tienen sobre el comportamiento y capacidades de niñas y niños.
Según un estudio del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE), dichas expectativas influyen en las dinámicas de las clases. Pequeñas acciones, que se realizan de forma consciente o inconsciente en el aula, no solo determinan el desempeño de los estudiantes, sino también sus aspiraciones vocacionales, por ende, cuánto ganarán en el futuro.
A modo de ejemplo, el estudio “Expectativas de los docentes sobre el rendimiento de los estudiantes: cómo sus creencias se ven afectadas por sus ansiedad matemática y género del estudiante”, realizado en 2014 por Alejandra Mizala Salcés, Francisco Martínez y Salomé Martínez, demostró que las expectativas de las y los docentes sobre el rendimiento escolar difieren significativamente en función del sexo del estudiante. Así, los docentes consideran que los niños tendrán mejor desempeño en matemáticas que las niñas. De esta manera, es muy probable que los docentes incentiven de manera dispar las habilidades de sus alumnas y alumnos.
En esta línea, el estudio ”El rol del Género en las interacciones pedagógicas de aulas de matemática chilenas” demostró que los y las docentes formulan preguntas que requieren procesos cognitivos más complejos para ser respondidas por hombres, que entregan mayor retroalimentación a hombres que a mujeres y que los alumnos participan más que las alumnas.
Estas diferentes expectativas comienzan muy temprano, desde la educación inicial.
Así, desde la educación parvularia –como le decimos en Chile– existen diferentes concepciones de cómo son y aprenden niñas y niños. Un estudio realizado por los académicos Hyun Eunsook y Michael Tyler, indagó en el año 2000 en la percepción general de las educadoras en la primera infancia. La investigación encontró que las educadoras de párvulos (educadoras infantiles) tienen diferentes percepciones respecto a niñas y niños. De esta manera, describieron a las niñas como fáciles de enseñar y aprendices pasivas; al describir a los niños usaban palabras como “inventivos” o “solucionadores” de problemas.
Datos que también hay que mencionar, es que los estereotipos de género se ven profundizados con los referentes a los que están expuestos las niñas y niños durante su trayectoria educativa. A modo de ejemplo, Catalina Covacevich publicó en 2014 “Desigualdad de género, el currículo oculto en textos escolares chilenos”, un estudio que demostró que los personajes masculinos de los textos escolares, tienden a aparecer en roles vinculados al ejercicio del liderazgo, asumiendo riesgos, con mayores niveles de autosuficiencia o presentados como ambiciosos.
En tanto, los personajes femeninos desarrollan en mayor medida elementos emocionales, de cuidado y protección, en la esfera privada, excluidos del mundo político y científico. En esta línea, basta analizar los cuentos, historias y películas que consumen las niñas y niños, y observar cuántos están protagonizados por mujeres independientes y capaces de resolver los conflictos que enfrentan.
Considerando todo lo anterior ¿cómo podemos hacer para generar una sociedad más igualitaria?
También tenemos que preguntar: ¿cómo podemos asegurarnos que tanto las niñas como los niños reciban un trato igualitario, para permitir que desarrollen al máximo sus potencialidades y puedan elegir libremente un destino vocacional, sin sentirse limitadas?
En primer lugar, es central cuestionarse y analizar las expectativas y la imagen que tenemos tanto de las niñas como los niños. Abrirnos a conocer su individualidad y todas las potencialidades que tienen, sin centrarnos en roles de género predeterminados que pueden limitarles.
Es clave entender que las niñas, tanto como los niños, pueden ser curiosas, “inventivas”, exploradoras y determinadas. Por eso, la forma en que les hablamos, los juegos que les invitamos a realizar, nuestra actitud frente a sus logros y tantos otros comportamientos cotidianos, potenciarán de manera más igualitaria de su desarrollo.
En esta línea, los espacios educativos son centrales. La evidencia indica que la magnitud de la brecha en los resultados de hombres y mujeres en diferentes evaluaciones internacionales, depende en gran parte del sistema educacional, la escuela y la sala de clases. Si las educadoras y educadores, profesoras y profesores cuestionan sus expectativas y generan prácticas pedagógicas orientadas a la igualdad y disminución de estereotipos, y les entregan las mismas oportunidades de aprendizaje y desarrollo, estaremos dando enormes pasos para vivir en una sociedad más igualitaria.
Por eso, este 8 de marzo queremos hacer un llamado a hacernos conscientes de estos prejuicios, compartir prácticas pedagógicas innovadoras que derriben los estereotipos de género y actuar para generar una sociedad más inclusiva, e igualitaria
María Jesús Sánchez es socióloga, master en política social y planificación y subdirectora de Elige Educar.
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