La inclusión ya no es solo una postura o visión, sino que es parte fundamental en la normativa educacional del país, y por consecuencia, se ha hecho parte de todo el actuar de las comunidades educativas.
La palabra inclusión está grabándose a fuego en la memoria colectiva de la sociedad; por una parte el concepto es utilizado en diversos contextos, como: la escuela, el trabajo, la publicidad y en conversaciones de todo tipo. También porque es parte inherente de la vida de algunas personas que día a día luchan por un mundo en el que todos/as puedan participar.
El valor de la inclusión se ha convertido en la meta de muchos y muchas, quienes buscan un cambio social profundo, porque el gran fin de la inclusión como movimiento es establecer un sistema equitativo que entregue oportunidades de desarrollo y buena convivencia para todos/as
Desde la perspectiva educativa, este concepto regula las prácticas de todos los actores
En mis tiempos de universidad, una escuela inclusiva era casi una utopía; la integración, tomaba terreno y el término inclusión nos maravillaba desde lo más profundo de su significado. Pensar en una escuela para todos y todas, sin miramientos a la condición socioeconómica, a posturas religiosas, discapacidad, dificultades de aprendizaje o lo que fuera, para decidir si ese niño o niña era digno de pertenecer a esa comunidad educativa, era realmente un sueño.
Desde la trinchera de nuestra formación profesional, la inclusión era parte fundamental en las cátedras. Sin embargo, las mallas curriculares de otras pedagogías no la contemplaban dentro de sus asignaturas como fundamento teórico del quehacer pedagógico, es por ello que; a mi parecer, el concepto está en la norma, pero no en el corazón del cuerpo docente de nuestras aulas.
El problema, entonces, surge de las diversas posturas profesionales en las escuelas del país, porque los profesores estamos hablando en sintonías distintas y el trabajo colaborativo, en ocasiones, se vuelve un nadar contra la corriente. Las razones pueden ser variadas: haber crecido en un sistema segregador, la formación inicial docente, el desconocimiento, entre otras, pero no podemos olvidar que la inclusión en la educación, tiene que ver con el tipo de estudiante que se quiere formar, quiénes son parte de una sociedad y que este término ha transitado desde la educación especial a la regular para establecer que no es solo para incluir niños, niñas y jóvenes con discapacidad en un contexto normalizado, sino que sintoniza a la rica diversidad con una educación de calidad.
Aún con estas dificultades, los profesores somos parte crucial en el desarrollo de una verdadera inclusión
Desde nuestra práctica docente podemos disminuir o aumentar las barreras para el aprendizaje colectivo, valorando o criticando negativamente la diferencia. La intolerancia, la desigualdad o la discriminación, pueden modificarse o relevarse en la sala de clases, bajo nuestra responsabilidad. Nuestro actuar profesional y humano, puede ser el gestor del cambio en la calidad de vida de nuestros estudiantes y sus familias. Es difícil concebir un docente dedicado solo a impartir el currículum, sabemos que nuestros valores y formas de percibir la realidad, impactan la formación nuestros estudiantes.
Actualmente nos invade la esperanza, ya que las comunidades educativas cada vez comprenden mejor el concepto de inclusión, entendiendo que ya no está ligado solo a un diagnóstico, a una etiqueta. Estamos transitando desde la vereda del reconocimiento de la diversidad, hacia el respeto y especialmente la valoración de ésta.
Muchos somos los que visualizamos las diferencias en las aulas e incluso en nuestro entorno familiar más cercano, reconociéndola como una variable que permite el crecimiento personal integral y como una herramienta que se configura como el desarrollo de ser mejores seres humanos. Especialmente cuando no todas las personas han sido capaces de comprender las diferencias como algo positivo, estamos seguros que más temprano que tarde, las escuelas lograrán ser inclusivas.
En la tarea de incluir, actualmente, los profesores de educación especial somos valorados por nuestro trabajo
También somos reconocidos por el conocimiento técnico y por el respeto y valoración que le damos a la diversidad en el ámbito educativo. Nos podemos desempeñar en distintos escenarios: desde Aulas Hospitalarias y escuelas especiales, hasta como apoyo académico en instituciones de educación superior. No es necesario detallar porcentajes de vulnerabilidad para identificar que, el trabajo de los docentes de educación especial, es una labor dedicada a colaborar en la eliminación de distintas barreras físicas, sociales y curriculares de estudiantes con Necesidades Educativas Especiales.
Una educación inclusiva está más cerca que nunca. Será como la “verdadera amistad”, aquella que no se fija en la condición socioeconómica, cultura, religión, ideologías o etnia, para valorar a la otra persona y amarla.
Exequiel Coñoman es Educador Diferencial y trabaja en la Escuela Especial Ema Sepúlveda De Lobos F-409 de San Javier, en la Región del Maule. Además, es Jefe de Carreras de Educación del Instituto IPLACEX, sede Talca y fue finalista del Global Teacher Prize Chile 2019.
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