Jennifer Groff, especialista del MIT y líder de diversos proyectos educativos, explica por qué en pleno siglo XXI, las habilidades como el pensamiento crítico, la colaboración y la creatividad son mucho más importantes que la enseñanza a través de fórmulas o contenido memorizado.
Jennifer Groff es cofundadora del Center for Curriculum Networkign e investigadora del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), de Estados Unidos donde lidera el desarrollo del diseño de juegos para uso en las aulas. Además es autora de estudios sobre temas curriculares, enseñanza personalizada y sobre cómo redefinir ambientes de aprendizaje y experiencias a través de innovaciones y tecnologías educativas. La especialista también es, desde 2017, directora pedagógica de Lumiar, organización de escuelas y tecnologías de aprendizaje creada en Brasil, y el año pasado, fue nombrada una de las 100 personas más influyentes en tecnología de la educación por la revista Ed Tech Digest.
En una extensa entrevista con la BBC, la especialista asegura que no sirve de nada enseñar matemática o programación si no se aplica a la vida real.
En otras palabras, Groff cree que no se puede enseñar fuera de contexto a través de fórmulas y contenidos que se memorizan y destaca lo que otros expertos han llamado Enseñanza Basada en Competencias (EBC), sistema que se enfoca en desarrollar habilidades y raciocinio en vez de memorización, permitiendo que los alumnos aprendan a través de la realización de proyectos sin que estos dependan de materiales como libros didácticos o división de los alumnos en grados. La metodología fue elegida como una de las más innovadoras por la OECD (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) en 2017 y está siendo implementada en escuelas de países como Holanda, Estados Unidos, Inglaterra y Finlandia.
Una de las cosas que Groff menciona en la entrevista, es que el método de enseñanza tradicional no atiende las necesidades educativas de los estudiantes de este siglo.
“Las estructuras escolares tradicionales, en realidad, llevan a los niños en el sentido opuesto a lo que hoy sabemos es la forma en que aprenden mejor. Las escuelas tradicionales ofrecen la misma orientación para todo el mundo, un tipo de aprendizaje muy lineal y descriptivo, dividiendo las clases artificialmente en materias. El currículo es muy rígido y los profesores enseñan muy rápido para cubrir todo el temario. Y con frecuencia ese contenido no tiene contexto. Y todo es en módulos: aprenda lo que tiene que aprender, haga la prueba y vaya a la siguiente tarea. Y ese tema nunca se reanuda”, asegura la experta. De la mano con esta plantea que el problema del sistema tradicional es que enseña que existe una respuesta única correcta. “¿Qué tipos de problemas en la vida, o en el mundo, son así? ¡Casi ninguno! Son todos complejos, multifactoriales, y las soluciones no son correctas o incorrectas, tienen pros y contras, y consecuencias”.
Groff no niega la importancia de disciplinas como la matemática o los idiomas, contrario a esto, destaca la importancia de que los niños sepan leer, escribir, hacer cuentas.
El problema, en ese sentido, no son las asignaturas o las disciplinas, sino la manera como se enseñan. “No se puede enseñar fuera de contexto y esperar que los niños al final entiendan todo lo demás y sean unicornios mágicos que todo lo pueden. Ellos necesitan ir adquiriendo experiencias con problemas reales a lo largo de la vida”, afirma Groff. Y en ese proceso de adquisición de experiencias, afirma la experta son necesarias ciertas habilidades propias de las competencias del siglo XXI. Estas son: la comunicación, la colaboración, la creatividad y el pensamiento crítico. “Comunicación para conversar con sus colegas en el trabajo. La colaboración es necesaria porque no trabajamos aislados. La creatividad sirve para pensar en soluciones nuevas e innovadoras. Y pensamiento crítico para lograr resolver problemas, para pensar en soluciones efectivas y significativas en el trabajo o en la vida”, explica Groff.
Además de esto, ella considera indispensable agregar al currículum el “pensamiento sistémico”, es decir, aprender a trabajar en sistemas complejos y no lineales. ¿Por qué? Porque el mundo está hecho de muchas capas de sistemas complejos y los estudiantes merecen entender y conocer el mundo tal como este funciona. Se suma a esto el pensamiento ético, o pensamiento con perspectiva social, es decir, tomar decisiones considerando cómo los otros se ven afectados.
La belleza de la Enseñanza Basada en Competencias, dice Groff, es que los profesores no tienen que ser especialistas.
Esto sucede porque, en lugar de ser expertos en robótica, agricultura, o cualquier tema que se vaya abordar en un proyecto, los docentes deben preocuparse por el desarrollo general del alumno, traer especialistas de la comunidad e incluso involucrar a los padres. “Los niños no guardan contenido, asegura Groff, lo más importante son las habilidades y competencias que se ganan trabajando en diversos proyectos. “Entonces, si hay una discusión ideológica ocurriendo en el mundo real, debe suceder en la escuela también, sin elegir un lado, y obviamente adaptada para la edad de ellos. No estamos preocupados en recordar hechos y conocimientos, en cambio sí en tener habilidades necesarias para lidiar con el mundo complejo”, dice.
Pero, si este es el rumbo que debería tomar la educación, ¿por qué aún no ocurre de una manera transversal? Groff explica que el modelo de educación actual es del siglo 18, y si bien se han hecho algunos avances, hay muchas escuelas en el mundo que siguen en el pasado. Su primera tesis respondía la pregunta: “¿por qué las escuelas no cambian?” La respuesta es que hay muchas barreras en los sistemas educativos… principalmente barreras políticas que determinan lo que las escuelas pueden o deben hacer.
Sin embargo, esta experta cree que a veces, los cambios están asociados a tomar riesgos, a no tener miedo.
“La gente tiene resistencia al cambio. Especialmente porque los padres a menudo no entienden el proceso de aprendizaje a fondo, o cómo funciona la investigación en educación. Hay muchos factores que necesitan alinearse para permitir que la escuela cambie. Al final, lo que posibilita el cambio son recursos, y el apoyo financiero a la educación no es tan alto. No es un negocio tan grande, no da tanto dinero como Google”, explica.
Pero, si bien hay vacíos y necesidades, Groff cree que se está viviendo un cambio y que hemos llegado a un punto en que el mundo ha cambiado tanto que es absolutamente evidente que hay algo más allá de preocuparnos sólo por aprobar exámenes. Es, cada vez más claro que “necesitamos preparar a los niños con habilidades más amplias y profundas en un mundo tan complejo”.
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