“Con especial intensidad en la infancia, nunca en nuestra historia una especie había estado tan desconectada de lo natural”, dice Richard Louv, autor del libro “El último niño en el bosque: Salvar a nuestros niños del Desorden de Déficit de Naturaleza”.
“Me gusta jugar dentro de casa porque es donde están todos los enchufes”. Esta frase, dicha por un niño de sólo nueve años marcó a Richard Louv, un autor estadounidense, muy conocido por su libro El último niño en el bosque: Salvar a nuestros niños del Desorden de Déficit de Naturaleza. Esta frase lo marcó porque durante 30 años de su vida, el periodista ha hablado de un tema que nos concierne a todos: la desconexión que tienen los niños de hoy con la naturaleza y las consecuencias del deterioro de esta limitada relación. Louv ha documentado los efectos negativos de esta carencia en la salud física y psíquica de los niños y a esto lo ha llamado déficit por naturaleza, una afección que según explica en una entrevista con El País, no tiene un diagnóstico médico. “Soy precavido con la definición”, afirma Louve. “Lo que describe es algo que ocurre desde hace años y que sentimos de manera difusa, indefinida. Aún no hemos dado con las palabras adecuadas para contárnoslo a nosotros mismos. Pero es básicamente el impacto que tiene en la salud física y mental el alejamiento del mundo natural. No solo en los niños. También en los adultos”.
Y, concretamente, ¿cuál es el impacto de que, especialmente los niños estén alejados de la naturaleza?
Hay muchos, pero en esta entrevista, el autor destaca que la falta de naturaleza, disminuye la creatividad, la capacidad de asombro y la facultad de aprender a través de experiencias directas. A esto se suma los efectos físicos positivos que se disminuyen cuando los niños están alejados de esto. “Diversas investigaciones lo relacionan con una reducción de los trastornos por déficit de atención, del estrés y de la depresión. Incluso con un mejor desarrollo cognitivo. Además, lógicamente, es un importante antídoto contra la obesidad. Recuerdo que hace unos diez años había unos 20 estudios sobre el tema. Hoy hay más de 500”, explica. Louv sabe bien que la naturaleza no es la cura de “todos los males”, pero definitivamente es una herramienta importante para que los niños desarrollan muchas habilidades a través del juego libre. Los niños que juegan libres en el campo, desarrollan más el sentido de cooperación la imaginación, la introspección y la reflexión. Además, dice el autor, el compañerismo y la igualdad “porque la naturaleza no impone condicionantes. Los niños deben salir, deben embarrarse, deben jugar en el exterior porque de esta forma, explica Louve, “estarán mejor capacitados para lidiar con la vida cuando crezcan”.
Y, ¿cómo pueden los adultos para abrir espacios que permitan a los niños conectarse con la naturaleza?
Hay cosas simples y efectivas que se pueden hacer, dice Louve en la entrevista. Especialmente, para los padres, las estrategias son muy prácticas: “Así como apuntamos en el calendario el partido de fútbol de nuestros hijos, también podemos apuntar eventos naturales: un paseo, una excursión. Y ayuda no suponer que, como padre o madre, uno sabe todo sobre la naturaleza. A veces es mejor no saber mucho y experimentar algo por primera vez con tu hija. Recordemos que hoy hay al menos una o dos generaciones que han tenido muy poca vida natural. El sentido de descubrimiento compartido y de maravilla es increíblemente importante”, afirma.
¿Y en las escuelas? Los directores, expresa Louve, son muy importantes en este desafío. Ellos deben asegurarse de darle a los estudiantes espacios verdes tranquilos… puede ser un jardín, un huerto o un rincón donde puedan observar cómo las mariposas polinizan. En otras palabras, se trata de fomentar la vida silvestre en los espacios escolares e incluso diseñar espacios diferentes con características verdes: “Parte de esto tiene que ver con la arquitectura y el uso del llamado diseño biofílico. Podemos construir aulas y pasillos entremezclados con elementos naturales, un modelo con el que se ha probado que el rendimiento escolar aumenta y disminuyen las enfermedades. Tan solo la presencia de luz natural puede elevar las tasas de éxito escolar”, destaca el escritor.
“Con especial intensidad en la infancia, nunca en nuestra historia una especie había estado tan desconectada de lo natural”.
¿Por qué está pasando esto? Algunas de las causas, enuncia Louve, son: los malos diseños urbanos, la desaparición de especies de animales, plantas y hábitats, el miedo de padres y madres a dejar que sus hijos jueguen solos por ahí y sobre todo, la popularización de la tecnología. Pero el autor no es un enemigo de la tecnología, de hecho cree que lo más importante es intentar conjugarla con la experiencia natural haciendo cosas tan simples como tomar fotos y de esta forma, poner más atención a lo que nos rodea.
Esta conexión con la naturaleza es importante por todo lo que ya dijo el autor, pero además, porque es el mejor camino para formar ciudadanos conscientes de la crisis medioambiental que se está enfrentando. Pero antes de hablarle a los niños del cambio climático y explicarles que el planeta Tierra no está en su mejor momento, es importante que ellos vivan la naturaleza. “Hay estudios que muestran que los ciudadanos con una ética ambiental desarrollada tuvieron algún tipo de epifanía natural cuando eran niños”.
Entonces, ¡dejemos que los niños se ensucien, dejemos que los niños salgan, dejemos que se conecten con la naturaleza y dejemos que aprendan a través de ella!
“Los niños que se ensucian en el campo lidiarán mejor con la vida”, El País.
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