Respirar, jugar, responder, ser consciente; estos son algunos de los pasos de una actividad que lidera la profesora Gurutze Díez Rodrigo.
En la escuela Ikastola San Nikolas de Algorta (País Vasco), la profesora Gurutze Díez Rodrigo está implementando un proyecto llamado “Siente”. El objetivo de este es darle a niños y niñas la posibilidad de tener un espacio donde puedan regular sus emociones a través de diferentes herramientas. ¿Cómo funciona la iniciativa? “Siente” abarca varias actividades. Una de estas consiste en apagar las luces y sentarse en círculo; en esta dinámica la profesora toca un gong tres veces y con cada toque, todos hacen una respiración profunda. El objetivo de esto es sincronizar y unificar la energía de la clase y que se conecten con el momento presente, con el aquí y ahora.
Además de este ejercicio, utilizan un libro llamado El monstruo de colores.
Los estudiantes identifican los colores de los monstruos de esta historia y haciendo uso de éstos, trabajan las emociones. Cada emoción es un color y para desarrollar la actividad tienen monstruos peluche que se visten de distintos colores. Dependiendo de aquello que se quiere trabajar, se visten los monstruos de distintos colores y la profesora plantea preguntas para que los niños piensen por qué el monstruo puede estar sintiéndose de una u otra manera.
“A esta edad es importante hacer actividades que tengan cierto dinamismo -tener a los niños y las niñas atentos más de cinco minutos seguidos es prácticamente imposible- por lo que alterno actividades más relajadas como puede ser la respiración y una pequeña charla con otra actividad más movida”, dice la profesora en Educación 3.0.
La tercera actividad de “Siente” es la dinámica del hielo.
La profesora pone música, luego pone pausa y los estudiantes deben quedarse como estatuas. La variante de esta actividad es decirles que al pausar la música, intenten expresar con el cuerpo, la emoción que están sintiendo. Puede parecer una dinámica sencilla, dice la profesora, pero con esto también se está trabajando la atención plena, algo que también se conoce como “mindfulness”.
Y esto no es todo… después de la actividad del hielo, los estudiantes juegan a convertirse en diferentes animales.
Algunos de los animales que imitan son rápidos, como los caballos. Otros son lentos, como las serpientes. Después de este juego, se sientan de nuevo y enfocan la atención en el estado del corazón. “¿Cómo nos sentimos ahora?”, pregunta la profesora. “¿El corazón va rápido o despacio?” Si el corazón va rápido se le pregunta a los niños qué creen que pueden hacer para calmarlo. “Me gusta mucho lanzar preguntas al aire y que sean ellos los que ideen respuestas”, dice Díez. Los estudiantes llegan a la conclusión de que necesitan respirar para calmarse y después de esto, se acuestan en el piso para hacer un ejercicio que se llama escaneo corporal. “Sentimos los pies, las rodillas, la espalda apoyada en el suelo, los brazos, la cabeza… unos minutos bastan para que ellos cojan conciencia corporal y se relajen. Al finalizar la sesión toco otras tres veces el gong y con el último toque abren los ojos y se desperezan poco a poco”, narra la profesora.
Las clases de Díez, no ocurren en las aulas donde los niños ven otras asignaturas.
Entonces, antes de volver a otras clases, ella propone actividades para que regresen en silencio y en calma. Por ejemplo, se ponen disfraces invisibles. Disfraces de animales como mariposas y así, la profesora pregunta cosas como: “¿las mariposas gritan?, ¿tienen pies?”. “Así, los alumnos juegan con su cuerpo y es maravilloso ver como entran en dinámicas de atención plena mientras se divierten”, comenta la profesora.
El rol de Díez es crear un espacio para que los niños puedan sentir sus emociones y entenderlas. En otras palabras, a través de estas actividades, los niños pueden ser conscientes de que hay una infinita variedad de emociones que llegan, y también se van. “Ellos deben comprender que es importante darles la bienvenida cuando aparecen y también dejarlas ir”.
Leave a Reply