En el Hospital de Niños Dr. Luis Calvo Mackenna, 11 educadores se encargan de darle una oportunidad de aprendizaje a niños que por complejas enfermedades, deben cambiar su hogar por los pabellones del hospital.
Todos los días, al Hospital de Niños Dr. Luis Calvo Mackenna de la ciudad de Santiago de Chile, llegan niños de todo el país con enfermedades de alta complejidad. Dejando sus casas, sus tierras y sus familias, llegan a un contexto desconocido para hacer frente a una patología que llegó a sus vidas prácticamente sin avisar. Frente a dicho hospital se impone colorido, un rincón pintado con múltiples formas y personajes que representan la vida de todos esos niños, un espacio que les ofrece la oportunidad de aprender en un contexto escolar que además de ser diferente desde muchos puntos de vista, está basado en el amor, el respeto, el entendimiento y la aceptación. Ese lugar se llama, Colegio Hospitalario con Todo el Corazón y es una de las 47 aulas hospitalarias que existen en todo el país, donde un total de 133 docentes se enfrentan a un desafío difícil pero altamente enriquecedor.
“Aquí se conjugan todas las variables que pueden afectar la realidad de un niño, como es: tener una vulnerabilidad familiar y socioeconómica. Hay un tema de desarraigo y descontextualización porque hay muchos niños de regiones que llegan a Santiago sin conocer, y además enfrentan un problema con la salud”, asegura la directora del colegio, Constanza Labbé.
Los gestores del colegio
El Colegio Hospitalario con Todo el Corazón fue el sueño de tres educadores: Constanza Labbé (Profesora de Básica y Psicopedagoga), Cristián Correa (Profesor de Artes Musicales) y Carolina Paz (Educadora Diferencial). Los tres, con una amplia experiencia en pedagogía hospitalaria y movidos por los derechos de los niños, trabajaron en una aventura quijotesca derrotando molinos de viento por construir este rincón escolar hospitalario. Desde el silencio, se organizaron para crear un espacio cuyo objetivo era impedir que los niños en situación de enfermedad, perdieran su derecho a la escolaridad, su derecho a aprender y trabajar habilidades vitales para su desarrollo mental y emocional. En 2009 el colegio abrió sus puertas, recibiendo al poco tiempo, reconocimiento por parte del Ministerio de Educación y convirtiéndose en una especie de luz para todos los estudiantes que prácticamente viven en el hospital y deben enfrentar largos tratamientos, exámenes y operaciones que alteran el rumbo natural de sus vidas.
“El colegio hospitalario pasa a ser una fuente de luz para ellos, una fuente que va mucho más allá del aprendizaje”, dice Constanza.
Los niños
De la noche a la mañana, en situaciones inesperadas, los niños que llegan al hospital son diagnosticados con enfermedades que los obligan a desplazarse desde sus tierras hasta la capital para ser tratados. Dejan sus pueblos sus objetos y sobre todo, sus afectos… Llegan a la ciudad para luchar en contra de diversas patologías que les impiden, desde el punto de vista médico, continuar con procesos educativos constantes y lineales. Para hacer frente a esta necesidad, el Colegio Hospitalario con Todo el Corazón abre sus puertas a todos aquellos niños que están en tratamiento activo de enfermedades complejas como cáncer, insuficiencia renal crónica, malformaciones anorectales, fibrosis quística, VIH, quemaduras, entre otras. Esto quiere decir que vivir esta realidad desde la educación, no sólo es generar aprendizaje y conocimiento, también significa enfrentar pérdidas, vivir el dolor de familias, amigos, profesores, compañeros y sobre todo, aprender a aceptar, pero nunca olvidar.
De 122 niños matriculados, algunos han tenido que partir a lo que asegura la directora, es un lugar mejor. Constanza dice que tal como lo hacen las mariposas cuando dejan sus capullos, los niños se desprenden de un cuerpo que ya no funciona para desplegar sus alas y volar alto. Por esta razón, parte vital del trabajo en este colegio hospitalario es formar una comunidad de apoyo que se gestiona a través de talleres, protocolos, autocuidado, libros y charlas que permiten a los docentes de esta inspiradora misión seguir adelante después de llorar y decir adiós. Parte de esa comunidad de apoyo son también los niños, quienes a través de diversas actividades, honran la memoria de quienes dijeron adiós.
Las salas
Al ser un colegio hospitalario, el número de estudiantes que asisten puede variar constantemente. Un día puede haber 40 alumnos y otro día puede haber 10 niños que se acercan a lo que se llama Sala Clase, el colegio multigrado (hasta cuarto medio) ubicado al frente del hospital donde se trabajan todas las asignaturas. Pero además de la Sala Clase, existe la Sala Cama, es decir, un servicio que ofrece el colegio para llevar la escuela a los distintos pabellones del hospital (Oncología, Trasplante de médula, Quemados). Todas las mañanas, Constanza o Carolina hacen lo que allí denominan la “ruta”. En dicha ruta recorren los distintos pabellones para ver qué niños están, en qué condiciones, estado de ánimo y disposición para ciertos aprendizajes. Así, varios profesores atienden a los niños, incluídos los no matriculados, con actividades diseñadas según la situación. Esto quiere decir que si un niño en oncología tiene ganas de hacer arte, las educadoras le ofrecerán esa posibilidad.
Un proyecto de integración
Más allá de las bases curriculares, el colegio hospitalario, conformado por 11 educadoras de párvulos, básica y profesores de asignaturas como arte, música, educación física, lenguaje, matemáticas, entre otras, busca ser un espacio de integración basado en una metodología personalizada y un trabajo que es colectivo, colaborativo y muy adaptado a las necesidades diarias de los niños. Todo allí está enfocado en acompañar, tomar de la mano y trabajar de manera transversal, teniendo en cuenta el progreso de cada estudiante y su situación. Esto es posible porque dentro del plan educativo del colegio existe una flexibilidad que permite adaptar constantemente el currículum para todos y cada uno de los estudiantes.
“La difícil realidad que vive el niño/a hospitalizado y su familia, demanda al sistema escolar, respuestas educativas flexibles e innovadoras que eviten el desfase pedagógico que se produce por la postergación de los estudios cuando un estudiante sufre un accidente o una enfermedad” (Proyecto Educativo Con Todo el Corazón)
El compromiso
El objetivo, ante todo, es brindar una educación compensatoria y de calidad a todos esos niños, niñas y jóvenes para que tengan la oportunidad de seguir adelante con sus estudios y eventualmente, puedan reinsertarse en el sistema escolar al finalizar sus tratamientos médicos. Pero además de esto, el objetivo también es trabajar sus habilidades blandas y prepararlos para enfrentar el mundo y su entorno con una mirada diferente, con una sonrisa de oreja a oreja que es la prueba más grande de que el amor, es la base pedagógica de aquellos profesores que además de recorrer los pabellones del hospital, abren sus salas de clase para darle dinamismo y color a la cotidianidad de cientos de niños que no tuvieron la oportunidad de escoger la vida que les tocó vivir.
“Nuestro compromiso es poder proporcionar a los alumno/as las herramientas
necesarias que les permitan mejorar su calidad de vida y su nivel educacional para
lograr una mejor integración a su entorno escolar, familiar y comunitario” (Colegio Hospitalario con Todo el Corazón).
Este colegio pone en evidencia los constantes desafíos que deben enfrentar los profesores que educan en un contexto emocionalmente vulnerable y nos invita a reflexionar sobre qué tan preparados estamos para trabajar en diversos contextos educativos. Pero más que nada, este colegio, considerado por muchos estudiantes como su “segundo hogar”, es un recordatorio del impacto de la educación, de la importancia de otorgar este derecho a todos los niños sin exclusión alguna y del papel fundamental de aquellos docentes que cumplen un rol vital en la vida de todos estos estudiantes.
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