Por su compromiso y su metodología innovadora a la hora de enseñar matemática, Marcela Paz Rodríguez de Arica, fue seleccionada como una de las finalistas del Global Teacher Prize, premio conocido como el “Nobel de la Educación”.
Desde muy pequeña, Marcela Rodríguez siempre estuvo expuesta al mundo de la pedagogía y especialmente al apasionante mundo de la matemática pues sus padres también son profesores de matemáticas en Arica, su ciudad natal. Marcela era una niña introvertida, muy tímida, tenía buenos pero contados amigos y como muchos otros niños, fue víctima de bullying por ser de piel morena, ser descendiente boliviana y tener rasgos aymara. Marcela se refugiaba en los libros de matemáticas (los únicos que tenía en su casa) y no salía de su hogar frecuentemente. Entonces, cuando sus padres hacían clases particulares, ella se sentaba a observarlos, y mientras tanto, no sólo los admiraba, también aprendía lo que ellos enseñaban. Poco a poco, ella se fue convirtiendo en el “conejillo de indias” de su madre, quien decidió incursionar en el desarrollo del pensamiento matemático a través de su hija.
El talento matemático de Marcela era evidente y también sus ganas de transmitir conocimiento.
Con el paso del tiempo, las tardes después de clase dejaron de ser solitarias. Ella comenzó a enseñarle a sus a sus compañeros y también ayudaba a los niños pequeños. Cuando llegó la hora de escoger una carrera, Marcela postuló a Ingeniería Mecatrónica. Le iba muy bien y nuevamente ayudaba a sus compañeros que tenían problemas con cálculo y álgebra. Sin embargo, ella no se sentía bien y muchos factores le señalaron que estaba en el lugar equivocado.
Un día, su padre le contó la historia de su vida. La historia de cómo luchó para sacar su carrera adelante, de cómo llegó de Bolivia sin muchos recursos y aún así, cumplió sus objetivos. Entonces, Marcela lo supo… Tenía que luchar como su padre, tenía que devolverle a la vida las oportunidades que ella estaba teniendo y debía mostrarle a otros que cuando se quiere, se puede. Fue así como decidió cambiarse de carrera y estudiar pedagogía en matemática. Estudió para trabajar en colegios de contextos vulnerables y “enseñarles a los alumnos que ellos son luz, esperanza, el cambio y el surgimiento de sus familias si así lo desean”.
“No solo enseño matemática, enseño valores, enseño competencias, enseño valentía, enseño metas, enseño que lo más importante es ser feliz y todo eso lo agradezco a mis orígenes aymaras, bolivianos y chilenos”.
A sus 30 años, Marcela es profesora de matemáticas en el Liceo A-1 Octavio Palma Pérez de Arica y tal como lo soñó, ha encontrado la fórmula perfecta para mostrarles un camino diferente a sus estudiantes. A la hora de enseñar, esta joven profesora tiene un sello muy particular pues utiliza el juego y la neuropedagogía para que sus estudiantes aprendan. Al inicio, Marcela empezó con juegos clásicos como Twister, e incluso convirtió la granja del primer colegio donde ejerció su profesión en un espacio para explicar razones y proporciones. Después de probar estas estrategias, entendió que este era el camino que necesitaba para lograr que sus estudiantes aprendieran con gusto.
Ahora, los principales aliados de Marcela son el aire libre y los deportes. Con actividades como el “fútbol matemático”, ella enseña las tablas de multiplicar, y jugando volleyball, enseña funciones cuadráticas. Adicional a esto, Marcela realiza salidas a terreno periódicas para enseñar geometría. Videos musicales, cocina e ingeniería son parte del repertorio de actividades que utiliza esta docente, quien también creó un preuniversitario sin fines de lucro para alumnos de escasos recursos.
Leave a Reply