“Una vez dentro le empecé a entender el peso de ser profesora y me gustó… me gustó lo que significaba entrar a una sala y me di cuenta que no está tan lejos de lo que significa ser un artista en el escenario”.
Cada integrante de la banda tiene clara su función… A lo largo del año escolar han ido descubriendo qué tipo de instrumentos prefieren; algunos se sienten más cómodos en la percusión, otros prefieren las cuerdas, y por supuesto, están quienes eligen cantar. Unos días antes de la presentación final, discuten qué ropa utilizarán y se dedican a ensayar “I Want to Break Free”, “Que sería” y “Tren al sur”, las tres canciones que han elegido para sorprender a todos sus fanáticos de La Casa Espiral, la escuela Montessori a la que asisten estos niñas y niñas.
Detrás de esta banda, está Yorka Pastenes, una joven profesora que además de liderar a los estudiantes en este taller de música (junto a otra docente llamada Daniela), dedica la mayor parte de su vida a componer y cantar en grandes escenarios junto a su hermana, con quien conforma el dúo chileno que lleva su mismo nombre: Yorka. Antes de convertirse en profesora, ella soñaba con dedicar su vida 100% al arte. La música era su obsesión y no había algo más que pudiera superar las emociones asociadas a tocar, cantar y componer.
Sin embargo, cuando quiso dedicarse por completo a la música, no tuvo el apoyo que necesitó.
“Mi mamá quería que tuviera algo de estabilidad económica, un sustento… y la música, en ese sentido, no era la mejor alternativa. Era la primera universitaria de la familia y quería que tuviera un plan de vida más estable”, cuenta Yorka. Entonces, exploró todas las mallas curriculares, en todas las universidades y dentro de las opciones, apareció Pedagogía.
Cuando entró a la carrera, quizás no estaba tan segura del camino que había elegido, pero poco a poco fue descubriendo elementos relevantes asociados a la pedagogía. Principalmente descubrió que ésta, a diferencia de otras carreras, tenía un factor social determinante. “Me convencí de que la pedagogía era la carrera más importante a nivel social y de que los cambios que podía generar en la sala podían ser impactantes”, afirma Yorka. “Una vez dentro empecé a entender el peso de ser profesora y me gustó… me gustó lo que significaba entrar a una sala y me di cuenta que no está tan lejos de lo que significa ser un artista en un escenario”.
Según Yorka, ser profesora es interpretar un rol, un papel… es convertirse en un personaje, incluso cuando tienes un mal día.
Y lo mismo pasa en el escenario. No importa lo que haya pasado, tienes que salir a cantar, a sonreír, a darlo todo para los espectadores que llegan a disfrutar el show. Por esto, ella asegura tener dos papeles artísticos: Yorka en el escenario y Yorka en la sala de clase. Esta artista lleva 5 años haciendo espectáculos frente a sus alumnos y en ese tiempo, los aprendizajes han sido constantes.
Empezó dando clases en el colegio del que se graduó, donde diseñó su primer taller de banda. En la carrera, eligió la mención “conjunto instrumental”, por eso, su foco ha sido potenciar grupos, algo que realmente le apasiona. “Siento que cuando los niños tocan juntos, algo pasa… Hay una especie de magia cuando todos hacemos algo al mismo tiempo, aunque sean cosas diferentes”.
Pero las cosas han cambiado desde que dio por primera vez su taller de banda.
Para Yorka, estar en la sala ha sido un proceso de mejora y descubrimiento, un proceso de entender la música en la escuela de otra manera. “He crecido como profesora, como artista, como ser humano. Cuando entré sólo quería que tocaran porque sentía que yo no había tocado lo suficiente en el colegio”, afirma. Ahora, el objetivo va más allá del uso de un instrumento. Entrando en el sistema, se dio cuenta de que a la música no se le da la relevancia que merece, se le dedican muy pocas horas y además, es una asignatura que tiene las etiquetas de “divertida”, “fácil” o “creativa”, pero ¿realmente es así?
Ella cree que no… La música, para esta cantante, trasciende aquellas categorías y por eso se ha enfocado en mostrar otra cara de la materia. Además de ocupar sus clases en tocar instrumentos y permitir que todos los niños exploren diversas opciones, la artista ha enfocado sus esfuerzos en compartir información que ella y otros músicos no recibieron cuando estaban en el colegio. Por ejemplo, todas las posibilidades que existen entorno a la industria de la música más allá de tocar y cantar.
“¿Qué pasa si a ese niño que le gusta la música no es talentoso o virtuoso?”, se pregunta Yorka.
“Al contestar esta pregunta pensé: qué bacán sería mostrarles a los niños que también existen los sonidistas, los iluminadores de escenario, los productores, los managers, personas que ven escenografía, vestuario… personas que tiene relación con la música de una manera diferente pero que en ese rol, potencian el escenario y los shows”. Esta información, asegura, llega muy tarde. De hecho, ella conoce personas que descubrieron aquellos trabajos mucho después de darse cuenta de que sus bandas no funcionaban.
Esta es una de las caras de la música que los estudiantes de Yorka conocen, pero además de esto entienden bien lo que realmente significa ser artista. Primero, porque han visto a su profesora en el escenario y segundo, porque han compartido el escenario con ella. “En agosto tuve el lanzamiento de mi disco, algo que era muy importante para mí. Entonces propuse invitarlos a cantar en un show con un teatro lleno, para mostrarles ese lado más profesional, para que se dieran cuenta de lo que hay detrás, de que existen pruebas de sonido, de que los artistas se preparan para un show. Estaban muy emocionados y fueron la sensación. Ahí empezamos a generar un vínculo mucho más importante. Ellos entraron a mi mundo, les dije ‘adelante’ y les gustó”.
Mezclando ambas profesiones, esta profesora ha podido mostrarle a sus alumnos un lado más real de la música, y de la mano con esto, les ha enseñado que para crecer en el rubro se necesita constancia y disciplina.
“En la música, si tu no estudiaste para la prueba, no puedes copiar. ¿Cómo copias en música? Tienes que tocar, ensayar, y para eso se necesita pura disciplina”, explica. Y ella tiene una ventaja a la hora de transmitir esta información, pues no sólo enseña un área que conoce muy bien, también enseña algo que realmente le apasiona.
“Si yo no hiciera música, no se cómo lograría hacer clases de música”, comenta Yorka. “Siento que la magia y la misma bencina que me alimenta cuando me subo al escenario, es la energía que quiero compartirle a ellos. Si no hiciera eso, no podría transmitir ese amor. En ese sentido, creo que es importante que a las personas que estamos educando, nos apasione lo que estamos enseñando. Si no, ¿cómo vamos a emocionar o lograr que esos niños aprendan?”, agrega.
Además de su pasión, Yorka está convencida de que cambiar la sala y lo que sucede dentro de éstas, debería ser una prioridad.
La forma de enseñar tiene que ser distinta ahora y para llegar a esto, es indispensable entender lo que significa ser profesor. ¿Y qué es ser profesor según ella? Es una lucha, una revolución social noble pero llena de desafíos por mejorar. En su revolución personal como docente, ella intenta mostrar otra cara de la asignatura, entregarle a sus alumnos todas las herramientas de experimentación posibles, darles espacios para que socialicen, respeten y escuchen a través de los acordes. En otras palabras, les enseña que hacer música sí vale la pena y que una banda puede ser como la vida misma.
Esta carrera, dice Yorka, es preciosa cuando todo funciona y aunque a veces cuesta encontrar la tierra en un mar de dificultades, finalmente aparece… Aparece la tierra cuando los estudiantes se conectan con la materia, cuando uno de ellos se emociona con un instrumento, cuando descubren el placer de hacer algo en equipo y finalmente, cuando se suben juntos al escenario de la escuela, tocan “I Want to Break Free” de Queen y descrestan a todos con su talento.
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