Daniela Osorio está desde 2014 trabajando en el Colegio Santa Lucía, donde ha implementado diversas estrategias con la intención de que ninguno de sus alumnos se limite a hacer cualquier deporte y al lograrlo, también les enseña sobre autonomía.
En una sala multiusos del Colegio Santa Lucía está Daniela Osorio, profesora de Educación Física y Salud, que llegó en 2014 a este establecimiento ubicado al sur de la ciudad de Santiago de Chile. Ahí tiene pelotas, cajas, juguetes, palos, colchonetas, cojines, trampolines y muchos otros elementos, adaptados a las necesidades de sus estudiantes: niños y niñas de baja visión o ciegos. Y la mayoría de los elementos tienen algo en común: han sido intervenidos o modificados por Daniela.
Desde que llegó a este colegio que pertenece a la Fundación Luz, esta docente y ex seleccionada de esgrima se ha empeñado en modificar balones; ha aprendido a abrirlos y coserlos gracias a algunos tutoriales de YouTube y la ayuda de su zapatero. Su objetivo ha sido poner dentro de éstos cascabeles y balines, para convertirlos en objetos sonoros. “El sonido es orientación para las personas ciegas, por eso siempre es clave tenerlo presente. También es importante elegir materiales de alto contraste, para que puedan ser vistos por las personas de baja visión”, explica Daniela.
También ha aprendido un poco sobre circuitos y electrónica; al darse cuenta que no siempre podía realizar sus clases en compañía de asistentes, pensó en un sistema de alarmas hecho con un envase de comida, una batería, cables y un interruptor. Para esto pidió ayuda en una casa electrónica y desde entonces, ubica el sistema detrás de la arquería para que sus alumnos sepan hacia dónde deben patear para hacer el gol, e identifiquen la dirección en la que deben lanzar la pelota de básquetbol para encestar y el lugar hacia el cual deben lanzar la bala.
Los retazos de ropa vieja también han sido clave para las clases de educación física de Daniela.
“La idea es que se diviertan y que en un entorno seguro aprendan a desarrollar sus habilidades. Siempre hay que pensar en cosas que no los hagan golpearse, porque si se caen, se golpean, no van a querer seguir intentándolo”, dice la profesora. Por eso, después de juntar donaciones de ropa usada y muchas horas de costura, Daniela ha armado serpientes, cubos y círculos con telas que ellos pueden pisar sin lastimarse y que les permiten hasta caer al hacer circuitos, brincar y practicar el equilibrio, entre otras actividades. Su intención siempre es reutilizar material: “Porque hay que pensar en el medio ambiente y en tener elementos adaptados para todos”.
Uno de los ejercicios ideado por Daniela lo ejemplifica Isidora, una de sus alumnas de 10 años que tiene ceguera total y es una las más entusiastas con todas las actividades de educación física. En el piso, hay seis círculos o “donas” -como le dicen ellas-, y cada uno representa un número del sistema de lectura y escritura Braille. “Como ese es un método de seis puntos, siempre hago que ellos practiquen flexibilidad y memoria con este juego, en el que los pongo a llegar a los puntos de cada letra de una palabra”, cuenta Daniela.
Antes de ejemplificar el ejercicio, Daniela e Isidora reconocen juntas cada círculo delimitando qué número representa cada uno. Entonces la profesora le dice que haga su nombre y así empieza Isidora. Con la I marca el 2 y el 4 con dos piernas, luego la S en los puntos 2, 3 y 4 con sus piernas y un brazo, y así sucesivamente, hasta completar su nombre.
“Al hacer actividades como esta, no sólo trabajamos toda la parte psicomotriz, que es importante en las personas ciegas que, por ejemplo, tienden a mover poco los brazos o a hacer poca actividad física, sino que también mejoramos el autoestima, porque así ellos se dan cuenta de que sí pueden lograr cosas y que no son distintos. Con unas pequeñas modificaciones, pueden hacer lo mismo que compañeros que no tengan discapacidad y eso es maravilloso para ellos”, dice Daniela.
En este colegio practican desde fútbol hasta chueca o palín, deporte mapuche–pueblo originario chileno–. Y no pasan por alto el atletismo, lanzamiento de bala, goalball, básquetbol y saltos.
En cada deporte, Daniela siempre pone primero la seguridad. Lo principal es una bandana de goma espuma alrededor de la cabeza para cada estudiante, especialmente para los juegos de contacto físico. Para evitar choques siempre les pide que exclamen ”voy” al dirigirse hacia la pelota, de esta forma le avisan a sus compañeros y evitan realizar la misma acción al mismo tiempo. Además las manos siempre van frente al pecho. También ha sido importante enseñarles a caer y siempre decirles que se pueden levantar de nuevo, todas las veces que sean necesarias.
“Aquí siempre los vamos a motivar, a decirles que ellos son capaces de todo lo que se propongan, porque estas clases de educación física van más allá, porque les enseñamos de autonomía, a desenvolverse en la calle, a usar el bastón, orientación y movilidad, salimos a la calle, vamos a comprar, hacen manejo del dinero, usan transporte público. De esta forma visibilizamos la discapacidad visual y le demostramos a la gente que ellos pueden”, asegura Daniela.
Estas clases de educación física también han servido para empoderar a niñas con deportes como el fútbol.
“Cuando llegué a este colegio pasó algo que me impactó, especialmente porque yo soy deportista desde chica. Llegué y unos niños de 9 años me dijeron: ‘Pero profe, ¿cómo usted va a hacer deportes si es mujer?’. También pasó que empecé a darme cuenta que las niñas no querían participar en las actividades deportivas. No lo podía creer, pero les empecé a mostrar todo lo que hago, les mostraba fotos a los que tenían más visión y al lado se ponían los ciegos a pedirles que les describieran las fotos y estaban impresionados”, recuerda Daniela.
Mostrando su experiencia y creando siempre nuevas formas de transformar elementos para los ciegos, esta profesora ha logrado que ahora todos los equipos de este colegio sean mixtos y que entre todos se animen y se griten: “¡Tú puedes!“.
“Y pensar que para mi ver a mujeres empoderadas con el deporte, era algo muy normal, jamás pensé que me iba a enfrentar a esto. Pero lo importante, es que todos ahora entienden los beneficios que trae el hacer educación física y yo constantemente trato de ser un buen ejemplo, con mis actitudes, con mi alimentación sana, con mi forma de tratarlos y motivarlos”, dice Daniela.
Esta ex seleccionada que terminó estudiando pedagogía en educación física con la intención de ser entrenadora de esgrima, cada día recuerda su primer encuentro con el deporte para ciegos.
Fue antes de entrar a la universidad, entrenaba en un centro de alto rendimiento y siempre observaba que un compañero era muy metódico con sus pasos. “Un día me atreví a preguntarle por qué caminaba así entre las máquinas y me dijo que apenas veía un 5%. Eso me impactó y fue él quien me invitó a ser lazarillo, a acompañar a personas ciegas a correr, creo que ahí empezó todo”.
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