Aunque sus talleres estaban dirigidos a niños que necesitan un apoyo matemático extra, la profesora Elizabeth Little logró con la estrategia indicada que muchos otros estudiantes quisieran un poco de matemática adicional.
Elizabeth Little enseña ciencia y matemática en la escuela Martin Luther King Jr (Berkeley, California), asignaturas que muchos consideran desafiantes. Además dicta una clase de matemática de apoyo (remedial) y sus estudiantes la aman. Al final de cada año escolar están ansiosos por aprender más y más y por ser parte de esta clase de matemática de apoyo. ¿Cómo lo ha logrado? En esta escuela, solían hacerse clases como costura, carpintería y metal, asignaturas que Elizabeth cree son “formas prácticas de aprender matemática. Por falta de presupuesto y un currículo enfocado en lo académico, la escuela eliminó estas clases, pero esta profesora no toleraba la idea de hacer clases de apoyo sólo a través de tablas de multiplicación y largas divisiones. Entonces, se arriesgó y llevó algunos materiales a la escuela, materiales de costura, unos juegos de sus hijos y un MaKey MaKey, un elemento donado por un amigo y que ella no conocía muy bien.
Los estudiantes estaban felices; se unieron en grupos basados en intereses personales y empezaron a explorar las herramientas que Elizabeth había llevado a clase.
Todo era nuevo. Para ellos y para ella. No sabía bien cómo utilizarían el MaKey MaKey (una placa similar al mando de una videoconsola que permite enviar órdenes a un computador al cual se conecta), pero tal como explica la profesora en MindShift, “no sabía cómo hacerlo, pero podía enseñarles a aprender”. Y así lo hicieron… Inspirado en una investigación online, un grupo de estudiantes decidió construir un piano con plátanos. Para esto necesitaban programar un computador (el de la profesora) con la placa de circuito MaKey MaKey. No sabían bien cómo hacerlo pero en una prueba de ensayo y error, aprendieron. En la siguiente clase de apoyo, los estudiantes trajeron el plátano y tocaron canciones para toda la clase. Todos los estudiantes, incluso los que no necesitaban ese apoyo extra, querían hacer parte de estas sesiones.
Dado el interés, Elizabeth invitó a todos sus estudiantes de matemáticas a asistir a estas clases remediales opcionales dos veces por semana.
“Todos optaron por matemática extra”, dice la profesora en MindShift. Intrigados por los plátanos, otros estudiantes decidieron trabajar con limones esta vez completando el circuito tomados de la mano. La electricidad pasaba por todos los niños de la clase hasta el último, quien luego podía “tocar” los bongós de limón. Otros niños con una inclinación más literaria, escribieron un libro y le pusieron música; armaron el dispositivo MaKey MaKey para reproducir música durante algunos pasajes de los libros. Cuando los niños utilizaron todos los suministros que la profesora había llevado, la diversión no terminó. Elizabeth convirtió la necesidad en una oportunidad de inmersión en marketing y ventas. Sus estudiantes decidieron que venderían lápices para recaudar fondos y comprar más materiales. Entonces hablaron de posibles estrategias y se plantearon preguntas como: ¿si vendemo 60 lápices a 2 dólares, alcanzaremos nuestro objetivo?, ¿las personas gastarán tanto en un lápiz?, ¿podríamos cobrar 50 centavos una semana y 75 centavos después? “Los niños tenían el control total de cómo variaría el precio y cómo afectaría las ganancias”, dice la profesora. En otras palabras, estaba haciendo matemática y lo mejor es que lograron re-abastecer la canasta de costura y compraron más circuitos.
La profesora estaba asombrada con los cambios que estaba viviendo sólo por haber convertido sus clases en algo práctico.
Elizabeth explica que a través de esta estrategia superó las jerarquías tradicionales ya que los niños que se sentían marginados por no ser tan buenos en matemática, se volvieron protagonistas compartiendo ideas para resolver problemas. De una forma natural se volvieron visibles y sobre todo, indispensables para la clase. También sucedió que el estigma asociado a las clases de recuperación o apoyo, e incluso el estigma asociado a la matemática, desapareció. Todos querían unirse y los niños dejaron de lado sus roles habituales: algunos que tradicionalmente se sentaban en silencio, comenzaron a tomar las riendas, y otros que decían odiar la lectura no dejaban de leer enormes manuales para llevar a cabo ciertas actividades.
Para la profesora también hubo cambios. Ella se convirtió más en una apoyo que ayudaba a los niños a encontrar lo que necesitaban sin darles toda la información. “Los maestros ya no son los poseedores de todo el conocimiento”, dijo Elizabeth en el mismo medio, y en dinámicas como estas te das cuenta de ello. Los estudiantes de esta profesora descubrieron por su propia cuenta cómo programar frutas para tocar una melodía, y de esta forma desarrollaron una confianza inesperada. “Se volvieron audaces y autodirigidos cuando se dieron cuenta de que no tenía las respuestas”, escribió Little sobre la experiencia.
Elizabeth sigue entusiasmada con esta estrategia y alienta a otros profesores para que lo hagan.
La profesora está convencida de que esta forma de enseñar sirve para que los estudiantes resuelvan problemas y entiendan conceptos matemáticos. Esto sucede porque al trabajar en grupos y hacer proyectos reales como estos, muchos estándares matemáticos entran en juego. Ella descubrió que este enfoque estimula a los niños a aprender, ayudándoles a comprender y usar la matemática de una forma que nunca habían considerado. Por ejemplo, Elizabeth usa el punto de cruz para desarrollar la comprensión matemática. “El punto de cruz es como crear arte con píxeles”, explica. “No se puede hacer una curva, pero se puede aproximar una usando el método de la escalera matemática. La distancia desde la pieza crea la ilusión de una curva suave”.
Los estudiantes se entusiasman con este tipo de descubrimientos y logran convertirse en actores de un aprendizaje que realmente les interesa y eso es lo más importante. Los profesores, dice Elizabeth, tal vez no se sienten preparados para comenzar estos proyectos prácticos, pero ella también asegura que no deberían preocuparse por entender completamente cómo funciona todo. “Solo comienza”, dice, “consigue algunos suministros y listo. ¡No tengas miedo!”. Perder el miedo será la mejor manera de lograr que los alumnos también lo pierdan.
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