Eva, una revista chilena que dejó de publicarse en el año 1974, dedica un artículo a la profesión docente y el rol de la mujer en esta carrera que en la década de los 40, se popularizó más que nunca. Dicho artículo nos deja una gran pregunta, ¿cuánto ha cambiado nuestra visión sobre rol docente?
“Esta semana queremos tocar el tema de las profesoras. Esta es una profesión que hasta hace muy poco era muy mal mirada por el público, pero que se ha ido reivindicando poco a poco hasta construir una de las más interesantes y plenas de porvenir para la mujer chilena”. Así empieza un artículo de la edición Nº 166 de la Revista Eva, una publicación dedicada a la mujer que se publicó en Chile entre los años 1942 y 1974. El slogan de Eva era “La revista moderna de la mujer” y aunque en sus números se publicaban cuentos, novelas y temas relacionados con cocina, belleza, moda y puericultura, también tenía la sección “Nuevas profesiones para la mujer”, en la cual se publicaba reportajes sobre la educación femenina superior y los empleos modernos en los cuales las mujeres eran protagonistas. La temática era potente teniendo en cuenta que solo unas décadas antes, la mujer no tenía acceso a la educación superior y el rol que cumplían se alejaba de las posibilidades de tener un trabajo que les permitiera acceder a un salario.
Dos hitos marcaron el desarrollo de esta profesión durante el siglo XIX: la creación de la Escuela de Preceptoras en 1854 y la firma del Decreto Amunátegui en 1877, hecho que impulsó la promoción de la educación secundaria femenina. Estos hecho fueron imprescindibles para la ampliación y multiplicación de establecimientos educacionales donde más adelante muchas mujeres trabajaron como pedagogas.
Según se menciona en Memoria Chilena, entre 1887 y 1935, un total de 2.289 mujeres se graduaron como profesoras.
Hacia 1960, ya había más de 3.000 mujeres que se habían graduado del Instituto Pedagógico y en la Escuela de Educación de la Universidad de Concepción. No era extraño entonces, que una publicación como Eva dedicara una sección completa de la revista a hablar de las profesoras, de la reivindicación de la pedagogía y del impacto de esta profesión en la vida de todas aquellas mujeres que en los años 40, llenaban las salas de clase de escuelas y universidades.
“Hasta hace pocos años se consideraba esta profesión con cierto prejuicio social. Se hablaba de un profesor o una profesora como de una persona humilde, laboriosa, triste y poco sociable, tal como la literatura las había pintado”. Esta realidad ilustrada en Eva, es contrastada a su vez con la reivindicación que vivía la profesión en ese entonces. Según se menciona en la revista, el prejuicio de la profesión estaba desapareciendo en 1940 gracias a la inmensa cantidad de docentes que se estaban destacando en su profesión tanto en Chile como en el extranjero.
En la antigua publicación, se habla de la docencia como una carrera respetable desde todos los puntos de vista.
Además de cobrar mucha fuerza, la profesión docente se empezó a entender como una ciencia útil para ejecutar diversas obras sociales en beneficio de un país. Como ejemplo de esto mencionan los nombres de maestras que impulsaron grandes cambios como Gabriela Mistral, se habla de su dirección en el Liceo de Santiago, de su paso por México y de sus acciones en la reforma educacional de dicho país.
“Este caso se repite mil veces y no en mujeres destacadas literariamente como Gabriela Mistral, pero sí en profesoras inteligentisimas que han fundado colegios, liceos, escuelas, hogares infantiles y otras obras sociales relacionadas con la pedagogía” (Eva, Edición Nº 166, 1945).
Efectivamente, desde la segunda mitad del siglo XX, el número de mujeres profesoras aumentó, y con esto, el número de docentes que se desempeñaron como directoras o que asumieron cargos de orden ministerial. Isaura Dinator de Guzmán, quien fue la primera mujer miembro del Consejo de Instrucción Pública en 1925, fue una de ellas. También lo fue Irma Salas, docente egresada del Instituto Pedagógico y doctora en Educación de la Universidad de Columbia, destacada en el ámbito de la metodología educacional y muy conocida por haber dirigido en el 57 el Instituto de Pedagogía de la Universidad de Chile y por haber incentivado la creación de los Liceos Renovados o Experimentales en 1945. Y por supuesto, Amanda Labarca, quien además de ser una de las mujeres más destacadas en el campo de la investigación docente en la primera mitad del siglo XX, fue la primera mujer en Chile en alcanzar el título de una cátedra universitaria en 1922.
De ser entendida como una carrera absolutamente sacrificada y compleja, la profesión docente, para las mujeres, pasó a ser un espacio de desarrollo personal y profesional satisfactorio e importante para ellas y sobre todo, para un país que empezó a entender el impacto de esta labor en la vida de quienes en ese entonces, fueron formados por grandes maestras.
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