La necesidad de conocer mejor a sus estudiantes hizo que Yanko Bravo buscara durante la pandemia una idea que le permitiera entenderlos, más allá de las pantallas de las clases en línea.
Yanko Bravo trabaja como docente de Lenguaje en el Instituto Comercial de Linares –zona central de Chile–, establecimiento técnico profesional al que van niños y niñas desde los 13 a 18 años. Durante la pandemia, la dificultad de conectar con sus estudiantes a través de las clases virtuales lo llevaron a la idea de implementar un diario de vida para conocerlos mejor. El profesor se enfrentó a un nuevo curso del que solo conocía los nombres de sus alumnos por una pantalla negra. Y también algunas voces, por las pocas veces que activaban sus micrófonos para responder preguntas.
Ante la necesidad de conocer mejor a su curso, surgió la idea de plantear la actividad del diario de vida como una propuesta enfocada en la escritura de vivencias personales, pero aplicando el uso de normas ortográficas que iban a ser evaluadas desde la asignatura de lenguaje.
“La idea me vino buscando lecturas para empezar el año. Estudiamos las normas ortográficas y junto con el proceso de escritura estuvimos leyendo también Diario de Ana Frank. Fue una secuencia de actividades conjugadas en función de que los estudiantes conocieran la escritura en primera persona”, explicó Yanko.
El diario de vida planteó narrar cómo se sentían durante el encierro
Los estudiantes de Yanko sabían desde un principio que tendrían libertad para escribir sobre lo que quisieran, y que la única persona que leería eso sería él. La idea era que contaran sobre su vida, su familia y cómo se han sentido durante el encierro, pensamientos que sus alumnos no acostumbraban a socializar.
Al inicio de la actividad el docente les aseguró que no iban a ser criticados o juzgados, además de que sólo se evaluaría la ortografía. Esos parámetros sirvieron para que el curso se sintiera liberado y con la confianza necesaria para escribir sobre sus emociones.
“Cuando leía los diarios que ellos me mandaban contaban cosas muy personales, recordaban situaciones complejas de su pasado, la enfermedad de algún familiar, recuerdos de su primer amor o lo mucho que extrañaban a sus amistades”, recordó el profesor.
Yanko también buscó conocer sus intereses
Había un segmento en el cual los estudiantes podían escribir qué música estaban escuchando mientras escribían el diario. La idea del profesor con esta invitación, fue conectar con los alumnos para conocer sus gustos. La música siempre es un buen indicador para identificar emociones e intereses.
Los beneficios directos de escribir un diario van desde el simple hecho de desahogarse de situaciones que se han mantenido mucho tiempo en privado, ver aspectos que se han pasado por alto o simplemente llevar registro de las veces que uno divaga, lo que podría servir en el futuro. La actividad se complementó simultáneamente con la lectura del Diario de Ana Frank, que en el contexto de pandemia guardaba muchas similitudes con lo que estaban viviendo sus alumnos a pesar de las diferencias históricas y de contextos.
Yanko hizo el vínculo de lo que estaban pasando los jóvenes estando encerrados en su casa, alejados de los amigos y teniendo como círculo cercano únicamente a su familia, con lo que vivió Ana Frank en el anexo de su casa. En el libro está muy presente la temática del encierro por lo que resultó fácil identificarse con una adolescente que vivió lo mismo.
La experiencia se transformó en otros relatos y actividades
Para su proyecto de magister, el año pasado, Yanko tuvo otra idea que llamó Diccionario para Boomers, un diccionario para adultos que están desactualizados en la jerga juvenil o que no se manejan muy bien con la tecnología. Para ello, le pidió a sus alumnos que recojan vocabulario utilizado en redes sociales (neologismos), luego se organizó ese vocabulario en clases y finalmente, entre todos definieron cada uno de los términos. Con esto se armó un libro digital que después Yanko encuadernó.
“En el momento en que llegué a principios de año y les mostré el libro físico, ellos no podían creer que su trabajo se transformó en un libro real. En su momento, solo habían visto la versión digital, y al ver que sus propias escrituras están todas recopiladas en un texto, hace que ellos se sientan como escritores, y esa es la idea”, explicó Yanko.
Según el profesor, este tipo de actividades no deben estar relegadas solamente a una actividad de la clase, sino que es importante que se puedan socializar con los demás y así llegar a tener un fin más grande. Especialmente en una actividad donde se logró trabajar las emociones, además de muchas reglas de puntuación y ortografía.
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