Ana Paula Fink ya suma cuatro enseñándole a docentes de Argentina varias estrategias para utilizar este deporte mental como una herramienta pedagógica que va mucho más allá de lo que imaginamos.
Antes de ser una especialista en enseñar el uso del ajedrez como herramienta pedagógica a docentes técnicas, la educadora infantil, Ana Paula Fink, odiaba este juego. “Para mí era el más aburrido y competitivo. Lo que conocía del ajedrez me parecía horrible”, cuenta Ana, quien ya suma cuatro años como docente de la materia Metodología Preajedrez para el aula, asignatura que hace parte de una Diplomatura De Ajedrez que se dicta en una universidad de Buenos Aires.
Ahí se ha encargado de mostrarle a otros docentes de distintos niveles, cómo el ajedrez puede ser una herramienta que permite preparar a niños y niñas para el posterior desarrollo de razonamientos más abstractos y complejos. Esto, teniendo en cuenta el concepto del “preajedrez”, es decir: entendiendo todas las normas previas que se deben cumplir para sentarse a jugar con un contrincante este famoso juego de 32 piezas y 64 casillas.
“Se da un marco de observación, respeto por las reglas y por el compañero de juego, en donde los participantes van adquiriendo distintos hábitos de pensamiento y un mayor tiempo de atención y concentración. En los distintos encuentros lúdicos que realizamos se crea un ambiente de aprendizaje basado en aprender a pensar mejor y para nosotros, el pensar no va separado del sentir, ni de las emociones”, cuenta Ana. Mediante diferentes expresiones artísticas como canciones, obras de teatro y cuentos, se les enseña cómo es el juego y sus reglas. Y son esas las técnicas que la educadora argentina enseña en el diplomado.
“Aprender sin darnos cuenta, aprender jugando con diferentes recursos didácticos para acercar al niño, diferentes contenidos”.
Esa es la premisa de Ana, quien considera que con este juego –conocido como un deporte mental–, se puede realizar una invitación a que los docentes se atrevan a crear metodologías de enseñanzas más dinámicas. “Emplear el ajedrez para enseñar es factible en cualquier colegio y en cualquier contexto. Este es un método creativo y con múltiples entradas. Por ejemplo, se puede enseñar sobre tonalidades de colores, sobre qué son las filas, las columnas, las diagonales; también los números, letras y movimientos. Con el camino de cada pieza, se puede hablar sobre lateralidad, bordes, centros, puntas, entre otros conceptos. Todo eso se puede enseñar con un tablero de mesa, pared o piso. También se puede usar el cuerpo y hasta dibujar con una tiza el tablero en el patio del colegio”, asegura Ana.
Muchas de las técnicas que ha enseñado, las publica en su canal de YouTube.
Ahí muestra, por ejemplo, cómo los niños empiezan a entender los movimientos. En un tablero de ajedrez, Ana va dejando las piezas del juego en el medio y los niños, con palitos de madera, deben explicar cómo se mueve cada una. Dicen, por ejemplo: “la torre se mueve como una cruz, y el alfil, como una equis”. En otro video, un niño está aprendiendo la diferencia de claro y oscuro al armar un tablero de ajedrez.
En su cuenta de Facebook también muestra varias de sus experiencias. Grabaciones de canciones, ensayos de obras de arte y cómo unos niños en un jardín infantil cuentan con ella la cantidad de casillas que tiene una fila de un tablero de ajedrez. También muestra cómo se sorprenden al ver que este juego se puede llevar a grandes escalas y que no es para jugar sólo en una mesa.
“Es sumamente interesante observar cómo se ejercita la intuición e imaginación, complementando e integrando el funcionamiento de ambos hemisferios cerebrales que contribuye al desarrollo del potencial creativo e integral del ser humano. El ajedrez también ayuda a las personas a ser sus propios médicos del alma, ya que mediante su práctica y aprendizaje, ayuda a conectarnos con nuestra vida interior, mental, psicológica, afectiva y espiritual”, agrega Ana.
Por un cambio inesperado y sus ganas de estar en constante creación, Ana ahora es una experta en presentar el ajedrez de distintas formas.
Estuvo 7 años trabajando en jardines infantiles, hasta que empezó a cuestionarse la educación tradicional. Decidió hacer un cambio y encontró la posibilidad de estudiar un plan de estudios de docencia de tiempo libre y recreación, lo que le dio las herramientas para entender la importancia del juego en TODAS las instancias del aprendizaje.
Durante ese período de re-aprender sus formas de enseñar, conoció a la profesora Marina Alba Rizzo, quien fue su guía para relacionar el ajedrez con dinámicas lúdicas para enseñar muchas cosas que van más allá de cómo debe moverse la reina, el rey, los caballos, los alfiles, las torres o los peones.
Ahora, se ha encargado de demostrarle a todos los docentes que han pasado por sus clases, que el ajedrez es mucho más que un juego o deporte mental. “Los maestros tenemos que ser creativos porque no podemos enseñar a todos de la misma manera o forma. Todos somos diferentes y nosotros tenemos la obligación de diseñar aulas adaptadas a las necesidades de cada niño y grupos, y no al revés. El ajedrez puede dar esa libertad”.
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