Nació el 2015 y cuenta con casi 200 juegos para aplicar en diversas áreas de aprendizaje. La organización, integrada por docentes y psicólogos, es parte de la fundación Desarrollo Educativo y pretende expandir sus conocimientos por Latinoamérica.
En el año 2012, la fundación Desarrollo Educativo, decidió hacerse cargo de un colegio de bajo rendimiento y altos índices de vulnerabilidad en Puente Alto que estaba quebrado. Conversaron con los dueños, llegaron a un acuerdo, pagaron las deudas y lo rebautizaron como colegio Antares.
-La escuela como concepto se creó en el siglo 19, los profesores son del siglo 20 pero los estudiantes del siglo 21. Notamos que la forma de enseñar era aburrida para los estudiantes. No podíamos tener objetivos distintos y seguir haciendo las cosas de la misma forma, con clases con tiza y pizarrón. Empezamos a buscar estrategias para motivar a los estudiantes y entendimos que no era fácil encontrar técnicas que hiciera más atractiva la enseñanza-, cuenta Daniel Barría, director social de la fundación.
Con los estudiantes hicieron cortometrajes, experimentaron con cocina, utilizaron el laboratorio de ciencias. “Funcionaba pero no del todo”, recuerda Barría.
Pasaron los meses y alguien de la fundación propuso trabajar con juegos de mesa. Estudiaron un poco y probaron. “Nos percatamos que tienen como característica principal la colaboración. Es en equipo, hay que conversar, respetar reglas. Hay una tendencia mundial en educación por desarrollar las habilidades blandas. Nosotros creemos en eso y los juegos eran perfectos para trabajarlas”, asegura el director.
Los resultados en los alumnos fueron tan buenos que decidieron estudiar más. Primero en el mercado local, luego en otros países. Buscaban potenciar contenidos como matemáticas, lenguaje, historia y ciencias. “Los juegos nos ayudaron a abordar materias ásperas o rudas y diseñar una fórmula que no sea tan rígida. Sirven como amortiguador, como un aceite que ayuda a aprender cosas difíciles”, define Daniel Barría.
En un par de años el colegio Antares incrementó su asistencia promedio de 63 a un 92%. Paralelamente, profesores de otros colegios se acercaban a la fundación para que les enseñaran los métodos utilizados. Ahí se dieron cuenta que existía una necesidad muy grande y ellos habían ganado experiencia. Por eso a principios de 2015, los profesores y psicólogos que trabajan en la fundación crearon el Observatorio del Juego, que serviría para canalizar todo lo que habían aprendido. Sin quererlo estaban fundando la primera organización de este tipo en Latinoamérica.
Ese mismo año, Eduardo Hernández, 27 años, profesor de historia en la escuela básica Nanihue de San Ramón, no estaba conforme con lo que hacía: buscaba nuevos métodos de enseñanza para ocuparlos en el aula. Conversó con la directora del colegio y se percató que ambos estaban interesados en utilizar los juegos como una experiencia educativa. De hecho la directora había comprado un par que “vegetaban en la biblioteca”, asegura Hernández.
En octubre de 2015, el Observatorio dictó su primera charla para profesores. Querían enseñar cómo utilizar el juego como experiencia educativa, con una primera etapa teórica en la que hablaban de por qué lo hacían, y una etapa práctica en la que los docentes probaban algunos. Fue un éxito. Las solicitudes de charlas aumentaron.
A mediados de 2016, Eduardo Hernández abrió su correo electrónico, como lo hace rutinariamente. Tenía un mensaje de la directora del colegio: era una invitación para participar de una charla organizada por el Observatorio del Juego, totalmente gratis. “El gusto por el juego lo tenía incorporado desde chico, aunque no estaba en mis planes inmediatos trabajar con ellos en la escuela. Estaba en mi cabeza, pero no sabía cómo aplicarlo. Esa charla fue un momento gatillador en mi vida, bastante fuerte”.
El único de Latinoamérica
Los integrantes del observatorio se volvieron unos estudiosos del juego. Han viajado a Europa y EEUU para capacitarse. De hecho en febrero pasado fueron a Nuremberg, Alemania, para asistir a la Feria Internacional del Juguete.
De esas investigaciones han extraído casi 200 juegos útiles para el currículum escolar chileno, aunque en sus registros figuran 400 analizados. Eso sí, asegurán que este método es complementario a los libros, al atlas, al cuaderno. “Para ciertas cosas el juego es más pertinente. Imagínate que te enseñaran a abrocharte los cordones desde la teoría. Jamás aprenderías. Hay cosas que se deben aprender en la práctica”, asegura Daniel Barría.
-El juego es liberador. No pasa nada si ganas o pierdes. Cuando uno aprende más en la vida es con el error, cuando te equivocas. En el colegio el error es penalizado. Si te equivocas te sacas un cuatro y no hay solución, pero la vida no es así. En la medida de que el juego es liberador, las personas se sienten más libres de ensayar otras cosas, porque es una simulación. Cuando las personas juegan, salen de su rol habitual y les permite ensayar. Por eso nos gusta tanto jugar, y además es entretenido-, recalca el director del Observatorio.
Para sistematizar lo aprendido, el Observatorio creó el método ALA (Aproximación Lúdica al Aprendizaje), que ocupa las tres virtudes del juego: el vínculo, el desarrollo de habilidades y los contenidos académicos. El método, tras analizar las necesidades de los profesores, sugiere qué juegos usar. ALA tiene dos etapas: Primero se capacita al profesor, después se le acompaña en la implementación en el aula, asistiendo a alrededor de ocho clases en sus colegios.
Tienen dos sistemas para capacitar: uno pagado, en el que un colegio u organización le pide al Observatorio entrenar a sus profesores, y otro gratuito, estructurado en un semestre para todos los docentes que se inscriban. En menos de dos años, el Observatorio ha capacitado a más de 500 profesores.
Pero sus metas son más ambiciosas. Quieren enseñarles su fórmula a 1.200 profesores en los próximos meses. Método que poco a poco comienza a expandirse por Latinoamérica. De hecho, en el segundo semestre de este año, la organización viajará a Haití para capacitar a profesores, y a principios del otro año hará lo mismo en Paraguay.
-Lo que más solicitan los profesores son juegos que mejoren la convivencia. En ese caso, se convierte en un artefacto que te permite administrar las relaciones. Jugando juegos cooperativos, se dan dinámicas súper distintas en las clases. Los entrenas primero para que se comuniquen bien entre ellos, y luego esa capacidad les permite resolver problemas para sus vidas-, asegura Daniel Barría.
Aunque asegura que hay muchos otros juegos que si bien son entretenidos, no tienen un objetivo de aprendizaje escolar, pero son deseables. Por ejemplo: Hay un juego de aves nativas. En el colegio no hay una unidad de aves, entonces ese juego no es escolar, porque no se aplica en la escuela, pero sí es muy deseable que un niño aprenda de ornitología. Con esta forma de educación el colegio Antares, administrado por las mismas personas del observatorio, en el año 2016 logró ingresar a la Red de Escuelas Líderes, que agrupa a los 100 colegios de todo el país que entregan educación de calidad en contextos vulnerables destacando por sus propuestas innovadoras.
Es lo mismo que sueña Eduardo Hernández, profesor del Nanihue en San Ramón. Tras asistir a mediados de 2016 a la charla impartida por el observatorio, dice que “algo me hizo click. Hablamos de la importancia de los juegos para los seres humanos: cómo los utilizamos no solo como entrenamiento sino que como un elemento sagrado, que tiene que ver con juntarnos en un espacio a nivel tribal, que nos va generando experiencias de aprendizajes. De los orígenes de los seres humanos, pasando por la edad media, se utilizó el juego. Como profesor de historia eso me hizo mucho sentido”.
En esa oportunidad, la charla duró tres horas, lo suficiente para que varios de los 15 profesores que asistieron cambiaran su visión con respecto al método. “Al principio hubo varias que se mostraron reticentes, pero tras reflexionar sobre el juego y luego ver cómo el Observatorio ya tenía armada una aplicación metodológica, cambiaron de opinión”, asegura.
El profesor decidió aplicar el método en sus clases. Juntó juegos suyos y los sumó a los que ya había en la escuela. Empezó a planificar un trabajo para matemáticas, lenguaje, historia. Llevó a sus alumnos a jugar. “Ese fue el punta pie para posteriormente crear un taller de juegos de mesa, orientado en consolidar la convivencia entre mis estudiantes que ha tenido mucho éxito”, cuenta el profesor.
A Eduardo Hernández lo convenció la rigurosidad del método para aplicar en el aula. “No es que los juegos se vean solo bonito, sino que hay una herramienta nueva y muy aplicable, que puede generar una experiencia distinta en los alumnos”.
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