Parte importante de nuestro rol como docentes es cuestionarnos de forma constante cómo las prácticas pedagógicas influyen en el aprendizaje de los estudiantes. El siguiente texto es parte de esa reflexión que, como educadora, no puedo dejar de hacer.
Durante años, la literatura chilena y extranjera nos ha hablado del pueblo mapuche a través distintos relatos históricos en donde la mayoría de los protagonistas pertenecen al género masculino. Hemos crecido escuchando la historia de grandes líderes y guerreros mapuches como Leftraru, pero poco o nada conocemos sobre el rol de la mujer indígena.
Los relatos que hoy existen sobre el género femenino son escasos y relegan el rol de la mujer al cuidado de los niños y la trasmisión de su cultura. Quienes pertenecemos a esta etnia sabemos que el rol de la mujer va mucho más allá, lo hemos visto y escuchado, pero lamentablemente la historia ha invisibilizado su existencia, al igual que nuestras escuelas. Solo basta con preguntarle a cualquier mujer ¿cuántas mujeres indígenas conoció durante su formación? Probablemente ninguna.
No hay duda que la ausencia de relatos históricos ha invisibilizado el rol de la mujer en la sociedad en el más amplio sentido de la palabra. Pero, ¿cuánto ha afectado esto en la construcción de la identidad de niñas y jóvenes?
Los referentes que una niña conoce y la percepción que tenga la ciudadanía sobre una determinada etnia puede afectar el proceso identitario de una persona, más aún durante la infancia. Por ello, no es trivial reflexionar sobre cómo abordamos este tema en la sala de clases y cómo incluimos nuevos referentes históricos en la práctica pedagógica y de manera cotidiana.
Hoy tomamos a las niñas y jóvenes mapuches como referencia, pero no son las únicas. Cientos de niñas a lo largo de todo latinoamérica han visto afectado su proceso identitario por el contenido que se aborda en el primer agente socializador: la escuela. Lo que viven cientos de niñas mapuches es un ejemplo de lo que también pueden estar viviendo en Chile cientos de niñas migrantes. Solo basta pensar, ¿cuánto hablamos sobre la cultura haitiana? ¿Cuántas veces mencionamos mujeres que han marcado la historia de Perú?
Cambiar esta situación no es tarea fácil, pero con el apoyo de la comunidad académica y educativa es posible. Mi invitación es a recordar que un buen profesor siempre se preguntará si está respetando la identidad cultural de sus estudiantes desde el ejercicio de la docencia. No por nada, el respeto a la identidad cultural está resguardado por instrumentos internacionales, como lo es la Convención sobre los Derechos del Niño.
Como profesional interesada en temas infancia, educación e interculturalidad hago un llamado a profesores y académicos a redescubrir a la mujer indígena desde la investigación, y, por qué no, desde el aula. A proponer nuevos contenidos y formas de enseñar que respeten la pertinencia cultural de cada estudiante.
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