Elisa Guerra es una educadora mexicana, dos veces finalista del Global Teacher Prize y creadora del Método Filadelfia. Aquí cuenta algunos detalles de su visión sobre el futuro de la educación.
Elisa Guerra es inquieta. Así asegura ella. Por ser tan inquieta abrió en 1999 una guardería en Aguascalientes, su ciudad natal en México. Elisa era tan inquieta, que decidió educar a sus propios hijos y en el proceso, leyó el primer libro del médico estadounidense Glenn Doman. Inspirada en sus prácticas de estimulación temprana dirigidas a personas con lesiones cerebrales, decidió crear su propio método de enseñanza: el Método Filadelfia.
Ahora, Elisa Guerra vive la mitad del año fuera del país explicando los detalles de este método y de su historia. En sus conferencias, cuenta cómo logró sacar el título de educadora infantil mientras atendía una guardería con sus tres hijos, habla sobre la fundación de su escuela – el Colegio Valle de Filadelfia– y presenta los proyectos llevados a cabo con estudiantes de secundaria, donde destaca un podcast sobre violencia de género en las relaciones de pareja o un documental sobre la historia de México.
En la actualidad, el Colegio Valle de Filadelfia está presente en cinco países de Latinoamérica. Estas escuelas buscan fomentar el respeto por los demás, valorar la diversidad en la cultura y potenciar materias como el arte y la música. Este foco ha llevado a Elisa a ser dos veces finalista del Global Teacher Prize –premio conocido como el “Nobel de la enseñanza”–, y a popularizar su método de enseñanza.
La estimulación temprana del aprendizaje de la lectura y los retos de enseñanza ante la cuarta revolución industrial son sus principales temas de interés. Sobre estos tópicos, Elisa Guerra ha publicado más de 10 libros y son las áreas que más analiza en su blog.
Tuvimos la oportunidad de hablar con Elisa, quien nos contó algunas de sus reflexiones y experiencias frente a estos dos grandes temas.
Elige Educar: Has mencionado que tus primeras semanas como educadora fueron muy frustrantes, ¿por qué?
Elisa Guerra: En un inicio, yo no tenía ningún entrenamiento como educadora y mi experiencia era con mis hijos, a quienes conocía muy bien. Pero de repente tener a 17 pequeñitos, todos llorando porque se separaban de la mamá por primera vez. Eso no lo había contemplado. Esa primera semana, me sentí muy frustrada, recuerdo que me la pasé abrazándolos y llorando con ellos, no les enseñé nada. En ese entonces me decía a mí misma: “soy un fracaso, no estoy logrando nada”. El trabajo de una educadora es difícil porque tienes que entender los distintos contextos y realidades de cada uno, para poder trabajar de forma efectiva. Y así llegué a lo que soy, una educadora que ya tiene 20 años de experiencia. Comencé en 1999 y aquí sigo, aprendiendo todos los días.
EE: Uno de tus temas actuales es la enseñanza en la cuarta revolución industrial y los retos que conlleva, ¿cuáles deberían ser las bases en la educación para enfrentarla de la mejor forma?
EG: Es una pregunta difícil de responder quedando bien con todos los lugares, pero a mí me gustaría resumirlo en una frase muy sencilla: queremos que nuestros niños sean altamente capaces y profundamente humanos. Entonces, si somos altamente capaces y profundamente humanos, podemos enfrentar cualquier cosa que se nos presente en el camino. Pero, ¿cómo somos altamente capaces? Bueno, eso se refiere a un poco de todo, empezando por la parte académica, las materias duras de lectura, matemática y ciencias siguen siendo importantes. No es que ahora con la tecnología y Google estas materias no sean necesarias, todo lo contrario, siguen siendo necesarias y hasta más que antes, porque los niños necesitan este conocimiento para no caer en la desinformación que tanto se está difundiendo con la tecnología.
La forma de cómo hacerlo es lo que yo creo que debe ir cambiando, no tanto los contenidos sino las metodologías. Aquí el reto es cómo utilizar la tecnología como herramienta para que los que menos posibilidades tienen, a través de la tecnología, puedan recibir la educación que necesitan.
En la parte humanística, creo está el problema. Hoy seguimos viendo la materias separadas, pero la ciudadanía global es conocer y reconocer la diversidad, aceptarla, abrazarla y al mismo tiempo no dejar de lado la propia cultura. También se trata de tener actividades como la educación emocional, porque las habilidades emocionales son realmente claves para resolver conflictos y para trabajar la autorregulación. Se trata de darle la misma importancia a las habilidades blandas como a las habilidades duras.
EE: Hace varios años que la discusión sobre potenciar las habilidades blandas en los colegios está presente en varios países, ¿por qué consideras que no se avanza en estos temas y por qué no hay cambios reales en los programas?
EG: Es cierto. Creo que lo que ocurre es que los temas educativos son inherentemente muy pesados, traen una carga de tradición enorme, como por ejemplo, maestros que han sido formados con métodos de hace muchos años y que no pueden cambiarse de la noche a la mañana. Los temas educativos traen, tristemente, la carga de los políticos que quieren hacer cosas llamativas, que se vean bien en el papel y en los medios, pero que no necesariamente son las que más impactan a los niños en las aulas. Pero también hay que enfocarse en que no todo es malo y no se trata de reinventar la rueda en cada período gubernamental, porque así no vamos a avanzar. No se trata de cambiar por cambiar. El trabajo que hay que hacer es empezar por las aulas, la diferencia y la esperanza está en el maestro que se atreve a salir de los establecido y lo esperado, que se atreve a innovar en el aula, que comienza a tener resultados, que comienza a socializar la experiencia, que comienza a contagiar a otros maestros. Así, es como yo creo que finalmente la innovación empieza a ser efectiva. Todos los cambios tienen que empezar en las aulas.
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