El primer reto son las tareas de contención y protección de la comunidad, enfocándose en niños y adolescentes. Es importante brindarles una estructura y significado a su vida cotidiana a pesar del contexto.
Una emergencia es una situación inesperada que repercute en nuestra vida, bienestar, cotidianidad y dignidad, sea por causas naturales, sociales, políticas o naturales y produce efectos que conllevan grandes desafíos para la educación.
El primer reto son las tareas de contención y protección de la comunidad, pero especialmente a los niños y adolescentes.
Se trata de proveerles una estructura y significado a su vida cotidiana, algo así como un sentido de normalidad. Aquí es muy importante entregar apoyo psicológico y ayudar al desarrollo de ciertas habilidades sociales para sanar las experiencias traumáticas. No hay que olvidar que niños y niñas afectados por emergencias han presenciado o escuchado hechos violentos o humillaciones, han enfrentando cambios radicales en sus vidas y están atravesando una disociación temporal entre un pasado estable, un presente amenazante y un futuro incierto. Todo esto hace que tengan necesidades especiales, las cuales incluyen tanto la entrega de una buena enseñanza como la provisión de herramientas que les permitan consolidar un sentimiento de logro y normalidad.
Una herramienta útil en las tareas de contención y protección es la auto-expresión, la expansión de las redes sociales y las actividades lúdicas, ya que permiten entender y socializar lo que está pasando en el país, sus barrios y sus familias. Esto nos permite compartir nuestros sentimientos y entender/analizar la violencia o peligro, conocer la verdad, reconstruir los hechos y comprenderlos individual y colectivamente. Importante recordar que el juego puede ser usado también con los adultos y puede, además, contribuir al restablecimiento de los lazos de confianza y solidaridad.
Cuando se evalúan las intervenciones destinadas a la contención de los estudiantes hay que tener en consideración varias cosas.
Primero, que estos efectos pueden observarse de manera inmediata, pero también varios meses después y hay que prepararse para ambas tareas. Lo segundo es que los más afectados suelen ser los niñas y niños más pequeños, mujeres y estudiantes que viven en zonas rurales, aunque ello depende también de los eventos que rodean la emergencia y si ya eran grupos más vulnerables antes de la emergencia misma.
Un segundo reto es práctico. Hay que mejorar la infraestructura, si hubo daño, brindar incentivos a las comunidades para que niñas y niños sientan más confianza y regresen a las escuelas y proveer protección a los grupos más vulnerables o excluidos, considerando, además, a las minorías o personas que tienen alguna discapacidad. Ahora bien, aunque se priorizan ciertas actividades y/o grupo específicos, no debe obviarse la visión de que la educación es un derecho para todos. Por eso, las metas deben ser siempre integrales y considerar que muchas veces la emergencia evidencia y/o agudiza vacíos preexistentes que pueden quedar obviados ante la priorización de sujetos o sectores.
Otro desafío es la educación para la paz, particularmente una vez que la emergencia misma baja su intensidad o cesa.
El período después de la emergencia está caracterizado por el restablecimiento de la paz y el cese de las hostilidades a favor de las actividades de reintegración y rehabilitación: su marco de análisis puede ir desde el conflicto de baja intensidad o una paz inestable hasta la resolución del conflicto mismo.
Sea cual sea la causa de la emergencia, la educación formal juega un rol central en construir o reforzar la cohesión y la pertenencia social, permitiendo que comiencen los procesos de perdón, justicia y superación de la emergencia, incluso permite hacerse responsable de la prevención de las situaciones de emergencia futuras.
La lista de temas que se pueden estudiar incluyen la preocupación por el entendimiento mutuo y el desarrollo equitativo.
También es importante tener en cuenta la reducción de las polarizaciones, los derechos y deberes de los ciudadanos, el diálogo y el desarrollo de habilidades para la resolución del conflicto y la construcción de la paz. Todo estos temas están bajo el paraguas de una comprensión crítica del conflicto, recuperación de la memoria, democratización de las relaciones de poder y reconocimiento de los derechos, especialmente para aquellos que no los han tenido.
Aquí la tarea ideal es modificar el curriculum escolar. En el corto plazo, lo mejor es aplicarlo tal cual está, pero, ya en el largo plazo, se podría incorporar la emergencia social como un aprendizaje y una oportunidad para sumar temas claves como son la formación en la conciencia moral y social, el manejo del conflicto, el soporte psicológico y el respeto por otros, por ejemplo.
Cuando se interviene para tratar estos grandes desafíos existen ciertas bases esenciales. Por un lado, es importante reconocer que los principales agentes de la transformación en educación es la comunidad educativa, especialmente los profesores. Por otro, es valioso reconocer que los conflictos presentan no sólo desafíos, sino también oportunidades para la reconstrucción del sistema educativo y que, además, la educación es un derecho social básico que debe garantizarse a cualquier individuo.
Es relevante considerar que todos los sujetos – niños, niñas, adolescentes, padres, madres profesores y equipo directivo – son sujetos de derecho y no objetos de caridad. En otras palabras, no son sujetos pasivos de ayuda, sino sujetos a quienes se les está garantizando el ejercicio y goce de sus derechos sociales y, por tanto, hay que escuchar sus opiniones y necesidades para dar una respuesta más efectiva a la emergencia.
Vanessa Orrego, psicóloga e integrante del equipo de investigación de Elige Educar.
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