Con proyectos ambientales e iniciativas que involucran a la NASA, esta profesora de ciencia ha conquistado a sus estudiantes.
Antes de convertirse en profesora, Nadia Valenzuela trabajó en el Centro de Educación y Trabajo de Gendarmería de Chile rehabilitando internos en su proceso de reinserción en la sociedad. Ellos fueron sus primeros alumnos. Nadia recuerda especialmente a un hombre de 60 años que aprendió a leer y escribir gracias a ella, experiencia que la marcó y reafirmó su vocación de enseñar. Entonces, eligió ser profesora y se propuso ver qué tan lejos podía llegar a través de la educación.
Desde hace 15 años, esta profesora de ciencia ha trabajado en la Escuela Lucila Godoy Alcayaga, ubicada en Angol, una ciudad en La Región de La Araucanía. La escuela tiene 230 alumnos y el 97% de ellos vive en situación de vulnerabilidad, enfrentando problemas como familias disfuncionales, violencia intrafamiliar y padres alcohólicos. Muchos de ellos se han criado en Aldeas Infantiles SOS, una organización que brinda alternativa de cuidado a niños que perdieron sus familias.
En dicho contexto, Nadia se ha propuesto entregar verdaderas oportunidades y lo ha logrado con acciones que van más allá de una sala de clases.
Por ejemplo, en un viaje que hizo a Viena para realizar un diplomado, la profesora se puso en contacto con la Oficina de Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior (UNOOSA). Allí conoció al astronauta Takao Doi, quien le informó que la NASA estaba donando unos instrumentos llamados clinostatos, para hacer experimentos en microgravedad. Nadia quería ese instrumento para mostrarle a sus estudiantes el mundo que hay por descubrir, entonces, postuló a esta iniciativa y su sala de clase fue seleccionada junto a otros 50 colegios del mundo.
La profesora trajo el instrumento a Chile y actualmente es el único que está en una escuela del país (el segundo está en una universidad). Ahora, gracias a esto, sus alumnos están estudiando semillas que puedan responder favorablemente a la alteración del campo gravitatorio para evaluar la posibilidad de realizar futuras granjas espaciales. Esto los tiene muy motivados, pues además trabajan con el Dr. Ravikumar Hosamani, un científico que desde la University of Agriculture de India monitorea los resultados y los mantiene al tanto. “Esta experiencia ha generado que los alumnos sientan que están haciendo un aporte real a las ciencias espaciales”, comenta Nadia.
A esto se suman otras acciones que han convertido a niños y niñas en protagonistas de soluciones tangibles.
A lo largo de su carrera, Nadia he realizado varias actividades e investigaciones con sus alumnos, muchas de estas fuera del horario escolar. Juntos han reforestado bosques plantando más de 500 árboles en un cerro importante para la etnia indígena mapuche. También limpiaron el lago Lanalhue, sacando una planta acuática invasora (egeria densa), la cual llevaron al colegio para convertirla en abono orgánico líquido y granulado. Con este proyecto se ganaron un fondo que les permitió educar a madres agricultoras y diseñar un invernadero para ellas. También participaron en un programa de radio enfocado en educar a la comunidad sobre esta problemática. Este trabajo significó un antes y un después en la comunidad, pues actualmente, las personas continúan limpiando el lago y transformando la planta en abono.
Su trabajo con la comunidad es impresionante, principalmente porque involucra a sus alumnos quienes a través de estos proyectos se están convirtiendo en agentes de cambio. Pero la labor de Nadia no sólo es inspiradora fuera del aula; dentro de esta, sus estudiantes también han aprendido a amar la ciencia cantando, disfrazándose, escribiendo cómics e incluso enviando sus nombres a Marte en una sonda espacial de la NASA. “En mis clases las manifestaciones artísticas son una prioridad. Las clases son muy dinámicas y mi aula nunca está organizada de la misma manera; un día estamos en grupo, otro día en fila o sentados en el piso, y a veces estamos parados bailando. El objetivo es que todos se emocionen y cuando tengo su atención, pasamos a la indagación científica, mi principal metodología de trabajo”, cuenta la profesora.
La meta de Nadia es potenciar la alfabetización científica y para esto, además de impulsar proyectos extraordinarios, utiliza ECBI, una estrategia basada en la indagación.
Este programa permite que sus alumnos construyan su propio aprendizaje y funciona en un ciclo de aprendizaje que se divide en cuatro fases: focalización, exploración, reflexión y aplicación. “ECBI facilita el desarrollo progresivo de las habilidades de pensamiento e investigación científica, que al combinarlas en el aula, contribuyen al desarrollo del pensamiento crítico y a la valoración del error como fuente de conocimiento. La metodología también me ha permitido aprender a enseñar como lo hacen los científicos, de una manera ordenada y planificada, implementando el uso del método científico de una forma efectiva, divertida y significativa”, explica Nadia.
Todo eso se entrelaza con las estrategias que ha implementado fuera del aula con el apoyo de agencias internacionales como la NASA, y con otras iniciativas que la profesora ha diseñado para desarrollar habilidades científicas. Por ejemplo, como parte de espacios extraprogramáticos de la escuela, Nadia creó dos talleres: uno de ciencias y otro llamado “Forjadores ambientales”. En este último, los estudiantes hacen intervenciones urbanas sobre el cuidado del medio ambiente, regalan bolsas reutilizables afuera de los supermercados, hacen charlas de vida saludable, reciclan, recogen basuras en asentamientos de escasos recursos y crean zonas verdes en lugares como ancianatos. En los recreos hacen observaciones solares con unos binoculares especiales, y cuando se oscurece, observan con un telescopio la Luna o Saturno. Además, hacen largas jornadas y turnos para ver pasar la Estación Espacial Internacional.
Son incontables los proyectos de Nadia, y muchos de estos son atípicos. Pero esa singularidad de sus iniciativas es lo que le ha permitido conquistar a sus estudiantes con la ciencia, con la astronomía, con las ganas de aprender y llegar lejos. Gracias a esto, hoy muchos de ellos incluso sueñan con ser astronautas, con ser científicos, con ser agentes de cambio.
¡Por esto y mucho más, Nadia Valenzuela es finalista del Global Teacher Prize Chile 2019!
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