Comprometer reformas para la educación parvularia durante los primeros 100 días del próximo gobierno será señal clara y concreta de un real compromiso con la infancia, más allá de lo declarativo.
La elección presidencial ha estado marcada por el debate y propuestas de ambos candidatos en torno a la educación superior, específicamente en relación con la gratuidad, lo que ha acarreado suculentas promesas de ambos competidores. Estas señales dan a entender que los mayores desafíos en educación estarían en la educación superior. Sin embargo, el acceso a esta posibilidad de formación continúa siendo un sueño para un altísimo porcentaje de jóvenes; no por el factor económico solamente, sino por no contar con una base sólida en su formación inicial y escolar. Lo anterior es reforzado por vasta evidencia, la cual nos grita hace años que ese no es el nivel educativo que más recursos y esfuerzos del Estado requiere.
Por lo mismo, para Elige Educar -así como para muchas organizaciones de la sociedad civil- la prioridad legislativa en educación debiera estar en el nivel de la Educación de Párvulos, reforzando el papel de sus educadores. Si bien no desconocemos que el acceso y financiamiento a la educación superior son importantes, creemos que estas materias no deberían opacar la necesidad de otra política muchísimo más urgente: avanzar en una educación parvularia universal, gratuita y de calidad.
¿Cómo reconciliar ambas prioridades? En Elige Educar creemos que por cada peso que gaste el Estado en educación superior debería invertirse al menos la misma cantidad en educación parvularia. Este financiamiento espejo permitirá cerrar las enormes brechas que se crean entre los niños a temprana edad, introduciendo un criterio de equidad que tendrá efectos sobre todo el ciclo educativo, hasta la educación superior.
¿Por qué hacerlo? Por al menos tres motivos. 1) En los primeros años de vida se juega parte esencial del desarrollo cognitivo y socioemocional de los niños, lo que requiere estimulación para su pleno progreso. 2) En la educación parvularia se juega el aprendizaje futuro de los estudiantes, lo que se aprecia en los mejores resultados académicos que obtienen los niños que participan de este nivel educativo, en comparación con los que no lo hacen. 3) La educación parvularia permite aumentar la productividad y desarrollo de los países, y acortar brechas educativas producidas por la desigualdad social, siendo estas muy difíciles de revertir en etapas posteriores.
Por otra parte, existen todavía enormes desafíos en la educación parvularia. Cuatro de ellos concentran nuestra preocupación. Primero, en cuanto a acceso, si bien el país ha avanzado significativamente, todavía existen brechas que cubrir. Actualmente hay 50.000 niños y niñas en listas de espera para acceder a una sala cuna o jardín infantil financiado por el Estado. ¡Esto es un Estadio Nacional lleno de niños y niñas esperando! Considérese que las listas de espera que hubo el año pasado para patologías AUGE/GES sumaron a 14.000 personas esperando.
Segundo, tenemos el desafío de ampliar el derecho a asistir a salas cuna y jardines infantiles con fondos públicos. Hoy este derecho, que va de la mano con la gratuidad, lo tiene solo el 60% de más bajos ingresos de la población, como regla general. ¿Qué pasa con el resto del país? Tiene que buscar establecimientos educacionales privados que cobran altos precios para acceder a ellos, golpeando dramáticamente los presupuestos familiares de la clase media.
Tercero, existe una necesidad enorme de avanzar con más fuerza en calidad. Muestra de ello es que el impacto de la educación de párvulos en el desarrollo de habilidades matemáticas de los niños y niñas de nuestro país es, en promedio, un 50% menor al impacto que genera en el promedio de los países OCDE.
Finalmente, el rol de los educadores y educadoras de párvulos necesita ser fortalecido y apoyado para alcanzar todo su potencial. A pesar de la importancia de estos profesionales, en Chile sus condiciones de enseñanza son aún deficientes. El promedio actual de niños por educador es casi el doble que en el promedio de los países de la OCDE (26 versus 14); sus remuneraciones son las más bajas en comparación con el resto de los profesionales (Mi Futuro, 2016), y quienes ejercen en salas cuna y jardines infantiles no cuentan, en general, con horas para planificar y desarrollar procesos evaluativos, a diferencia del resto de los profesores. Estos elementos impactan en la satisfacción laboral de los educadores y educadoras, la cual tiene directa relación con la calidad de la atención que se entrega a niños y niñas (OCDE, 2016).
Por todo lo anterior, invitamos a los candidatos presidenciales a tomar las banderas de la universalidad, gratuidad y calidad para la educación parvularia, y a explicitar públicamente cuán central es este tema en su propuesta de gobierno. Comprometer reformas para este nivel educativo durante sus primeros 100 días de gobierno será señal clara y concreta de un real compromiso con la infancia, más allá de lo declarativo.
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