En la comuna de Lo Espejo, en Santiago de Chile, se construyó hace 18 años un espacio, llamado Sol Naciente, donde los niños de esta zona han cambiado su realidad gracias a este establecimiento educativo.
Hace 18 años un jardín infantil empezó a construirse en la comuna Lo Espejo, ubicada en el sector sur de la ciudad de Santiago de Chile. Fue levantado en medio de campamentos (toma de terrenos) y sobre un antiguo canal de aguas negras. El jardín se instauró tras la realización de una encuesta, en la que la Fundación Hogar de Cristo preguntó si en ese espacio, la población que habitaba el campamento, quería un centro cultural, una cancha o un jardín. La comunidad eligió el jardín, este espacio que actualmente se llama Sol Naciente y atiende a 56 niños de la zona.
Hace tres años se erradicaron los 5 campamentos y el canal ya no existe.
El jardín cuenta con dos salas, dos patios, un comedor, un huerto y mucho espacio para jugar. Pero antes de ser este espacio consolidado en la población de Las Turbinas, fueron tres madres voluntarias las que iniciaron el proyecto junto a algunos trabajadores de Hogar de Cristo.
“Trabajé y apoyé mucho todo el proyecto. Por mucho tiempo busqué niños para que entraran al jardín y todavía lo hago. Conozco la población y sé a qué jardín van a venir, las oportunidades que tienen aquí, yo quiero que todos los niños de esta población vengan al jardín (…) porque en la población se enfrentan a una realidad de calle, es un espacio con harta droga y aquí en el jardín, van a estar más seguros”, dice Rosario Mancilla, una de las madres que empezó como voluntaria y que ahora es la auxiliar de aseo.
Rosario quiso estudiar alguna carrera relacionada con la educación inicial, como hizo Sandra Araya, otra de las tres madres pioneras que ya no trabaja en el jardín.
“Pero sólo estudié hasta cuarto medio, no pude estudiar más, tenía que seguir trabajando. Pero aunque soy auxiliar de servicio tengo un apego con los niños, una cercanía. Lo único es que yo ya no trabajo en sala con ellos, aunque lo hice por tres años, con todo el corazón (…) Y para la educación inicial se necesita eso, mucho corazón”, dice Rosario, conocida como Tía Charo para los niños.
Parte del trabajo de Rosario, quien antes de trabajar en el jardín cuidaba en sus casas a los niños de la comuna mientras las madres trabajaban, era jugar con los niños y contribuir con sus procesos de aprendizaje. También se encargó de hablar con cada madre de la zona para explicarle los beneficios de tener un hijo en un jardín infantil. “Creo que gracias a ella, han llegado más de 30 niños. Mucho más, seguro”, dice Mitzi Ubilla, técnico en educación de párvulos que ya suma 14 años de trabajo en Sol Naciente.
Una de las principales políticas de este jardín es que durante la jornada las puertas están abiertas para los familiares, para que todos puedan ser parte de los procesos de aprendizaje.
Esto es parte de uno de los trabajos claves que se realizó durante los primeros años, que constó en que Mitzi, junto la otras educadoras, se dedicaran mostrarle a toda lacomunidad de qué se trata y cómo se trabaja la metodología con la que trabajan: Montessori, y para ello todas las educadoras han cursado estudios en el Centro Montessori de Chile.
“Para mi el jardín ayudó a erradicar el campamento, porque las mamás se enfocan en tener su espacio con sus hijos, a tener su hogar, en darle un espacio digno a sus hijos. De hecho, cuando mucho niños se cambiaron nos empezaban a contar que tenían una cama o una pieza, que para muchos es normal pero para ellos no, ellos vivían hacinados (…) Y yo creo que en parte logramos eso gracias a nuestra políticas puertas abiertas, nuestra políticas de mostrarles de que esta es la casa de ellos también”, cuenta Mitzi.
Hacer de ese espacio un lugar que se sienta como casa ha sido el secreto para que ese proyecto que empezó con 15 niños ahora sea un jardín consolidado, en el que ya han recibido a los hijos de los primeros alumnos.
“Este un espacio como este es importante, porque desde los 2 años lo niños están absorbiendo muchas riquezas, mucho conocimiento. Y aquí tenemos todo: educación, alimentación cariño y protección para niños de los 2 a los 3 años –y 11 meses–. Es la base para el futuro de ellos”, dice Mitzi.
En tanto, el sentirse en casa ha sido la razón por la que Rosario quiere seguir trabajando con niños por el resto de su vida. Entró a los 35 años como madre voluntario y ahora, ya se encuentra haciendo planes para sus años de jubilación. “Me gustaría tener un servicio para llevarlos a casa cuando termine el horario del jardín o estar con ellos después, porque sé que a muchas madres les complica a veces venir a buscarlos, porque trabajan (…). Es rico tener contacto con mamás de mi misma población, con los niños, con los hijos de algunos niños que yo atendí. Es un apego familiar”, explica.
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