Al hablar con mis estudiantes –sobre la situación que estamos enfrentando por el Covid-19–, desde 8° básico a IV medio, en educación municipal y particular subvencionada, hay varias reflexiones que considero importantes para compartir.
“La historia no es un secretillo de adultos, sino una realidad movediza y envolvente que baña a los adultos lo mismo que a los niños; aunque, tal vez, de distinta manera, derramándose sobre todos los cercos protectores, cruzando todas las cordilleras verbales y filtrándose a través de todas las burbujas que rebotan en los vidrios”.
Con estas palabras, el historiador Gabriel Salazar nos recuerda e interpela a hacernos conscientes de la historicidad de los niños, niñas y jóvenes; una mirada que es muy necesaria en este tiempo de crisis sanitaria, inserta sobre una crisis que es mucho más amplia, un estallido social en Chile ante demandas transversales de una ciudadanía insatisfecha y de una creciente pérdida de legitimidad del mundo político.
Mucho hemos leído en redes sociales respecto al agotamiento que estamos teniendo los y las docentes en esta nueva modalidad de enseñanza a distancia.
Los padres y apoderados también han podido expresar sus preocupaciones, pero ¿y los estudiantes qué dicen? ¿Cómo ven este escenario un niño o una niña de enseñanza básica? ¿Cuál es la mirada de los adolescentes? ¿Estamos dando los espacios para que puedan manifestar sus preocupaciones? ¿Estamos generando instancias para que nos presenten sus contribuciones, ideas y sugerencias para abordar un “aprendizaje remoto”?
Las profesoras y los profesores sabemos bien que para lograr aprendizajes, es fundamental el vínculo, la cercanía, la lectura de los contextos y realidades de nuestros estudiantes. Aún con cargas administrativas que, muchas veces, sentimos poco aportan al real foco o interés supremo que es el bienestar y acompañamiento de los estudiantes, usamos esas cuotas de autonomía que la docencia nos entrega, para utilizar este escenario de crisis como una herramienta de aprendizaje y de desarrollo de habilidades.
Al hablar con mis estudiantes, desde 8° básico a IV medio, en educación municipal y particular subvencionada, hay varias reflexiones que considero importante compartir.
Una gran mayoría señala que lo que más ha disfrutado de este período es compartir con sus familias, destinar tiempo a actividades de ocio y descubrir intereses y habilidades, catalogándolo como una oportunidad de autoconocimiento.
No obstante, al ser consultados respecto a “lo más difícil de la pandemia”, muchos señalaron que la convivencia y los roces y diferencias familiares les generaban tensión, que muchos han debido participar activamente en las tareas domésticas y un grupo importante se ha hecho cargo de cuidar a sus hermanos menores, pues sus padres no pueden realizar teletrabajo y han seguido sus rutinas fuera del hogar. El tema debe importarnos, ya en marzo la ONU Mujeres advertía sobre el aumento de situaciones de violencia intrafamiliar que pueden vivir los grupos familiares que están en cuarentena por el Covid-19, en América Latina y el Caribe, ya que en contextos de emergencia “aumentan los riesgos de violencia contra las mujeres y las niñas, especialmente violencia doméstica”.
Otro tema es la incertidumbre que los y las jóvenes y adolescentes comentan sentir, la dificultad para concentrarse y para organizar sus tiempos.
Los problemas de conectividad y la ansiedad que la infoxicación les genera. Si nos detenemos a pensar en quienes cursan IV año medio, encontramos que ellos dan un especial valor a las vivencias propias de un curso terminal, y a la preocupación por la preparación a la Prueba de Transición para la admisión a la educación superior, se suma la añoranza de estar con sus compañeros y las expectativas generadas previamente para este cierre de su etapa escolar.
Al pedirles su opinión respecto a la forma en que los establecimientos están gestionando este nuevo escenario, los y las estudiantes demandan actividades más didácticas y sienten que es fundamental una retroalimentación constante por parte de sus profesores, pero por lo que más abogan es por una buena organización de los canales de información y metodologías de trabajo, por lineamientos claros desde las instituciones, y no sentir que cada profesor usa un canal distinto, pues ello contribuye a aumentar su ansiedad.
Pensando en la escuela que sueñan a futuro, creen que es necesario tener menos estudiantes por curso.
De esta forma, contar con acompañamientos más personalizados, jornadas de clases más breves (recordemos que Chile uno de los tres países con jornadas escolares más extensas en Latinoamérica, solo detrás de Costa Rica y Colombia) y también tienen una mirada más crítica y profunda: quieren que en el aula se converse de los temas país, de los problemas locales y nacionales.
En palabras de un estudiante de IV medio: “Dejemos de pensar (tanto alumnos como profesores) en las calificaciones cuantitativas y comencemos a preocuparnos directamente por el aprendizaje. Siento que a nosotros como estudiantes, y a los profesores, se nos ha olvidado el verdadero objetivo de ir al colegio. Además me gustaría que se dieran más instancias para el desarrollo humano propio de cada persona”.
Como respuesta a la interrogante sobre qué les ha enseñado sobre Chile esta pandemia, los jóvenes señalaron cosas como: “Tiene amplias diferencias entre estratos sociales; el que tiene recursos está resguardado de todo lo que pueda ocurrir, mientras que para las personas de estratos sociales bajos todo es complicado, en situaciones como estas y en la vida cotidiana. Otra deficiencia que quedó claramente expuesta, es el pésimo sistema de salud y educación que tenemos, y lo poco preparados que estamos como país frente a ciertas situaciones.”
Estoy convencida de que la mayoría de los y las docentes pensamos en esta misma línea, pero que el cambio debe venir desde la estructuración del sistema; que es imperativo replantearnos qué esperamos y qué sentido daremos a la educación.
La escuela debe avanzar acorde a los grandes desafíos que tenemos como sociedad, contextualizarla y ser un espacio privilegiado de encuentro y entendimiento. Si la educación no humaniza, es mera instrucción, y en este escenario incierto debemos, más que nunca, escuchar a nuestros y nuestras estudiantes, y a todos los miembros de la comunidad educativa, porque, hoy más que nunca, tenemos que hablar de educación.
Claudia Rojas es profesora enseñanza media en Historia, Geografía y Ciencias. Reconocida con el Premio a la Innovación Regional, de Elige Educar, versión 2019 del Global Teacher Prize Chile 2019. Diplomado en Gestión del Patrimonio Cultural Regional, Universidad del Bío Bío.
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