Para concentrarse, para controlar sus emociones, para adaptarse a los cambios… Para esto y mucho más, es clave que los estudiantes aprendan a autorregularse.
Muchas cosas en la vida de los estudiantes (como traumas o experiencias adversas de la niñez) pueden afectar la forma como aprenden y por ende, la forma como se autorregulan. Al no poder hacerlo y no tener las herramientas que necesitan para poner atención, equilibrar sus emociones, adaptarse al cambio y enfrentar frustraciones, el desafío de enseñar es mucho más grande. Nina Parrish, una profesora de educación media descubrió que para poder facilitar el aprendizaje de sus estudiantes, ella tenía que enfocar su labor en desarrollar esta habilidad de autorregulación. ¿Cómo lo ha hecho ella? La profesora comparte algunas estrategias en Edutopia:
Lo primero que deben hacer los profesores es diseñar una sala que le entregue la estructura y las herramientas necesarias a niños y niñas. ¿Qué significa esto?
1. Crear un ambiente positivo: El aula debe sentirse como un espacio seguro donde se pone el énfasis en las fortalezas. Cuando ocurre un comportamiento problemático, es fundamental no convertirlo en algo personal y corregir inmediatamente al estudiante. El profesor debe actuar como un observador con el objetivo de descubrir por qué está ocurriendo dicho comportamiento.
2. Aclarar las expectativas: Los horarios, los procedimientos y una rutina establecida ayudan a los estudiantes a comprender qué esperar y a crear un entorno que se siente estructurado y seguro.
3. Foco en las habilidades: Es importante enfocarse en el currículum, pero esta profesora dice también que los estudiantes necesitan habilidades como la capacidad de organizar sus materiales, administrar su tiempo, concentrarse en las tareas, leer con comprensión y retener y practicar lo aprendido para usarlo posteriormente. Esto significa que poner el foco en estas habilidades o estrategias, les ayudará a convertirse en aprendices más independientes y autorregulados.
Otra forma de apuntar a la autorregulación, dice la profesora, es enseñar a través del andamiaje.
Cuando los estudiantes se niegan a completar un trabajo, a veces es porque éste es demasiado difícil para ellos y están frustrados. “Descubrí que los estudiantes a menudo usan este comportamiento porque les ha funcionado en el pasado, permitiéndoles escapar de la tarea indeseable y evitar la vergüenza de parecer ‘tontos’”, dice Nina. Entonces, en lugar de reconocer que están frustrados, los alumnos a menudo expresan frustración a través del profesor quien es el que les exige completar la tarea.
Para evitar esto, el andamiaje es ideal pues consiste en dividir el aprendizaje en fragmentos y luego proporcionar una estrategia o una estructura para facilitar que los estudiantes logren cada parte del aprendizaje. Para llegar a esto, es importante saber lo que un niño es capaz de hacer por su propia cuenta. Este es el punto de partida y técnicamente se llama “zona de desarrollo próximo” que se define como la diferencia entre lo que un alumno puede hacer independientemente y lo que puede hacer con una asistencia informada. Comenzar de esta manera, permite al estudiante moverse más fácil al próximo paso lógico de desarrollo.
La discusión y la reflexión también son importantes…
Los niños necesitan comentarios objetivos, sin prejuicios para mejorar su comportamiento. Cuando surja un problema, sugiere Nina, encuentra un momento de calma para analizar qué salió mal, por qué y cómo se puede manejar de manera diferente la próxima vez. Esto es útil para los estudiantes que aún no tienen una estructura y el vocabulario necesario para regular sus emociones.
“Si un estudiante está familiarizado con este proceso, también puede ser capaz de descomprimir al reflexionar por su cuenta, a través de una actividad escrita, antes de hablar con el profesor. Reflexionar ayuda a los estudiantes a ser más conscientes: en lugar de simplemente reaccionar ante las emociones, pueden aprender a ser los administradores de sus emociones al reconocer lo que están sintiendo antes de convertir esto en una acción”, afirma la profesora.
Y por último, no te olvides de modelar o diseñar estrategias para que tus estudiantes practiquen un comportamiento apropiado.
Los estudiantes aprenden mejor cuando les muestras cómo hacer algo a través de una instrucción directa. Lo mismo pasa con el comportamiento. Si los estudiantes no muestran un comportamiento productivo, los profesores puede mostrarles la forma de hacerlo diseñando o moldeando actividades como los juegos de rol. Nina sugiere que le des tiempo a los niños para que practiquen nuevos comportamientos, aquellos que pueden ir aprendiendo de una manera segura. “Como profesora, practiqué mejorando las transiciones con un grupo, al proporcionar una señal visual y auditiva (apagando las luces y aplaudiendo). Los estudiantes sabían detener lo que estaban haciendo y regresar a su asiento. Al principio, les di varios minutos para hacer esto y di recompensas a los estudiantes que estaban sentados en sus asientos, incluso si eran un poco ruidosos al llegar allí. Poco a poco, reduje el tiempo otorgado y solo di recompensas a los estudiantes que estaban sentados en silencio y escuchando las instrucciones con sus materiales listos para trabajar”.
Este es solo un ejemplo de lo que ha hecho esta profesora, pero más allá de eso, lo rescatable de su propuesta es que logró entender el comportamiento de sus estudiantes de una manera objetiva… específicamente como una habilidad que se puede enseñar y que incluye varios factores, entre esos, el de la autorregulación. “Algunos niños ingresan a la escuela sin las habilidades de autorregulación necesarias para el éxito escolar. Debemos conocer a estos niños donde están y enseñarles las habilidades que necesitan para tener éxito en el aula”, dice Nina. Esa, al final, es la clave de todo: conocer a los estudiantes pues sólo de esa manera, podrán aprender de una manera significativa.
How to Teach Self-Regulation, Edutopia.
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