Entre 1942 y 1943, Johan Van Hulst dirigía una escuela de profesores que se encontraba justo al lado de una guardería que se convirtió, durante la ocupación nazi, en un centro de detención de niños menores de 12 años que eran separados de sus familias para luego ser trasladados a campos de concentración.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el holandés Johan Van Hulst dirigía una escuela de formación de profesores que se encontraba frente al teatro Hollandse Schouwburg, un edificio donde los nazis metían a familias enteras con la intención de enviarlos a campos de exterminio. Fueron 46.000 personas las que pasaron por aquel teatro y la mayoría de ellas perdieron la vida en manos del régimen nazi (sólo 5.000 de los 104.000 judíos holandeses deportados consiguieron regresar al finalizar la guerra).
Junto a la escuela también se encontraba una guardería que fue convertida en un centro de detención de niños menores de 12 años que eran separados de sus familias.
Este era el último paso antes de que los enviaran a campos de concentración. Su destino era trágico, pero Van Hulst logró cambiarlo arriesgando su vida. La escuela de formación de profesorado -actualmente el edificio que acoge el Museo del Holocausto- y la guardería estaban separadas por una valla. Bajo su supervisión, durante 1942 y 1943, cientos de niños fueron pasados de la guardería hacia la escuela. Cuando este centro de detención infantil estaba lleno, las autoridades exigían a Van Hulst que hiciera espacio en su establecimiento. En este trámite, en lugar de inscribir a todos los menores que llegaban, Van Hulst, registraba a una menor cantidad.
El cambio de una escuela a otra se producía a la hora de la siesta de los niños o cuando pasaba el tranvía por delante del edificio y tapaba el campo visual de los guardias nazi. Los niños eran sacados en bicicleta, escondidos o camuflados en sacos y cestas. Todo esto fue posible también, gracias al apoyo de docenas de personas, entre ellas, estudiantes de Hulst y trabajadores de la escuela (con quienes pasaba a los niños de un lado a otro). Además, la directora de la guardería -Henriëtte Pimentel- y un judío alemán refugiado en Holanda: Walter Süskind quien era el encargado de llevar la cuenta de todos los residentes judíos de la ciudad y de borrar la documentación de cientos de niños.
Antes de que la operación llegara a su fin –el 29 de septiembre de 1943–, luego de que los nazis enviaran a la directora y cientos de niños de la guardería a campos de concentración, se estima que lograron salvar alrededor de 600 niños.
“Ahora intenta imaginar 80, 90, tal vez 70 o 100 niños que estaban allí, y debes decidir qué niños te llevarás contigo… Ese fue el el día más difícil de mi vida… Sabes a ciencia cierta que los niños que dejas atrás van a morir. Me llevé a 12 conmigo. Más tarde me pregunté: ‘¿Por qué no 13?’”, según recoge en sus archivos Yad Vashem, el Centro Mundial para la Memoria del Holocausto.
Aunque no era profesor de todos estos niños, el catedrático de Pedagogía arriesgó su vida para cambiar el destino de centenares de niños que de no ser por él, hubieran fallecido durante la guerra. Van Hulst no era judío pero arriesgó su vida por ellos y fue reconocido por esto. En 1945, tuvo que esconderse de las tropas de ocupación nazis y no pudo volver a salir hasta la llegada de las tropas aliadas.
Después de la guerra, el holandés, además de ingresar al mundo de la política, decidió seguir su carrera en el mundo educativo.
Fue profesor emérito de Pedagogía en la Universidad Vrije de Amsterdam y autor de más de cien publicaciones.También fue reconocido como héroe de guerra, aunque él nunca se consideró uno. “No me gusta hablar de esa época. No me gusta ser protagonista de nada, porque solo pienso en los miles de niños que no pudimos salvar”, dijo en 2015 al periódico Het Parool de Ámsterdam.
Van Hulst falleció en su ciudad natal (Ámsterdam), el 22 de marzo de 2018 a sus 107 años. Hoy y siempre será recordado por su coraje, por su valentía, por movilizar a sus estudiantes y a otros miembros de su escuela con quienes arriesgó su vida para poder salvar la vida de todos estos niños. Dentro y fuera de la sala de clase, este holandés marcó la vida de todos los niños que salvó, pero también la de todas las personas que tuvieron la fortuna de ser cómplices de sus acciones. Una muestra más del impacto que puede tener un docente dentro y fuera del contexto educativo, una muestra más de lo que pueden mover con sus acciones. Las acciones de Van Hulst ratifican que ellos, de mil formas, son capaces de cambiar la vida de toda una generación y en este caso en particular, el destino de unos niños que gracias a él pudieron seguir adelante con sus vidas.
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