Todos los días, Andrea Umaño y Mariana Alonso, recorren domicilios y hospitales con el fin promover grandes aprendizajes en la vida de jóvenes que se encuentran en situación de enfermedad. Hablamos con ellas para conocer el impacto que tiene su labor en la vida de sus estudiantes.
La vida de Andrea Umaño y Mariana Alonso transcurre entre camas de domicilios y hospitales. Ambas trabajan desde hace años en el Instituto Especial Nº 7215 Secundario de Modalidad Domiciliaria y Hospitalaria, un establecimiento educativo en la Ciudad de Salta, Argentina, enfocado en la atención de alumnos que por razones de salud no pueden asistir con regularidad al colegio por períodos de 30 días seguidos o más. Estos alumnos se encuentran internados en alguno de los cuatro hospitales de la ciudad (Hospital San Bernardo, Hospital Público Materno Infantil, Hospital Papa Francisco y Hospital Oñativia) o están internos en sus casas, por lo que no se pueden movilizar a sus colegios de origen.
Andrea y Mariana hacen parte de un equipo de 18 docentes que mes a mes atienden a todos estos alumnos (un promedio de 100) que gracias a este proyecto, pueden acceder a una educación de calidad.
“Cuando un adolescente se enfrenta a una situación de enfermedad se inhibe su posibilidad de continuar la escolaridad de forma regular. Esta obstaculización compromete además de lo biológico, la totalidad de la relación social del joven y el proyecto educativo familiar. El sistema educativo interviene entonces a través de las Escuelas Domiciliarias y Hospitalarias con el fin de garantizar el derecho social del niño a la educación”, cuentan Andrea y Mariana en una entrevista exclusiva con Elige Educar. Estas escuelas también trabajan de forma articulada con los colegios de origen de los alumnos, y de esta forma, desarrollan proyectos pedagógicos adecuados que posibilitan la continuidad del estudiante en el sistema educativo, mientras se respeta su patología y su tratamiento.
El Tribuno
Aunque la diversidad de alumnos y lugares que visitan es grande, los docentes han encontrado la manera de adaptar sus prácticas pedagógicas.
Las clases son personalizadas y se planifican según las necesidades de cada estudiante. Esto incluye determinados materiales, formas de trabajo y actividades. “El trabajo se plantea de acuerdo a la movilidad del alumno, del lugar en el que se encuentra, de las cosas que se permiten ingresar a los nosocomios. Cada clase es individual y particular, pero siempre con el mismo objetivo: que los alumnos sean capaces de ser protagonistas de sus propios conocimientos”, afirman las profesoras. Esta personalización ha impactado sin lugar a dudas en el aprendizaje de los estudiantes, pero hay otro elemento que ha hecho que este proyecto educativo sea muy potente: el trabajo en equipo.
“Cuando los docentes empezamos a coordinar en equipo surgen ideas maravillosas que son transmitidas a nuestros estudiantes y generan nuevas emociones donde los aprendizajes se hacen efectivos”, dicen Mariana y Andrea al hablar del trabajo que han desarrollado por años en equipo.
En 2017, la institución educativa fue premiada en Maestros Argentinos, un galardón que reconoce la labor que realizan los equipos docentes en las escuelas del país.
Específicamente, el equipo fue premiado por un proyecto llamado “Laboratorio Móvil en domicilios y hospitales”, una iniciativa que surgió en 2014 con el fin de construir aprendizajes significativos interrelacionando la teoría y la práctica. Aunque surgió a partir de una necesidad en las áreas de química y biología, poco a poco se fueron incorporando las demás áreas (historia, química, lengua, hasta filosofía, inglés, entre otras). Tal como su nombre lo indica, el proyecto lleva un laboratorio de ciencia a los casas y hospitales donde se encuentran estos estudiantes. “Las actividades propuestas con el uso del laboratorio estimulan competencias científicas de los alumnos como la observación, la elaboración de hipótesis y predicciones, la argumentación, la expresión de ideas, la interpretación de resultados, así como la creatividad en el diseño de dispositivos y experiencias. Las prácticas de laboratorio suelen estimular la curiosidad del alumno y desarrollar una actitud crítica en la valoración de los resultados, actitud que por otra parte se intenta incentivar en ellos”, cuentan Andrea y Mariana.
Un día en el Laboratorio Móvil
Un día de clases para Andrea, Mariana y todos los miembros del equipo, empieza mucho antes de la clase como tal. La planificación es detallada, se define qué cosas se van a llevar a los hospitales, cuáles no se van a llevar y cuáles deben ser meticulosamente desinfectadas para el trabajo. Con otras cosas sucede lo mismo… todo depende de la situación de enfermedad del alumno y con base en esto, se diseña la experiencia y se escogen todos los elementos necesarios. Muchos de éstos –microscopio, gradillas, tubos de ensayo, vasos de precipitado, Erlenmeyer, cajas de Petri, micrófonos, lentes de realidad virtual, etc–, se han comparado gracias al esfuerzo y la generosidad de los docentes, otros son elementos que encuentran en los domicilios que visitan.
“Cuando llegamos a los domicilios y hospitales, los alumnos ya nos están esperando. La clase dura 90 minutos, 10 de los cuales son un espacio de recreo. En ese tiempo se brindan los contenidos del día, se elaboran conclusiones, se experimenta, se juega, se ríe, se celebra la vida todo el tiempo. La idea es poder tener una clase lo más similar posible a su colegio de origen”, aseguran las profesoras.
Emocionar con la ciencia
Con el Laboratorio Móvil, los jóvenes no solo están accediendo a la ciencia a través de la observación, la elaboración de hipótesis, la argumentación, la expresión de ideas, la interpretación de resultados, ellos también lo hacen a través de la creatividad y sobre todo, de las emociones. ¿Por qué? Porque es un espacio de construcción de aprendizajes verdaderamente significativos que permite a los estudiantes involucrarse, ser críticos y sobre todo, emocionarse a través de una dinámica en la cual ellos son los protagonistas.
“Es realmente emocionante ver cómo se impactan o sorprenden con lo que ellos mismos pueden hacer, sin necesidad de estar en sus colegios. Realmente genera en ellos una emoción muy fuerte poder aprender en espacios tan diferentes, y sobre todo, el saber que no están solos en su aprendizaje, sino que sus tutores, médicos o enfermeras, acompañan sus saberes”, dicen las profesoras que recorren aquellas camas con jóvenes que las esperan todos los días con los brazos abiertos para crecer, para aprender y sobre todo, para soñar que todo lo que se propongan, puede ser posible.
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