Cuando David Tow inició decidió dar inicio a este experimento, creyó que sería un fracaso. Sin embargo, los resultados fueron sorprendentes. Hoy, él comparte su experiencia.
Al inicio de su carrera, los métodos de disciplina y manejo de aula que implementaba el profesor David Tow en su sala de clase, eran tradicionales. Los códigos de conducta, en ese momento, eran claros: una infracción tenía X consecuencia. Según describe en el medio Edutopia, de esta forma era sencillo entender su posición en clase y desarrollar un grado estable de comodidad como líder de la sala. “Como nuevo profesor, estaba agradecido por la claridad y la certeza que ofrecía este enfoque, y estoy seguro de que otros educadores nuevos sienten lo mismo”, asegura David.
Sin embargo, en un proceso que incluyó el trabajo con profesores mentores y conversaciones sobre educación con el equipo de debate de la escuela, David llegó a una conclusión algo más compleja: aunque él estaba motivando a sus estudiantes para que pensaran de una forma crítica, y a pesar de estar desarrollando nuevas metodologías, la conducta en clase chocaba con toda esa visión innovadora por la cual él se esforzaba. Entonces, tenía que hacer algo al respecto.
El primer paso fue abolir los protocolos formales.
Esto incluía las reglas sobre ir al baño, comer y todas esas cosas que definen el buen comportamiento dentro del aula. En reemplazo de esto, David teorizó acerca de nuevos principios que les permitiría tener una comunidad de aprendizaje productiva. “Para ser honesto, estaba aterrado. Estaba preocupado de que quizás, si desmantelaba mi poder, la clase se convertiría en un caos”, dice el profesor en Edutopia. Sin embargo, tenía algo a su favor: conocía a sus estudiantes, sabía que eran reflexivos, amables, observadores y dispuestos a enfrentar, con apoyo, riesgos intelectuales.
Los nuevos principios se plantearon pensando en los valores de los profesores, la cultura del colegio y las necesidades de los estudiantes. Para esto, David le dio algunas ideas generales a sus estudiantes y ellos siguieron construyendo aquellas premisas. El paso siguiente fue hablar de cómo los hábitos y los comportamientos en particular coincidían o iban en contra de los principios centrales. David esperaba que los estudiantes pudieran desarrollar cierta conciencia o profundidad. Así, empezó a ofrecerles la oportunidad de hablar no sólo del aprendizaje, sino sobre aquellas cosas que faltaban en los estándares de la comunidad e incluso sobre los estándares ya establecidos.
Por ejemplo, dice David, “sin una política a nivel escolar sobre el uso del baño durante la clase, y luego de expresar mi propio desinterés por regular las funciones corporales, comenzamos una conversación sobre cómo resolver el problema, derivando estándares comunitarios a partir de éste. Los estudiantes reconocieron que si no estaban en la sala, no podían estar comprometidos o preparados, y que, quedarse en el baño no era realmente respetuoso si los demás estudiantes también necesitaban ir. Un estudiante sugirió que era imposible tomar riesgos intelectuales si estuvieras en el baño todo el tiempo”.
La clase
El modelo de David funciona en dos niveles. En un primer plano la clase se desarrolla como siempre, con el profesor y sus alumnos participando del proceso de aprendizaje. En un segundo plano, dice él, se da un tipo de discusión metacognitiva a partir de la cual se evalúa constantemente el comportamiento basado en estos principios subyacentes que se crearon. Esta dinámica de los principio sale a flote de vez en cuando y entonces se dedica un tiempo de la clase a conversar acerca de cosas muy valiosas, por ejemplo, la diferencia entre entre un alumno obediente y respetuoso, o sobre cómo las relaciones profesor-alumno deben ser recíprocas.
Y ¿cuáles son los principio? Así están escritos en las paredes de la sala de clase del profesor:
1. “Sé respetuoso contigo mismo porque esto establece el contexto para poder participar en una comunidad; con otros porque es difícil ser un estudiante y las luchas de todos merecen respeto; y con el docente porque, aunque es una posición de autoridad, también debería poder ser vulnerable y aprender”.
2 “Comprométete, porque simplemente estar presente en el aula no necesariamente califica como participación, y una comunidad verdaderamente pluralista requiere de todas las voces”.
3. “Prepárate, porque una conversación informada requiere miembros preparados, y la preparación trasciende el trabajo asignado, y está más cerca del pensamiento profundo, del escepticismo sincero y de la voluntad general de cuestionar las suposiciones”.
4. “Sé valiente, porque el aprendizaje requiere reconocer que hay cosas que no conocemos, habilidades que nos faltan, y cosas en las que aún podemos ser tontos, lo cual es una perspectiva aterradora para todos en la clase, incluido el docente”.
¿Por qué funcionó esta estrategia?
Según el profesor, porque eliminar las reglas les enseñó a los estudiantes a ser participantes activos en el proceso de formación de la comunidad dentro del aula. La reglas, asegura, suelen condicionar al estudiante para que sea un seguidor dogmático, mientras que los imperativos más generales los ayudan a ser más críticos y reflexivos. Algunos consejos: David dice que este enfoque toma tiempo y muchas conversaciones con estudiantes y docentes. “Cuando un estudiante viola los principios subyacentes o actúa de una manera que es autodestructiva o hiriente para otros, se debe tomar tiempo para desenmarañar el comportamiento de una manera que respete a la comunidad y sus principios, y que no aliene al individuo”, afirma el docente.
Pero más allá de la complejidad del enfoque, lo más importante es que funciona y prepara a los estudiantes para ser parte de una sociedad más abierta y pluralista. En ese sentido, dice David, el tiempo y la energía que se invierte, vale 100% la pena.
Edutopia
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