¿Castigos por malas notas? ¿Premios extraordinario por buenos resultados? Algunos psicólogos explican por qué NINGUNO de estos dos extremos es bueno.
Hay dos tipo de padres, aquellos que castigan a sus hijos drásticamente cuando tienen malas calificaciones al final del semestre y aquellos que los premian en exceso cuando obtienen buenos resultados. Las respuestas son opuestas y muchas veces, dicen los expertos, son extremas. Con respecto a los castigos, Ana María Fuentes, psicóloga especializada en niños, explica en el medio El País que a muchos padres les frustra el fracaso de sus hijos y viven éste en primera persona. En otras palabras, proyectan sus frustraciones en ellos “como queriendo enmendar las metas no logradas en su infancia”. Otras veces, explica Ana María, sienten que han fracasado como padres, se preocupan del qué dirán y esto, al final, desemboca en reacciones de furia o fuertes castigos que en realidad no contribuyen a la solución de la situación.
El problema de caer en este tipo de castigo es que se tiende a ignorar los sentimientos de los niños. Al fin y al cabo, son ellos los que están enfrentando determinada frustración y someterlos a esto, no cambia los resultados.
Además del exceso de tareas, muchos padres insisten en convertir a sus hijos en genios, esto quiere decir que la carga para ellos es enorme, los agota. ¿Qué significa esto? Que un castigo extremo sólo es algo contraproducente pues aumenta la frustración o la sensación de fracaso. Vanessa Orrego, psicóloga e investigadora de Elige Educar concuerda con esto y asegura que lo que debería primar son los intereses de los niños. En otras palabras, si un estudiante, por ejemplo, sueña con ser ingeniero, entonces no es necesario que sea extraordinario en todas las áreas. “Las exigencias son altas y no debe ni puede irles bien en todo”, agrega Vanessa. María José Osimani, miembro del equipo de Elige Educar está de acuerdo y sugiere que los padres deberían pensar en algo más que las notas. “No todos los estudiantes tienen las mismas habilidades para adaptarse a un sistema tradicional. Por lo tanto, más que la nota, hay que prestarle atención al progreso y la disposición del alumno hacia el aprendizaje”.
Por su parte, en el artículo de El País, Ana María sugiere no convertir las malas notas en un drama familiar y enfocar la atención en una buena comunicación. “Que nuestro hijo sepa que, pese a las malas notas, se les sigue queriendo igual. El amor paterno no puede condicionarse a los resultados escolares. También debe saber que él es capaz de aprobar, que no es un imposible, que confiamos en él”, explica. Se trata de ser un respaldo y entender cuáles fueron las causas de esos resultados sin compararlos con otros. “El objetivo de esto es que se supere y vaya a su propio ritmo”, dice Vanessa.
Con respecto a los premios, algunos expertos también consideran que no es bueno exagerar, o en otras palabras, irse a los extremos.
Esto significa, no caer en la lógica de invertir millones en regalos costosos sólo por ver una boletín de notas lleno de sobresalientes. Según se comenta en El País, en el libro Atrévete a no gustar los autores Ichiro Kishimi y Fumitake Koga, rescatan la postura del psicoterapeuta Alfred Adler quien estaba en contra de un sistema educativo basado en la recompensa y el castigo. Adler explicaba que un regalo no fomenta el sentido de responsabilidad, sino que despierta las ganas o la necesidad de adquirir premios una y otra vez. La filosofía de Adler insiste en que hay que enseñar al niño a sentirse satisfecho por sus logros, en lugar de enseñarle a que busque el éxito escolar sólo para ser elogiado o premiado. ¿Por qué? Porque se genera una dependencia y el niño estudia sólo por y para eso. Otros experto dicen que no está mal reconocer los logros, pero siempre de una forma equilibrada. No hace falta recurrir al premio material… “Si se utiliza un sistema de recompensas, que sea en la materia que más les gusta. Esto es una forma de demostrarles que los estás escuchando y que los animas a dar lo mejor de sí en el área en la que ellos quieren construirse”, dice Vanessa.
“El premio puede ser algo tan sencillo como una salida al cine”, agrega la psicóloga. “En los adolescentes, pueden ser ciertos permisos como llegar a las 12:00 am después de una fiesta y no a las 11:00pm. En los más pequeños y en las familias con más de dos hijos, funciona perfecto diseñar actividades para compartir uno a uno. Por ejemplo, una madre puede llevar a su hija a comer un helado y compartir una tarde juntas generando un vínculo. El secreto es hacerlo uno a uno, para darles una atención personalizada”.
Vanessa agrega que, sea cual sea la opción de los padres, lo más importante es que estén de acuerdo.
“Son un equipo y esa coherencia debe ser visible siempre para todos los hijos. No sirve que un padre practique un camino y el otro decida escoger uno diferente. Lo mismo ocurre con los premios; si decides dar premios, estos deben ser para todos los hijos, considerando sus gustos y ritmos de aprendizaje”. Ahora que llega el fin de semestre, es clave no dejar de lado estos consejos y aprovechar las vacaciones para que los niños tengan una pausa necesaria. Algunos padres, basados en los resultados, sigue exigiendo a sus hijos incluso en estas etapas de descanso; esto sucede porque muchos creen que quizás puede llegar a olvidar lo aprendido, sin embargo, dice Ana María, no es necesario y desconectarse siempre será un beneficio.
Más allá de las notas, los fundamental es ser un apoyo y buscar un equilibrio a la hora de tomar decisiones, al fin y al cabo, lo más clave es entender los procesos que viven los estudiantes pues esta es la forma más simple de saber qué medidas se pueden tomar. Un castigo extremo no es la respuestas, y tampoco lo es un premio de miles de millones; la respuesta está en escuchar, entender, apoyar, valorar y tomar medidas equilibradas, acordes a las necesidades de todos ellos.
Ni castigo ni premios: así debe actuar ante las notas de sus hijos, El País
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