¿Qué es la atención, qué dice la ciencia sobre este proceso a nivel cerebral y cómo una comunidad maya puede ser una clave para entender por qué los niños se concentran en algo?
¿Qué es la atención? A diferencia de algunos procesos cerebrales, como la visión o la capacidad de detectar rostros, no existe una región del cerebro que controle nuestra capacidad de concentrarnos sin tener en cuenta las distracciones. Monica Rosenberg, neurocientífica de la Universidad de Yale, asegura en la plataforma web MindShift, que “cientos de diferentes partes del cerebro tienen que comunicarse e interactuar entre sí cuando prestamos atención”. Otros neurocientíficos como Mike Esterman y Joe DeGutis del Boston Attention and Learning Lab, aseguran que medir qué tan bien el cerebro de una persona puede ejecutar este proceso, no ha sido una labor sencilla.
Durante años, Esterman y DeGutis estuvieron desarrollando una prueba estándar para medir qué tan bien se pueden enfocar las personas. Los expertos llevaban personas a un laboratorio, como estudiantes universitarios, y les hacían pruebas para ver cuántas veces su atención decaía. Por ejemplo, les mostraban una serie de imágenes y las personas debían presionar un botón cada vez que aparecía una ciudad. Aparecía una ciudad tras otra y de repente, aparecía una montaña y las personas debían dejar de presionar. Si el cerebro deambulaba, las personas se equivocaban y accidentalmente presionaban el botón cuando no se suponía que debían hacerlo. En teoría, cuantos más errores cometían, menor era la capacidad de la persona de prestar atención. Sin embargo, después de unos años decidieron modificar el experimento…
Justo antes de que comenzaran a desarrollar la actividad, le dijeron a los universitarios lo siguiente:
“Si lo haces bien, terminarás antes, así podrás salir del laboratorio antes”. En otras palabras, se les dio otro tipo de motivación para que prestaran más atención. Los resultados fueron sorprendentes. “La motivación adicional aumentó la capacidad de la persona para mantener la atención en más del 50 por ciento”, dice Esterman. “Estábamos un poco impresionados por el tamaño de estos efectos”. Los investigadores incluso pudieron ver cambios en cómo funcionaba el cerebro cuando las personas estaban motivadas. El circuito que controla la atención estuvo más activo durante el segundo experimento. Sin la motivación de terminar antes de tiempo, este circuito tendía a parpadear intermitentemente. ¿Qué quiere decir todo esto? Que la atención no puede entenderse como una habilidad, sino mucho más como algo que puede ser detonado. “Para algunas personas, la motivación puede ser tan importante como su capacidad innata para prestar atención”, dice Esterman. “Si no medimos qué tan motivada está una persona entonces es posible que no estemos midiendo su verdadera capacidad para prestar atención”, agrega el experto.
Hace 15 años, las psicólogas Barbara Rogoff y Maricela Correa-Chávez también realizaron un experimento.
Querían ver qué tanta atención prestaban los niños incluso cuando no tenían que hacerlo. El experimento consistió en llevar a niños entre 5 y 11 años a una habitación y mantenerlos sentados en dos mesas. Un asistente de investigación le enseñó a uno de los niños cómo armar un juguete. A otro niño le dijeron que esperara. Le dijeron al segundo niño que después podría realizar una tarea completamente diferente. Rogoff y Correa-Chávez querían ver qué hacía el niño que esperaba. ¿Prestaría atención al asistente de investigación? Realizaron este experimento en aproximadamente 80 niños, con dos orígenes diferentes: niños de clase media de California y niños mayas de Guatemala (a quienes habían estado estudiando durante años).
Muchos de los niños estadounidenses miraban el piso, los carteles de la habitación, jugaban, hacían ruidos y fingían que algunos juguetes eran bombas a punto de explotar. Por el contrario, los niños mayas eran más propensos a prestar atención. Algunos de ellos se sentaron inmóviles en la silla y miraban al instructor. Ellos mostraron una atención sostenida alrededor de dos tercios del tiempo. Los niños estadounidenses de clase media lo hicieron exactamente la mitad de las veces.
¿Por qué los resultados fueron tan diferentes?
A los niños mayas se les alienta desde niños para que presten atención a lo que hacen sus familias. Esto les permite aprender cosas como hacer las tareas domésticas y trabajar en colaboración con otros miembros de la familia. Pero Rogoff y otros investigadores piensan que hay más acerca de los mayas. Creen que estos niños indígenas tienen algo que muchos niños en lugares como EE.UU., han perdido. Personas como Rogoff, explican que los niños mayas no tienen más capacidades, sino que contrario a esto, tienen ese elemento perdido y se sienten más motivados al prestar atención. Además, sus padres, de alguna manera, los han motivado a que lo hagan incluso sin que se los exijan. ¿Cómo lo hacen?
Según se explica en MindShift, los investigadores han estado estudiando por años la familia de María Tun Burgos, en Yucatán, México. En su casa, María alimenta a sus pollos en el patio trasero. Mientras tanto, sus tres hijas están afuera con ella, pero hacen lo que quieran. La hija mayor, Ángela, de 12 años, persigue una pollita recién nacida. La niña del medio, Gelmy, de 9 años, entra y sale del patio con niños del vecindario. Y la hija más pequeña, Alexa, que tiene 4 años, trepa árboles sóla, sin la ayuda de su madre. Entonces, ¿qué es lo que los niños mayas tienen y otros niños no? Una gran cantidad de libertad. La libertad de elegir lo que hacen y con quién lo hacen. Eso significa que también tienen la libertad de controlar a qué quieren prestarle atención.
Michaeleen Doucleff, autora del artículo de MindShift, viajó a México para verlo con sus propios ojos y efectivamente encontró un lugar donde los niños pequeños se auto-regulan, son capaces de hacer compras, de cuidarse, de estudiar y además, ayudar en las labores del hogar.
Estos niños, en gran medida, establecen sus horarios y agendas, dice Suzanne Gaskins, una psicóloga de la Universidad de Northeastern Illinois, que ha estudiado esta aldea durante décadas. “En lugar de que la madre establezca el objetivo, y ofrezcan incentivos y recompensas para alcanzar esa meta, los niños establecen sus propios objetivos”, dice Gaskins. “Entonces los padres apoyan ese objetivo como pueden”. Los padres intencionalmente les dan a sus hijos esta autonomía y libertad porque creen que es la mejor manera de motivarlos, hecho que se vincula con la visión científica de Esterman y DeGutis.
Con esta estrategia, los niños mayas también aprenden cómo manejar su propia atención, en lugar de depender siempre de los adultos. Barbara Rogoff, profesora de la Universidad de California en Santa Cruz dice que el control del adulto o la forma como éstos administran la atención de los niños, puede ser la causa de que muchos, en Estados Unidos, abandonen ese control de su atención. Lo que no pasa con los mayas, quienes según los expertos, son maestros muy motivadores.
Si bien la neurociencia hasta ahora está empezando a comprender lo que sucede en el cerebro cuando prestamos atención, ya hay mucho indicios de qué es lo que necesitan los niños para sentirse motivados.
El psicólogo Edward Deci ha estado estudiando este tema durante casi 50 años en la Universidad de Rochester y asegura que uno de los ingredientes más importantes para motivar a los niños es justamente la autonomía, aquella que tienen los niños en la aldea de Yucatán. “Hacer algo con este sentido completo de voluntad y elección”, asegura Deci en MindShift. El psicólogo explica que hay muchos estudios que han demostrado que, cuando los docentes fomentan la autonomía, estimulan la motivación a la hora de aprender, abordar desafíos y prestar atención. La falta de autonomía, dice Deci, puede inhibir la capacidad que los niños tiene para prestar atención en la escuela y aunque en muchos contextos no se puede llegar al extremo maya de permitir esa casi infinita libertad, sí hay elementos de dicha comunidad que se pueden aplicar en un contexto más urbano o complejo. Una de esas cosas son las preguntas; el psicólogo Mike Esterman dice que se puede empezar por preguntarle a los niños qué harían si no tuvieran que hacer otra cosa. Este es el primer paso para entender qué es aquello que los motiva y cuáles son las actividades que quieren realizar para desarrollar ciertas habilidades o procesos cognitivos. Esterman sugiere crear un espacio para que estas actividades efectivamente puedan ser realizadas.
“Cuando un niño tiene una pasión”, dice Esterman, “es oro para el niño. Es algo que les dará alegría … y perfeccionará su capacidad de prestar atención”.
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