En el Hospital La Florida Dra. Eloísa Díaz Insunza, las educadoras Daniela Santander y Macarena Zuñiga lideran la increíble labor que se realiza en “Mi jardín al hospital”, una modalidad no convencional de Educación Parvularia de Fundación Integra.
El piso de pediatría en el Hospital La Florida Dra. Eloísa Díaz Insunza en Santiago de Chile, no se parece en nada a los demás. Las paredes no son blancas y el ambiente no es para nada inhóspito. El lugar está invadido con colores y personajes de películas animadas que fueron pintados por todo el equipo médico de la sección. A lado y lado del colorido corredor están los cuartos de los niños que por diversas condiciones de salud están hospitalizados y en el fondo del corredor, hay un rincón muy llamativo diseñado especialmente para todos esos pacientes. Se trata de “Mi jardín al hospital”, una modalidad no convencional de Educación Parvularia de Fundación Integra, que en este hospital en particular, es liderada por Daniela Santander y Macarena Zuñiga, dos educadoras de párvulos que trabajan en este jardín hospitalario de la mano con una psicóloga, un asistente social, una kinesióloga, un terapeuta ocupacional y una fonoaudióloga –equipo miembro de Chile Crece Contigo–.
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A las 8:30 am, Daniela, Macarena y el resto del equipo hacen una pequeña reunión para analizar los casos y diagnósticos de los niños y niñas que están hospitalizados.
Así, ambas educadoras estructuran lo que será el día en el hospital y cómo serán las interacciones que tendrán con sus estudiantes. Después, el trabajo es más individual. Macarena y Daniela planifican lo que cada una realizará con los niños y las familias, quienes también son parte del proceso educativo que se lleva a cabo en tres espacios diferentes: la sala de estimulación, donde se realiza el juego libre y otras actividades guiadas con el fin de evaluar a determinado niño; un espacio de juego con material didáctico al cual los niños pueden acceder incluso sin estar acompañados por las educadoras, y finalmente, las salas de hospitalización, donde Daniela y Macarena trabajan con los estudiantes cama a cama, llevando material didáctico para realizar actividades individuales y grupales.
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El foco de la modalidad es atender a los niños desde el nacimiento hasta los 5 años, por eso, las educadoras enfocan su atención dependiendo de la edad y la etapa en la que se encuentran.
Pero además de las edades, hay otros elementos que se deben tener en cuenta cuando se trabaja en este contexto, por ejemplo, si el niño está acompañado por su familia o si su condición médica es crónica o más compleja. Dependiendo de esto, se planifica y se trabaja con un foco muy centrado en las necesidades que tienen. Un ejemplo de esto es el plan de atención temprana y estimulación que se enfoca en apoyar a los niños –de 0 a 3 meses– que necesitan ayuda de un adulto para lograr aprendizajes o autorregularse después de un embarazo donde hubo situaciones como el consumo de drogas. En este caso, las educadoras realizan actividades como el porteo y para esto utilizan un Mei Tai (portabebés), un instrumento que les permite hacer de canguros, favorecer la posición fetal, realizar un trabajo de contacto piel a piel y estimular al bebé gracias al movimiento que se asemeja al del vientre materno. “En el caso de los niños que no están acompañados, la idea es poder acompañarlos y generar ese vínculo que les falta haciendo actividades como el porteo, fundamental con los niños recién nacidos. En otras palabras se trata de suplir esa carencia”, explica Daniela, mientras realiza la actividad del porteo con un bebé de 20 días de nacido.
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Los casos son muy diversos. También hay historias como la de Alonso, un niño de un año y 10 meses que a diferencia del bebé de 20 días, está acompañado día y noche por su madre, Mariela.
Mariela tuvo un embarazo de alto riesgo y su hijo nació prematuro; desde junio de 2017 ha necesitado una hospitalización constante para tratar diversas condiciones médicas como la infección urinaria y la escoliosis. Para Mariela, además del apoyo médico, el trabajo con las educadoras ha sido esencial. Estar allí día y noche no es sencillo y según explica la madre, las educadoras y el equipo que trabaja junto a ellas, hacen que el proceso sea mucho más llevadero. “Nos traen juguetes y aunque Alonso necesita aislamiento, a veces tiene la oportunidad de ir a la sala de estimulación”, cuenta Mariela. “Para él es importantísimo pues no ha podido crecer como un niño normal y el trabajo con el equipo ha sido fundamental para su desarrollo”. El apoyo que recibe Mariela por parte de Daniela y Macarena es esencial, pero para ellas, el rol que cumple esta madre y todas aquellas familias que están junto a sus hijos, también es fundamental para el desarrollo de sus labores diarias. “En el caso de las familias que sí están presentes intentamos integrarlos en las actividades pedagógicas. Ellos nos cuentan también cómo son los niños, cuáles son sus intereses, en qué etapa están en el jardín infantil y ahí tratamos específicamente de trabajar y fortalecer el rol parental y el vínculo con los adultos responsables”, explica Daniela.
Elige Educar/Mariela y su hijo Alonso
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Familias, niños, pediatras y educadores; en el hospital todos son protagonistas.
El proceso que se lleva a cabo en “Mi jardín hospital” no está sólo centrado en la recuperación de los niños, sino también en su desarrollo integral, por eso, el trabajo en conjunto con las familias es clave, pero también lo es el trabajo con el equipo médico. Según la Doctora Carolina Loza, pediatra del hospital, el trabajo con “Mi jardín al hospital” es muy coordinado. “Ellas nos cuentan sobre los pacientes y nosotros también a ellas”, explica la doctora. Pero además de los asuntos más metodológicos o informativos, existe también un proceso de aprendizaje para ambas partes.
Por un lado, Daniela y Macarena tiene la oportunidad de empaparse acerca de muchas temáticas del área de la salud. Y es muy necesario para su labor diaria. “Para poder planificar necesitas saber la condición del niño en cuanto a salud. Qué puedes hacer, qué no puedes hacer. Eso te lleva a la parte médica, a tener que estudiar, preguntar y por eso, el trabajo en equipo acá es vital. Hay muchas terminologías que son del ámbito de la salud que vas aprendiendo, condiciones que necesariamente tienes que ir conociendo e incluso precauciones”, afirma Daniela. Y por otro lado, tal como lo explica la educadora, el equipo médico también tiene la oportunidad de aprender a través de una pedagogía que se “contagia”, un hecho que es fundamental en los proceso de recuperación. De hecho, la Doctora Carolina asegura que la presencia de las educadoras en la sección de pediatría cambió por completo la visión que tenía acerca del jardín infantil; ahora, está convencida de que la labor que allí se realiza va mucho más allá del cuidado y realmente impacta a los niños quienes gracias a ellas, tiene la posibilidad de aprovechar el tránsito de la enfermedad recibiendo la educación que se merecen.
“Los niños y niñas tienen el derecho a recibir y participar de una educación de calidad independiente de la situación, del lugar donde se encuentren y las características personales”, explica Daniela, quien reconoce este espacio como una oportunidad para que los niños, pese a la enfermedad, puedan seguir siendo niños principalmente a través del juego, un elemento propio de este rincón pedagógico hospitalario. “Hay dos sellos que caracterizan a este jardín infantil: primero, la actividad pedagógica por medio del juego, una actividad natural de los niños, y segundo, la adaptación y la flexibilidad de las educadoras quienes día a día deben acoplarse tanto a la rutina del hospital, como a los distintos tipos de situaciones de niños, niñas y familias”, explica Daniela.
Daniela afirma que el mayor desafío es precisamente ese, el adaptarse, y de la mano con esto, el poder llegar a los niños en una situación que para ellos y sus familias, es estresante.
Se suma a esto, la necesidad de comprender su situación física y social para poder implementar las mejores herramientas en el proceso de enseñanza y recuperación. Pero aunque no es sencillo, Daniela y Macarena afirman que es satisfactorio y enriquecedor el poder aportar en esta modalidad pedagógica. Y lo es, porque a través de ésta, no sólo acercan a los niños a la normalidad de sus vidas, también aportan a su desarrollo y a su recuperación física permitiéndoles, desde sus camas y desde el colorido rincón al final del pasillo de pediatría, que vivan su infancia con juegos, con aprendizajes y con el apoyo de doctores, enfermeras, terapeutas y familias que gracias a la labor que ellas realizan, han logrado contagiarse con una pedagogía que impacta.
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