Esta es la historia de Juan Manuel Cáceres, un educador infantil que después de ocho años alejado de la educación inicial, decidió regresar con la intención de dejar claro, desde la sala de clases, que las profesiones no tienen género.
Hace 19 años Juan Manuel Cáceres se tituló de Educador de Párvulos (educador infantil); y hace ocho decidió regresar a la sala de clases de un jardín infantil. Después de varios años ejerciendo distintas labores, como ser profesor de Lenguaje, decidió que necesitaba volver a trabajar en la etapa más importante del aprendizaje: la educación inicial.
Desde marzo volvió a ser educador en la Escuela de Concentración Fronteriza Los Loros, en una localidad al norte de Chile, donde trabaja con 14 niños y niñas que vienen en un contexto agrícola. Para llegar al colegio, Juan Manuel -quien vive en Copiapó- viaja más de hora y media. “Pero vale la pena todo el esfuerzo, porque volver a la sala como educador y en un contexto como este, era necesario, en un establecimiento que parece rural, pero es definido como urbano-interior”, dice.
“Como educador de párvulos, ha sido súper impactante estar acá, porque pasé de estar alejado y desilusionado de mi carrera, a reencantarme”.
Juan Manuel recuerda que durante sus primeros años como educador tuvo que enfrentar mucho prejuicios por parte de familias y equipos de trabajo, especialmente por ser una profesión históricamente femenina y en un país donde según cifras de la Subsecretaría de Educación Parvularia, no hay más de 20 hombres trabajando en los niveles de prekínder y kínder. Prejuicios que en un momento significaron un impedimento para él, pues no le daban la oportunidad de estar más tiempo en sala, y los trabajos que le ofrecían en jardínes infantiles eran en el área administrativa o directiva.
“Ahora paso el 90% de mi tiempo en sala. Todavía existen algunos prejuicios, pero creo que ya por mi edad, los enfrento de una forma distinta. Ahora tengo la capacidad de entender que esos prejuicios son algo para superar y no un impedimento. También ha sido importante entender que el mensaje que yo le estoy dando a los niños y niñas al estar en sala, es muy potente. Cuando hay un hombre en la sala, los niños entienden que ellos también podrían hacer eso y que no hay diferencia entre lo que yo puedo hacer y una mujer puede hacer”, asegura.
La gran inspiración de Juan Manuel para ser educador fue su padre, un obrero muy dedicado a la familia.
Juan Manuel cuenta que su padre, quien estudió hasta cuarto medio, siempre buscó espacios para enseñarle a él y a sus primos –que a veces estaban en casa–, a través del juego. “Trabajaba todo el día y llegaba a planificar qué jugar. Siempre fue muy atento y cariñoso. Por eso, creo que no me quedó otra que tratar de parecerme a eso. Mi mamá también lo hacía, pero mi papá me marcó especialmente. Así que cuando les dije que quería estudiar educación parvularia, les pareció de lo más normal y estaban felices”, asegura.
También cuenta que otra de las cosas que lo llevaron a ser educador, fue el darse cuenta que desde chico era una persona muy social y movida. De hecho, además de educador, Juan Manuel es actor, músico y actualmente es el dirigente de los profesores en la escuela, y siempre ha buscado espacios donde pueda aprender de otros y de él mismo.
“Soy una persona muy social, me gusta vivir en comunidad y no me gusta estar en una sala donde los estudiantes se estén mirando la nuca. Me gusta poder disfrazarme, tocar instrumentos, sentarme en el suelo y cantar en la sala de clase; me gusta tenerlos en círculos, me gusta ese movimiento que permite la sala de un educador de párvulos. Además, la educación en los noventa se estaba viendo como algo demasiado estructurado y jerarquizada; y en su momento a mi me pareció que en la educación parvularia eso pasaba menos”.
Tras 5 años trabajando en sala, en distintos contextos y condiciones, Juan Manuel reflexiona que jamás le ha tocado enfrentar los mismos prejuicios que una mujer.
“Creo que victimizarse a estas alturas es un poco exagerado, porque gracias al movimiento feminista he visto muchas películas sobre el tema, y la verdad, no hay punto de comparación con lo que yo he vivido con lo que otras mujeres han enfrentado para hacerse espacio en un área dominada por hombres. Por eso, cuando nos juntamos con la iniciativa de la Revolución de los cotonas verdes, mencioné que teníamos que dejar de victimizarnos y avanzar en otros temas, porque nuestra intención como educadores es aportar y demostrar que es bueno que estemos en las salas”, explica.
Bajo esa premisa, Juan Manuel insiste en que tener a hombres trabajando en las salas cunas y jardines infantiles es clave para cambiar los paradigmas en torno a los estereotipos de género que se han establecido en diversas profesiones . Y es necesario dejar ese mensaje desde la educación inicial. “La educación inicial es un lugar de aprendizaje positivo, no es una preparación para la básica, sino que es un espacio recreacional en el que nosotros representamos a los niños y niñas en el mundo; es un espacio donde tenemos que hacer el mayor esfuerzo”.
ME ENCANTO LA HISTORIA DE JUAN MANUEL.
ESTAMOS EN UNA EPOCA DE CAMBIOS. TODO SEA POR EL BIEN DE NUESTROS NIÑOS.