Miguel Robles y Lilian Sepúlveda son dos profesores de música que están transformando la educación de niños y jóvenes chilenos. Con edades muy similares, ambos profesores encontraron su vocación en la docencia, aunque el camino para llegar a ello fue muy distinto.
Un canto a la pedagogía
Miguel Robles, tiene 30 años, ya suma siete como profesor y actualmente ejerce en el colegio Cree de Cerro Navia. Lleva en un diapasón colgado en el pecho, cubierto por un collar tejido. Cada tanto lo saca del pecho y lo hace vibrar para que de una nota. Porque de eso le gusta hablar, de cómo usar el lenguaje de do,re,mi, fa, sol, la, si y todo su universo. Canta para ejemplificarlas y sonríe cada vez que cuenta alguna de sus experiencias en la sala de clase. Porque para él, la música es un lenguaje que todos deberíamos dominar. “Para educar a personas más creativas, creo que necesitamos más música en los colegios”, dice Robles.
Su camino hacia la docencia empezó cuando entró a estudiar canto lírico en el conservatorio de la Universidad de Chile. Su pasión por la música era innegable, pero bastó sólo un año para que este músico se enamorara de la pedagogía.
“Me di cuenta que no quería estar en el escenario, es un proceso muy solitario y la docencia me parecía más social, de mayor cercanía y no me arrepiento del camino que tomé”, cuenta.
Robles habla desde el aspecto social, porque considera que el proceso del aprendizaje musical requiere un largo camino de sociabilización para que los niños conozcan y entiendan sus capacidades vocales y los sonidos que pueden hacer con su cuerpo. Y cómo éstos se pueden complementar con los del resto del grupo. Eso lo llevó a estudiar en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación la licenciatura en educación y pedagogía en música.
Para él, la música cumple un rol fundamental en la construcción de la identidad de niños y jóvenes. No sólo en el proceso de conocerse y entender cómo funciona el cuerpo y todos los sonidos que podemos reproducir, sino través de canciones tradicionales. Por ejemplo, este docente busca cautivar el interés de sus alumnos mediante canciones que escuchan en sus hogares.
“También hay un trabajo de identidad. No hay nada más maravilloso que ver cuando un niño se emociona y te dice: ‘Ay, yo esta canción la canto con mi mamá’. Eso inmediatamente cambia a la hora de aprender. Cuando se trabaja con canciones folclóricas o que se cantan en la casa con los papás, ahí hay un proceso de identificarse. También está el contacto, el tomarse de la manos, es una cosa que uno cree que es natural y uno cree que los niños lo hacen, pero resulta que no. Hay un tema de contacto que se nos olvidó y que yo creo que si no lo hacemos nosotros, no lo hacen en todo el día”, cuenta Roble.
Aprender música a través del juego es algo primordial para el profesor Robles.
“Una cosa que es increíble es que los niños están jugando y mientras uno hace esos juegos, están aprendiendo, trabajando con las manos cada nota. Después uno le pasa cualquier instrumento musical o una partitura y le cuesta mucho menos definirlo, porque son cosas que ya se trabajaron. Les trabajé el ritmo, el pulso y ellos no tienen idea. Pero si yo llego con la partitura dura a la pizarra obvio que no van a entender”, cuenta.
Con la música siempre presente
Lilian Sepúlveda (32), oriunda de Concepción, profesora de música y desde hace cuatro docente en el colegio Puelmapu y responsable del coro del establecimiento, recuerda que siempre le gustó cantar y que ahora lo hace como un ejercicio diario, que la llevó hasta participar en un grupo de gospel en Santiago hace poco meses. De chica, lo suyo era la música folclórica chilena y tocar instrumentos como la guitarra, lo que la llevó a estudiar pedagogía en música en la Universidad de Concepción, tras dos años de educación de párvulos. Para ella, la música cobra vital importancia en la formación de los estudiantes dado el aporte de esta disciplina a la actividad cerebral.
“Es que con la música hay una actividad cerebral distinta, todo el lado izquierdo, que es el que te desarrolla toda la parte más creativa es una parte que muchas veces está ahí, sin desarrollarse, porque en el lenguaje o en las matemáticas no se ocupan mucho, mientras que con la música lo ocupas todo. Hay estudios que los directivos no han tomado en cuenta, que demuestran que la música es una instancia en donde se produce una situación sináptica que es realmente única”, explica Sepúlveda.
Además, es de las que piensa que todos tienen habilidades para la música. “Es un lenguaje que se practica y se aprende”, dice.
“Es un gran mito ese de que sólo pocos tienen habilidades para la música. Nosotros somos especialistas y precisamente estamos entregando las herramientas para que todos puedan ser capaces de comprender la música. Lo que hay que hacer es darles el espacio para que desarrollen su afinación, sus capacidades y no quedarnos en la idea de que no pueden. Lo digo especialmente después de empezar a dar clases en preescolar, es increíble como todos tienen la capacidad y en este caso se hace de forma natural con algo que ellos ya saben hacer: jugar”.
Sepúlveda, quien cada vez que habla de sus alumnos los ejemplifica con su forma de cantar. Interpreta una pequeña estrofa para decir que antes muchos cantaban bajo y que ahora todos tienen una voz más potente.
“Me pasó que unas niñas que estaba viendo desde preescolar, con una voz bajita que ni se sentía, ahora lo hacen con más entusiasmo. Y eso es muy emocionante para mí, más que lograr los objetivos, es ver cómo saltan sus propias barreras. Creo que con la música, la forma en que sucede, es muy distinta, más colaborativa y al mismo tiempo, más personal, porque la voz sale dentro de ti”, considera.
Así lo considera Sepúlveda, porque aunque una parte importante de la pedagogía se da por la cercanía con el alumno sin importar la materia que se curse, para esta profesora ayuda la música tiene la capacidad de generar mayores puentes. Porque una de las principales habilidades que ayuda a desarrollar, son las sociales. Y en paralelo, fomenta el trabajo cerebral de una forma integral, ya que los alumnos sin darse cuenta, trabajan matemática, lenguaje y habilidades socioemocionales y corporales.
“Con más música en las escuelas, estaremos creando un mejor futuro. En verdad lo creo”, finaliza Lilian.
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